VII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
MARTES
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas:
Lecturas bíblicas
a.- Eclo. 2,1-13: Prepárate para las pruebas.
b.- Mc. 9, 30-37: Quien quiera ser primero, sea el último de todos.
En este evangelio, encontramos un segundo anuncio de la Pasión. El camino a
Jerusalén, es una toma de conciencia por parte de Jesús, de ser el Mesías
esperado, y el contrapunto lo dan los apóstoles con su irresponsabilidad, al
discutir quién era el mayor entre ellos. Mientras les habla de la mejor actitud
frente a la pasión, su doctrina, parece no ser escuchada. Si bien, no comprendían
bien todo ese anuncio, temían preguntarle, sobre el tema de su muerte (v. 32).
Dos discursos distintos, porque mientras Jesús habla de la pasión, muerte y
resurrección, su entrega, dar vida por amor, los apóstoles están preocupados
quién era el mayor en el futuro movimiento. Jesús va formando a sus discípulos,
pero debe combatir su ambición, normal en ese ambiente de nacionalismo judío
frente al poder romano. Recordemos, que ellos esperaban efectivamente, un
Mesías triunfador. El evangelista, presenta a los apóstoles muy humanos, aunque
Dios está en medio de ellos. Pero la intención, es presentar más tarde, su completa
conversión al evangelio de su Maestro. Quiere enseñarles que lean esos
acontecimientos como misterio pascual. Cada vez, que les anuncia el misterio
pascual, los discípulos están pensando en sus propios intereses, no se atreven a
preguntar, ni ahondar en el sentido misterioso de sus palabras. Mientras El anuncia
que entregará su vida en manos de los hombres, los discípulos, piensan en el
poder, el contraste es evidente, pero con paciencia divina, les sigue educando en la
dinámica pascual, de servicio humilde y desinteresado, quien desee ser el primero
deberá ser servidor de todos (v. 35). A la ambición política, Cristo contrapone el
servicio a los hermanos en la comunidad, en su círculo más cercano. ¿Quién manda
aquí? es pregunta habitual en muchos ambientes sociales. Jesús es muy claro: en
su comunidad el que quiera ser el primero en el grupo de los creyentes, debe
hacerse el último, y el servir a todos. Quien asume este compromiso, debe trabajar
la abnegación, renunciar a los propios intereses, y con una gran dosis de madurez
de vida espiritual. Jesucristo, si exigió algo a los suyos, primero lo realizó en su
vida, para darnos ejemplo y enseñar con el propio testimonio. Siendo el Hijo de
Dios, entiende y enseña su autoridad como humilde servicio a sus hermanos, ya
sean los propios apóstoles o la gente que le escucha. Las palabras Jesús las
acompaña, como los antiguos profetas, con un gesto, y coloca a un niño en medio
de ellos, para señalarles que hay que aprender a acogerle a ÉL, como a eso
pequeño (cfr. Jn.13, 12-15). Se identifica con el niño, da valor a una realidad que
no contaba en aquella sociedad, con los humildes, para prepararse a subir a
Jerusalén a vivir el sacrificio: su pascua será en Jerusalén, es su pascua y nuestra
pascua. En la comunidad eclesial, el servicio comienza por los Pastores, que sirven
a sus fieles con la predicación, los Sacramentos y la caridad con los más pobres.
Los fieles sirven a su comunidad eclesial, en la diversidad de ministerios
reconocidos por la Iglesia, desde la catequesis en todas sus manifestaciones,
servicios litúrgicos, las muchas pastorales, etc., en definitiva se trata, que la
Iglesia debe presentarse como servidora de la sociedad. Gracias a Dios, la misma
sociedad reconoce el servicio de la Iglesia con los más humildes, no sólo en tierra
de misión, sino las nuevas pastorales con las nuevas necesidades: jóvenes
drogadictos, extranjeros sin papeles, madres adolescentes, etc. La opción por
Cristo, es opción por el servicio a todos desde la fe, la esperanza y la caridad que
arde en lo interior.
Teresa de Jesús, en el Castillo Interior o Moradas, deja bien en claro lo que es ser
perfectos cristianos: “¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos del
todo perfectas, que para ser unos con él y con el Padre, como Su Majestad le pidió
(Jn. 17,22), mirad ¡qué nos falta para llegar a esto! Yo os digo que lo estoy
escribiendo con harta pena de verme tan lejos, y todo por mi culpa; que no ha
menester el Señor hacernos grandes regalos para esto, basta que nos ha dado en
darnos a su Hijo que nos enseñase el camino. .. La más cierta señal que, a mi
parecer, hay de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del
prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes
para entender que le amamos; mas el amor del prójimo, sí. Y estad ciertas que
mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios;
porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene que, en pago del que tenemos
al prójimo, hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras; en esto
yo no puedo dudar.” (5 Moradas 3,7-9).