VII Semana del Tiempo Ordinario
Martes
“Quien quiera ser el primero que sea el servidor de todos”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Eclesiástico 2,1-13:
Hijo mío, cuando te acerques al temor de Dios, prepárate para las pruebas;
mantén el corazón firme, sé valiente, no te asustes en el momento de la prueba;
pégate a él, no lo abandones, y al final serás enaltecido. Acepta cuanto te
suceda, aguanta enfermedad y pobreza, porque el oro se acrisola en el fuego, y
el hombre que Dios ama, en el horno de la pobreza. Confía en Dios, que él te
ayudará; espera en él, y te allanará el camino. Los que teméis al Señor, esperad
en su misericordia, y no os apartéis, para no caer; los que teméis al Señor,
confiad en él, que no retendrá vuestro salario hasta mañana; los que teméis al
Señor, esperad bienes, gozo perpetuo y salvación; los que teméis al Señor,
amadlo, y él iluminará vuestros corazones. Fijaos en las generaciones pretéritas:
¿quien confió en el Señor y quedó defraudado?; ¿quién esperó en él y quedó
abandonado?; ¿quién gritó a él y no fue escuchado? Porque el Señor es
clemente y misericordioso, perdona el pecado y salva del peligro.
Sal 36 R/. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará
Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R/.
El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán. R/.
Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
os inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá. R/.
El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados
y los salva porque se acogen a él. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,30-37):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y
atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a
sus discípulos.
Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y
lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.»
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por
el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más
importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que
sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que
acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a
mi no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»
II. Compartimos la Palabra
Hoy, en el libro del Eclesiástico, Primera Lectura, se nos pide vivir una sabiduría
práctica, efectiva y real, que no se quede en la pura teoría: “Hijo mío, prepárate
para las pruebas”. Porque llegarán. Y es entonces el momento de validar nuestra
confianza y fidelidad a Dios.
En el Evangelio, Jesús vuelve a hablar a sus discípulos de su pasión y de su
muerte. Y Pedro, aprendida la lección de Jesús, se calla y trata de asumir,
aunque no entienda, lo inevitable.
Los importantes
La firmeza y la claridad con que Jesús les anuncia lo que va a suceder con él, por
segunda vez, tenía que provocar en ellos sentimientos similares a los de Jesús:
“Va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán”. Pues, a pesar de
la insistencia de Jesús, “no entendieron nada”, y, lo que es más grave, “les daba
miedo preguntarle”. Y también les daba miedo el riesgo de no estar bien
colocados a la hora de la posible ausencia del Señor: ¿Serían todos iguales?
¿Habría algún riesgo de que alguno de ellos pisara a los demás y se declarara “el
primero”? ¿Quién era, entre ellos, el más importante?
“Llegados a Cafarnaún y ya en casa les pregunta: ¿de qué discutíais por el
camino?” Y dice san Marcos que ellos, como párvulos sorprendidos en la primera
picia escolar, “no contestaron”. No contestaron porque habían discutido “quién
era entre ellos el más importante”. Esto era para ellos – y quizá es ahora para
nosotros- lo fundamental, por encima de lo que les estaba diciendo Jesús sobre
su próxima pasión y muerte en Jerusalén. Por eso tuvo que comenzar otra vez
por el principio.
Los primeros. Grandeza de lo pequeño
“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.
Según Jesús, no es el primero ni importante el hombre de prestigio, seguro de sí
mismo, exitoso en la vida profesional, aplaudido por las gentes y buscado por los
medios. Importantes son los hombres y mujeres que, aunque lo tengan, no
viven para el éxito personal; los que se preocupan por la felicidad de los demás
y, para lograrlo, ponen su vida al servicio de los otros. Son personas creativas,
que tratan de detectar situaciones inhumanas o con escasa humanidad, para
actuar, servir, ayudar, liberar, humanizar.
Y lo hacen con actitudes y formas evangélicas, con bondad, cercanía y hasta con
ternura. Bondad que envuelve su trabajo, su quehacer de cada día, sus
relaciones, su convivencia entera. El agradecimiento que manifiestan a la vida,
don que reciben de Dios cada mañana, lo expanden y entregan a los demás, a
quienes escuchan y con quienes trabajan, caminan, comen, lloran y ríen.
No se trata de idealizar el peso de lo cotidiano y la experiencia de la mediocridad
que puede acompañar, siendo sinceros, nuestra vida y conducta. Sino de valorar
la vida de cada día donde los seguidores de Jesús preparamos y vamos
encontrando la vida eterna.
Fray
Hermelindo
Fernández
Rodríguez
La Virgen del Camino
Con permiso de dominicos.org