¿CÓMO ES DIOS?
Padre Javier Leoz
Siempre, el algún momento de nuestra vida, hemos pensado en cómo puede ser
Dios. ¿Cómo es Dios? Y, ante esta pregunta, vienen miles de respuestas: Dios es
así pero… es mucho más que así. La Solemnidad de la Santísima Trinidad nos pone
frente a una realidad: Dios Trinitario (a simple vista incomprensible) pero cercano
por el amor y el amor entre las tres personas.
1.- La vida de la humanidad, es distinta desde que Dios se encarnó. Desde
entonces, los pasos del hombre, han sido seguidos muy de cerca por un Dios que,
siendo desconocido, adquiere la hechura de hombre para que entendamos que –su
objetivo- no es otro que recuperarnos y rescatarnos definitivamente. Por supuesto,
siempre habrá una intimidad, un “as” que Dios guarda debajo de su manga y que, a
la mano del hombre, es imposible alcanzar. ¡Y qué importa! Nosotros, al celebrar
este Misterio nos quedamos sobrecogidos por el “buen rollo” que existe entre las
tres personas. Sólo por amor, y desde el amor, este Misterio es capaz de
sostenerse en sí mismo. Sólo, desde la contemplación, podremos por lo menos
asomarnos a este trípode divino que desciende, una y otra vez, al encuentro de la
humanidad y que, una y otra vez, corre serios riesgos de ser dividido al antojo y
capricho del cristiano de hoy:
-Unos se conforman con pensar en Dios y sin caer en la cuenta de que, Dios, se
encarnó en el seno virginal de una nazarena. ¡Qué pena! Han dejado a Dios perdido
entre las nubes. ¿Tal vez para llevarlo a su propio terreno? ¿Tal vez para que no
resulte tan molesto o profético como un Dios encarnado?
-Otros, por otro lado, se han olvidado del Dios del cielo y se han aferrado a Jesús
de Nazaret. A un Señor sin referencia a lo divino. Quieren un Jesús sin más
trascendencia que la historia que le acompañó: hombre comprometido con los
pobres, defensor de los oprimidos y en contra del sistema establecido. ¿Tal vez
porque, el Señor Divino, les molesta ante un mundo que pretende sólo un discurso
humanizante, sólo terreno y pagano?
-Y finalmente, los terceros, se quedan en el sentimentalismo de la fe. Una fe sin
más referencia que aquello que el momento exige. Los sentimientos son buenos
siempre y cuando vayan acompañados del depósito íntegro de la fe. Un Espíritu, sin
referencia a Aquel que lo envía, se convierte en secta, en sensiblería o lágrimas que
brotan más desde el corazón afectado que desde las entrañas conmovidas por la
Palabra de un Dios que habló por Cristo y actúa por el Espíritu Santo.
2.- ¿Cómo es Dios? A San Juan Evangelista, cuando le preguntaban: ¿Nos dices
algo sobre Dios? Él, siempre, respondía: ¡DIOS ES AMOR! Este el imposible de un
mundo que, lejos de ser trinitario (adorando, amando y contemplando al Padre y al
Hijo y al Espíritu Santo) prefiere regirse por múltiples dioses que, a su vez, se
propagan como mala peste y confunden el amor con el placer, la unidad con la
imposición de ideología o la caridad con unos gestos inconstantes e inconsistentes.
Frente al individualismo, la Santísima Trinidad, nos presenta un impresionante
icono de familia, complicidad, cercanía y fusión: ¡SON TRES EN UNO! Cada uno con
su personalidad pero, cada uno, con su propio color. Cada uno diferente, pero los
tres, mirando en la misma dirección.
3.- Damos gloria a la Trinidad y, en este Año de la Fe, un gran reto: recuperar
ciertos signos cristianos que por tibieza (como decía el Papa Francisco
recientemente), vergüenza apostólica, timidez evangélica o por seguir los
parámetros de lo políticamente o socialmente correcto hemos dejado de lado.
-Santiguarnos al pasar por delante de una iglesia (Dios habita sacramental mente
en el sagrario)
-Potenciar estos signos visibles en nuestros catequistas, catequizandos, alumnos e
incluso entre nosotros mismos.
-Comprometernos, cuando nos encontramos como católicos frente alguna
institución deportiva, educativa, recreativa, económica….en recordar que realizar
“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” nos lleva a hacer visible el
mensaje de lo que llevamos dentro: ¡DIOS TRINIDAD!
4.- ESTÁS AQUÍ, SEÑOR
No te vemos pero, en Belén,
te hiciste hombre, te dejaste tocar,
adorar, amar y ofrendar.
No te escuchamos, pero en el Espíritu
tu voz habla con fuerza.
Fuiste, Cristo, la última palabra
que pronunciaste, la que se mantiene viva
perenne con el transcurso
de los años y de los siglos.
No te alcanzamos con la mano
pero en la Eucaristía vives y nos fortaleces
nos haces sentir tu cercanía y tu compromiso
tu poder y tu auxilio, tu Gracia y tu bondad.
ESTÁS AQUÍ, SEÑOR
Que no te dejemos más allá del sol y de la luna
pues bien sabemos, oh Dios,
Que eres sol de justicia
cuando te buscamos en las luchas de cada día
o te defendemos en los más necesitados
Cuando te anhelamos
en un mundo que necesita ser mejor
o te descubrimos en la común unión con los otros.
ESTÁS AQUÍ, SEÑOR
Tu secreto, un secreto a voces,
es el amor del Padre, con el Hijo y en el Espíritu.
Una familia que, estando sentada en el cielo,
camina con los pies de Cristo en la tierra.
Una conversación que, dándose en el cielo,
se escucha con nitidez a través del Espíritu Santo
Una mesa que, asentándose en el cielo,
se prolonga en la casa de todos aquellos
que cantan, creen, viven y se asombran
ante el Misterio Trinitario.
ESTÁS AQUÍ, SEÑOR
En el amor que se comparte
En la libertad que nos hace libres
En los lazos que unen
En el despliegue de ternura y de comprensión
En la personalidad de cada uno
En el afán de buscar puentes y no divisiones
ESTÁS AQUÍ, SEÑOR