IX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Tb. 2,9-14: Tobías ciego.
b.- Mc. 12,13-17: El tributo al César.
Fariseos y herodianos juntos, frente a Jesús, para consultarle acerca del tributo que
como ciudadanos debían pagar al César, esto no podía ser sino una trampa o una
pregunta capciosa. Si decía que sí, debía pagarlo, se convertía en idolátra, porque
el emperador romano, era considerado una divinidad, además lo podían acusar de
colaborador con el poder imperial. Si su respuesta era negativa, lo podían acusar de
ser un rebelde, soliviantar al pueblo a la rebelión y no cumplir la ley establecida por
el poder pagano. Sin embargo, hay que hacer notar que si bien, la pregunta iba
torcida, los fariseos tenían un buen concepto del Maestro de Nazaret: lo consideran
veraz y que enseña el camino de Dios (v.14). ¿Lo creían de verdad, o habían oído
hablar así de Él? No lo sabemos, pero al menos, conocemos lo que se decía de ÉL
en esos ambientes partidistas. Si sorprende la forma en que estos fariseos y
herodianos se presentan a Jesús, más admirable, es la respuesta que les brinda a
su interrogante: “Mas él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me
tentáis? Traedme un denario, que lo vea.» Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es
esta imagen y la inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César.» Jesús les dijo: «Lo del
César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios.» Y se maravillaban de él.” (vv.
15-17). Hoy no resulta fácil equilibrar esta doble pertenencia a la sociedad y a Dios,
porque puestos a pensar un poco, pareciera que le damos más al César, que a Dios,
vivimos más para el consumismo, las cosas materiales, que para las realidades de
la fe. Lo más sano será vivir la fe no como un deber, sino como una respuesta
integradora de la realidad que nos toca vivir día a día, donde tratamos de encontrar
al Señor para darle una visión de creyente a eso que hacemos diariamente: estar
con la familia, trabajar, estudiar, etc. Para dar a Dios, tenemos que ser conscientes
de cuánto hemos recibido, hasta percibir sus dádivas día a día. Es la respuesta a la
inmensa bondad de Dios, la mirada de fe, y trascendencia comprometida con todo
lo que hemos recibido. Amor con amor se paga. Como cristianos, vivimos en una
sociedad que nos reconoce como ciudadanos, que tienen derechos y deberes, que
cumplir para sí entendernos y vivir en forma más civilizada y justa posible. Lo
contrario sería un caos. Ahora el cristiano desde su vida dedicada a Dios,
contempla, porque tiene una mirada propia de la realidad, que quiere transformar
desde dentro con su testimonio. Su vida de familia, su vida profesional, lo que haga
por el prójimo, será su modo como cristiano de darle a Dios y a la sociedad lo que
corresponde. Hay, sin embargo, muchos que viven su relación con la sociedad no
desde Dios, sino desde sí mismos y dan a la sociedad mucho más de lo que es
posible ofrecerle, ya que sin tener una opinión propia, viven al dictado de los
criterios de la sociedad. Ahí hay vaciedad, y un sin sentido, por la propia
existencia, y la de los demás. Hoy más que nunca se necesita tener claro lo que
debemos a Dios y a la sociedad. Ser cristiano hoy significa ser luz y sal, testigo y
profeta, poseer un sentido, n norte para la propia existencia, y la de nuestros
hermanos, en la sociedad que construimos.