IX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Miercoles
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Tob. 3, 1-11.16-17: La desgracia de Sara
b.- Mc. 12, 18-27: Resurrección de los muertos
Los saduceos, otro partido religioso, negaban la resurrección, cosa que sí afirmaban
los fariseos, por lo tanto, cercanos a Jesucristo en ese tema. El caso que le ponen
se basa en la ley del levirato (cfr. Dt. 25, 5; Gn. 38, 8), según la cual la viuda,
debía unirse al hermano del difunto fallecido, para que le diera descendencia. En
esta hipótesis, siete hermanos tuvieron a la misma mujer, en la vida eterna cuando
resuciten: ¿de quién será la mujer, si todos los hermanos la tuvieron por esposa?
(v.23) Jesús establece que en la vida eterna, hombres y mujeres, serán como
ángeles, es decir, espíritus celestiales. Para confirmar su tesis sobre la resurrección
cita a Ex. 3, 6: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac, el Dios de Jacob. No es un
Dios de muertos sino de vivos” (v. 26). Lo más importante de este pasaje, es la
noticia de la vida eterna, seremos como ángeles, espíritus celestiales que alaban a
Dios y contemplan su Rostro por toda la eternidad. Es un anuncio de su propia
resurrección. En una buena noticia, sobre todo cuando nos preguntamos, cómo será
esa vida eterna a la cual estamos llamados por nuestra vocación a la santidad. La
vida eterna, es la meta de nuestro caminar, por eso es tan importante preparar esa
vida con la escucha de la palabra de Dios, la vida sacramental, particularmente la
reconciliación y la Eucaristía, uno nos purifica y renueva, el otro nos comunica la
vida del Resucitado a nuestro espíritu. Es verdad, que la vida nos sumerge en
medio de las preocupaciones propias de nuestra sociedad, pero no olvidemos que
todo este mundo pasa, lo único verdadero, es la vida teologal, la fe, la esperanza y
la caridad. Una fe que siendo luminosa también nos oculta, hasta la vida eterna, la
plenitud de su contenido, una esperanza que nos asegura los bienes que ya
poseemos en esperanza teologal y una caridad que busca la posesión de Dios y la
unión definitiva en conocimiento y amor eterno.