X Semana del Tiempo Ordinario. (Año Impar)
Jueves
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- 2 Cor. 3, 15; 4, 1. 3-6: Donde está el Espíritu Santo hay libertad.
b.- Mt. 5, 20-26: Superar la justicia de fariseos y letrados.
Comienza Jesús a instruir a sus discípulos en forma muy concreta. Comienza el
discurso llamado de las antítesis, es decir, “habéis oído que se dijo” y “yo os digo”,
lo nos enseña ahora (cfr. Mt. 5, 21-43) Pide que hay que ir más allá de lo mandado,
es decir, no quedarse en lo externo sino más allá, interiorizar la ley. De ahí que
establezca que si la justicia, santidad de sus discípulos no es mayor que la de los
fariseos y letrados, no entrarán en el Reino de los cielos. No matar, es un
imperativo, pero Jesús enseña, que quien se deja llevar por la cólera, o llama a su
hermano loco o inútil, es reo de responder en un tribunal. Se puede matar la honra,
el nombre, a otro no con las armas sino con las actitudes del desprecio, del odio, o
de renegar contra el hermano. Va más allá, insiste en lo interior. Va a la raíz del
acto de denigrar al otro. Para favorecer más esta actitud de interiorizar la ley de
Dios establece otro criterio fundamental, como es, unir la vida moral al culto divino.
El símil de la ofrenda explica esta realidad. No basta entonces para ser un buen
discípulo de Cristo la rectitud moral, para eso no se necesita fe, sino que esa vida
sea fruto de una íntima relación con Dios, que hace de las actitudes otras tantas
virtudes que florecen del sano equilibrio entre principios morales y una dinámica de
vida teologal. La justicia, es decir, la santidad del cristiano será auténtica si a la
voluntad de querer hacer las cosas bien, se unen sólidos principios morales nutridos
por la fe y el amor de Dios. En la convivencia diaria muchas veces ofendemos al
prójimo de forma constante: cuando hablamos mal, calumniamos, hacemos daño al
hermano también con nuestras omisiones, etc. Jesús pide respeto por la vida del
prójimo en todas sus formas, para hacer del culto público y privado que rendimos a
Dios, algo auténtico, hacer de la propia una verdadera religión, mejor dicho una
ofrenda humilde y agradable en la presencia del Altísimo.
Teresa de Jesús, comprende que a grandes gracias del Señor, mayor colaboración
y responsabilidad del cristiano, desde una conciencia limpia y agradecida. “Y que no
piense que, por tener una hermana cosas semejantes, es mejor que las otras; lleva
el Señor a cada una como ve que es menester. Aparejo es para venir a ser muy
sierva de Dios, si se ayuda; mas, a las veces, lleva Dios por este camino a las más
flacas; y así no hay en esto por qué aprobar ni condenar, sino mirar a las virtudes,
y a quien con más mortificación y humildad y limpieza de conciencia sirviere a
nuestro Señor, que ésa será la más santa, aunque la certidumbre poco se puede
saber acá hasta que el verdadero Juez dé a cada uno lo que merece. Allá nos
espantaremos de ver cuán diferente es su juicio de lo que acá podemos entender.
¡Sea por siempre alabado, amén!” (6 M 8,10).