Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo C, Solemnidad de la Santísima Trinidad
---------------------------------------------------
Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Antes de comenzar la tierra, la sabiduría fue engendrada
* Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! * Vayamos
a Dios por Cristo mediante el amor que nos ha infundido el Espíritu Santo * Todo lo
que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará vaya
comunicando a ustedes
Textos para este día:
Proverbios 8, 22-31:
Así dice la sabiduría de Dios: "El Señor me estableció al principio de sus tareas, "al
comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra.
Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz
del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales.
Cuando ponía un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; cuando
asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su
encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la
tierra, gozaba con los hijos de los hombres."
Salmo 8 :
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has
creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle
poder? R.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el
mando sobre las obras de tus manos. R.
Todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del
campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar. R.
Romanos 5, 1-5:
Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con
Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos
gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.
Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación
produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la
esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado .
Juan 16, 12-15:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Muchas cosas me quedan por deciros,
pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la
verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de
lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo
anunciará."
Homilía
Temas de las lecturas: Antes de comenzar la tierra, la sabiduría fue engendrada
* Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! * Vayamos
a Dios por Cristo mediante el amor que nos ha infundido el Espíritu Santo * Todo lo
que tiene el Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará vaya
comunicando a ustedes
1. La Gloria de la Trinidad en la Historia
1.1 El 9 de febrero del año 2000 el papa Juan Pablo II nos regaló una reflexión
preciosa sobre la presencia del misterio trinitario en la historia. Ofrecemos un
aparte de su enseñanza, aunque la numeración aquí presentada es nuestra.
1.2 trataremos de ilustrar esta presencia de Dios en la historia, a la luz de la
revelación trinitaria, que, aunque se realizó plenamente en el Nuevo Testamento,
ya se halla anticipada y bosquejada en el Antiguo. Así pues, comenzaremos con el
Padre, cuyas características ya se pueden entrever en la acción de Dios que
interviene en la historia como padre tierno y solícito con respecto a los justos que
acuden a él. Él es "padre de los huérfanos y defensor de las viudas" (Sal 68, 6);
también es padre en relación con el pueblo rebelde y pecador.
1.3 Dos páginas proféticas de extraordinaria belleza e intensidad presentan un
delicado soliloquio de Dios con respecto a sus "hijos descarriados" (Dt 32, 5). Dios
manifiesta en él su presencia constante y amorosa en el entramado de la historia
humana. En Jeremías el Señor exclama: "Yo soy para Israel un padre (...) ¿No es
mi hijo predilecto, mi niño mimado? Pues cuantas veces trato de amenazarlo, me
acuerdo de él; por eso se conmueven mis entrañas por él, y siento por él una
profunda ternura" (Jr 31, 9. 20). La otra estupenda confesión de Dios se halla en
Oseas: "Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. (...) Yo le
enseñé a caminar, tomándolo por los brazos, pero no reconoció mis desvelos por
curarlo. Los atraía con vínculos de bondad, con lazos de amor, y era para ellos
como quien alza a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de
comer. (...) Mi corazón está en mí trastornado, y se han conmovido mis entrañas"
(Os 11, 1. 3-4. 8).
2. Junto a nosotros
2.1 Continúa enseñándonos el papa Juan Pablo II.
2.2 De los anteriores pasajes de la Biblia debemos sacar como conclusión que Dios
Padre de ninguna manera es indiferente frente a nuestras vicisitudes. Más aún,
llega incluso a enviar a su Hijo unigénito, precisamente en el centro de la historia,
como lo atestigua el mismo Cristo en el diálogo nocturno con Nicodemo: "Tanto
amó Dios al mundo que le dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él
no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al
mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él" (Jn 3, 16-
17). El Hijo se inserta dentro del tiempo y del espacio como el centro vivo y
vivificante que da sentido definitivo al flujo de la historia, salvándola de la
dispersión y de la banalidad. Especialmente hacia la cruz de Cristo, fuente de
salvación y de vida eterna, converge toda la humanidad con sus alegrías y sus
lágrimas, con su atormentada historia de bien y mal: "Cuando sea levando de la
tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32). Con una frase lapidaria la carta a los
Hebreos proclamará la presencia perenne de Cristo en la historia: "Jesucristo es el
mismo ayer, hoy y siempre" (Hb 13, 8).
2.3 Para descubrir debajo del flujo de los acontecimientos esta presencia secreta y
eficaz, para intuir el reino de Dios, que ya se encuentra entre nosotros (cf. Lc 17,
21), es necesario ir más allá de la superficie de las fechas y los eventos históricos.
Aquí entra en acción el Espíritu Santo. Aunque el Antiguo Testamento no presenta
aún una revelación explícita de su persona, se le pueden "atribuir" ciertas iniciativas
salvíficas. Es él quien mueve a los jueces de Israel (cf. Jc 3, 10), a David (cf. 1 S
16, 13), al rey Mesías (cf. Is 11, 1-2; 42, 1), pero sobre todo es él quien se
derrama sobre los profetas, los cuales tienen la misión de revelar la gloria divina
velada en la historia, el designio del Señor encerrado en nuestras vicisitudes. El
profeta Isaías presenta una página de gran eficacia, que recogerá Cristo en su
discurso programático en la sinagoga de Nazaret: "El Espíritu del Señor Yahveh está
sobre mí, pues Yahveh me ha ungido, me ha enviado a predicar la buena nueva a
los pobres, a sanar los corazones quebrantados, a anunciar a los cautivos la
liberación, y a los reclusos la libertad, y a promulgar el año de gracia de Yahveh"
(Is 61, 1-2; cf. Lc 4, 18-19).
2.4 El Espíritu de Dios no sólo revela el sentido de la historia, sino que también da
fuerza para colaborar en el proyecto divino que se realiza en ella. A la luz del Padre,
del Hijo y del Espíritu, la historia deja de ser una sucesión de acontecimientos que
se disuelven en el abismo de la muerte; se transforma en un terreno fecundado por
la semilla de la eternidad, un camino que lleva a la meta sublime en la que "Dios
será todo en todos" (1 Co 15, 28). El jubileo, que evoca "el año de gracia"
anunciado por Isaías e inaugurado por Cristo, quiere ser la epifanía de esta semilla
y de esta gloria, para que todos esperen, sostenidos por la presencia y la ayuda de
Dios, en un mundo nuevo, más auténticamente cristiano y humano.
2.5 Así pues, cada uno de nosotros, al balbucear algo del misterio de la Trinidad
operante en nuestra historia, debe hacer suyo el asombro adorante de san Gregorio
Nacianceno, teólogo y poeta, cuando canta: "Gloria a Dios Padre y al Hijo, rey del
universo. Gloria al Espíritu, digno de alabanza y todo santo. La Trinidad es un solo
Dios, que creó y llenó todas las cosas..., vivificándolo todo con su Espíritu, para que
cada criatura rinda homenaje a su Creador, causa única del vivir y del durar. La
criatura racional, más que cualquier otra, lo debe celebrar siempre como gran Rey y
Padre bueno" (Poemas dogmáticos, XXI, Hymnus alias: PG 37, 510-511)
Fr. Nelson Medina, O.P.