EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la séptima semana del tiempo ordinario
Libro de Eclesiástico 17,1-15.
El Señor sacó al hombre de la tierra, y allá lo hace volver.
Para cada uno determinó el tiempo de su venida y el número de sus días; les dio
poder sobre las cosas de la tierra.
Los revistió de fuerza semejante a la suya, haciéndolos a su imagen.
Hizo que todo ser animado los temiera, y que fueran amos de las fieras salvajes y
de las aves.
[…]
Les dio para que percibieran la realidad una conciencia, una lengua y ojos, oídos y
entendimiento.
Los llenó de saber y de inteligencia, y les enseñó el bien y el mal.
Puso en ellos su ojo interior, haciéndolos así descubrir las grandes cosas que había
hecho,
[…]
para que alabaran su Nombre Santísimo y proclamaran la grandeza de sus obras.
Les reveló además un saber, y los dotó de una Ley de vida.
Concluyó con ellos una alianza eterna y les enseñó sus decretos.
Sus ojos contemplaron su gloria majestuosa, sus oídos oyeron su voz poderosa.
Les dio mandamientos con respecto a su prójimo, diciéndoles: «Eviten cualquier
injusticia».
El comportamiento del hombre está siempre ante sus ojos, no pueden escapar a su
mirada.
Salmo 103(102),13-14.15-16.17-18a.
Como la ternura de un padre con sus hijos es la ternura del Señor con los que le
temen.
El sabe de qué fuimos formados, se recuerda que sólo somos polvo.
El hombre: sus días son como la hierba, él florece como la flor del campo;
un soplo pasa sobre él y ya no existe y nunca más se sabrá dónde estuvo.
Pero el amor del Señor con los que le temen es desde siempre y para siempre;
defenderá a los hijos de sus hijos,
de aquellos que guardan su alianza y se acuerdan de cumplir sus ordenanzas.
Evangelio según San Marcos 10,13-16.
Algunas personas le presentaban los niños para que los tocara, pero los discípulos
les reprendían.
Jesús, al ver esto, se indignó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí y no se
lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
En verdad les digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en
él.»
Jesús tomaba a los niños en brazos e, imponiéndoles las manos, los bendecía.
Comentario del Evangelio por:
San León Magno (?-c 461), papa y doctor de la Iglesia
Sermón 7º para la Epifanía, 3 4 ; SC 22 bis, PL 54, 258
“Dejad que los niños se acerquen a mí”
Cristo ama la infancia que al principio él mismo asumió tanto en su alma como
en su cuerpo. Cristo ama la infancia que enseña humildad, que es la norma de la
inocencia, el modelo de la dulzura. Cristo ama la infancia, hacia la que orienta la
conducta de los adultos, hacia la que conduce a los ancianos y llama a imitar su
propio ejemplo a aquellos que deseen alcanzar el reino eterno.
Pero para entender cómo es posible realizar tal conversión, y con qué
transformación él nos revierte a una actitud de niños, dejemos que san Pablo nos
instruya y nos lo diga: “Para aquel que tenga sentido común, no se debe ser un
niño pequeño en cuanto a vuestros pensamientos, sino un niño pequeño en lo que
respecta a la malicia” (1Corintios 14,20). Por lo tanto, no debemos volver a
nuestros días de infancia, ni a las torpezas del inicio, sino tomar alguna cosa que
pertenece a los años de madurez; es decir, apaciguar rápidamente las agitaciones
interiores, encontrar rápido la calma, olvidar totalmente las ofensas, ser
completamente indiferente a los honores, amar y reencontrarse juntos, guardar la
igualdad de ánimo como un estado natural. Es un gran bien no saber cómo dañar a
otros y no tener gusto por el mal...; no devolver a nadie el mal por el mal (Pablo a
los Romanos 12,17), es la paz interior de los niños, la que le conviene a los
cristianos... Es esta forma de humildad la que nos enseña el Salvador cuando era
niño y fue adorado por los magos.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”