EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Marcos 10,17-27.
Jesús estaba a punto de partir, cuando un hombre corrió a su encuentro, se
arrodilló delante de él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para
conseguir la vida eterna?»
Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios.
Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas
cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.»
El hombre le contestó: «Maestro, todo eso lo he practicado desde muy joven.»
Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le dijo: «Sólo te falta una cosa: vete,
vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro
en el Cielo. Después, ven y sígueme.»
Al oír esto se desanimó totalmente, pues era un hombre muy rico, y se fue triste.
Entonces Jesús paseó su mirada sobre sus discípulos y les dijo: «¡Qué difícilmente
entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!»
Los discípulos se sorprendieron al oír estas palabras, pero Jesús insistió: «Hijos,
¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios!
Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar
en el Reino de Dios.»
Ellos se asombraron todavía más y comentaban: «Entonces, ¿quién podrá
salvarse?»
Jesús los miró fijamente y les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para
Dios, porque para Dios todo es posible.»
Comentario del Evangelio por :
San Clemente de Alejandría (150-c 215), teólogo
Homilía “¿Se puede salvar el rico?”
“Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”
Ignorar a Dios es morir; conocerlo es vivir en Él, amarlo, tratar de parecerse a él,
esa es la verdadera vida. Si deseáis la vida eterna... primero tratad de conocerlo,
aun si “nadie lo conoce, si no es por el Hijo y aquel a quien el hijo considere justo
revelárselo” (Mateo 11,27). Después de Dios, conoced la grandeza del Redentor y
su gracia inestimable; “la Ley, dijo el apóstol Juan, nos fue dada por Moisés, pero la
gracia y la verdad nos fueron dadas por Jesucristo” (1,17)... Si la Ley de Moisés
pudiera darnos la vida eterna, ¿para qué habría venido nuestro Salvador al mundo
a sufrir por nosotros desde su nacimiento hasta su muerte, llevando una vida
totalmente humana? ¿Por qué el hombre que cumplía tan fielmente desde su
juventud los mandamientos de la Ley se lanzaría a los pies de otro para pedir la
inmortalidad?
Este joven observaba toda la Ley, y había estado apegado a ella desde su
juventud... Pero él bien sabe que aunque no le falte nada a su virtud, la vida aún le
hace falta. Por eso va a pedirle al único que lo puede conceder; él está seguro de
cumplir con la Ley, pero le implora al Hijo de Dios... Las amarras de la Ley no lo
defendían bien del balanceo; inquieto, abandona estas aguas peligrosas y lanza su
ancla al puerto del Salvador.
Jesús no le reprocha haber faltado a la Ley, sino que comienza a amarle,
conmovido por esta muestra de dedicación. Sin embargo, se declara aún
imperfecto...: es un buen obrero de la Ley, pero es perezoso en lo que respecta a la
vida eterna. La santa Ley es como un pedagogo que encamina a los mandamientos
perfectos de Jesús (Pablo a los Gálatas 3,24) y hacia su gracias. Jesús es “el
resultado de la Ley para que sea dada la justicia a todos aquellos que creen en Él”
(Romanos 10,4)
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”