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Domingo del Corpus C
“Dénles ustedes de comer” (Lc 9, 11-17)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy )
José Martínez de Toda, S.J. ( martodaj@gmail.com )
Este es uno de los milagros más espectaculares de Jesús. ¿Dónde ocurrió
este milagro?
A unos tres kilómetros de Cafarnaúm, muy cerca del mar de Tiberíades, está Tabgha,
que es la contracción de la palabra griega “Heptapegon”, que quiere decir “Siete Fuentes”.
Allí hay una iglesia, llamada “iglesia de la multiplicación”, que está edificada sobre la
que ya existía allí hace 1.400 años. Los mosaicos que hay en el suelo, son los del antiguo
templo y tienen un gran valor artístico y arqueológico. En uno de esos mosaicos se representa
un cesto con cinco panes y dos peces a sus lados.
Recuerda aquel día en que caía la tarde y la muchedumbre seguía al pié de Jesús
escuchándole. Sus discípulos le decían a Jesús que despidiera a la gente, para que fuera a los
poblados vecinos a comer y descansar en la noche.
Pero Jesús arregló el problema de otra manera: quiso contar con la colaboración
responsable de los discípulos y, multiplicando el pan y el pescado, que un muchacho llevaba
para sí, hizo que lo repartieran de manera que 5.000 hombres, además de los niños y mujeres
presentes, comieron hasta saciarse.
¿Qué relación tiene con la fiesta del Corpus?
El mismo Jesús comparó el comer el pan de la Multiplicación de los Panes con el
comer su cuerpo. Esto ocurrió cuando los que habían estado en la Multiplicación de los panes
le pedían más y más milagros.
¿Y el pan y el vino eucarísticos son como cualquier alimento?
Cuando comemos algún alimento, éste se transforma en nosotros mismos. Pero el
alimento eucarístico hace al revés: nos transforma en Cuerpo de Cristo, nos convertimos en
aquello que comemos.
¿Y por qué nosotros que comulgamos hasta diariamente, no
experimentamos en nosotros ese cambio tan profundo?
Quizá esta historia te lo explique:
< En tiempo de la Guerra Fría un grupo de rusos y norteamericanos iban
juntos en una expedición. Al llegar la hora de la comida, los rusos sacaron un
trozo de pan negro ruso, sabroso pero duro para los dientes.
Un norteamericano ingenuo quiso probar el pan ruso, pero se le rompió el
diente, y gritó:
- “¡Vaya pan comunista!”. Y un ruso respondió:
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- “La culpa no es del pan, sino de esos débiles dientes capitalistas”.>
Si no experimentamos cambio después de la Comunión, quizá la culpa no
es del pan eucarístico, sino de nuestros dientes débiles y rotos; es culpa de
nuestra débil fe, de nuestro raquítico amor.
¿Y qué nos pide a cambio Jesús?
¡Nada! Es gratis. Aquí te va otra historia:
<Una familia del este de Europa decidió emigrar hace años a América. Sus familiares
y amigos se reunieron para despedirles y como regalo de despedida les dieron pan y queso.
Todos ellos eran pobres, pero la familia reunió pan y queso suficientes para que les durara
durante toda la travesía.
Viajaron en un viejo barco de vapor recluidos en su camarote durante todo el viaje
para no malgastar sus pocos ahorros. Todas sus comidas consistían en pan y queso.
La víspera del desembarco, el más pequeño de los hijos, un muchacho de nueve años,
suplicó insistentemente a su padre que le dejara salir para comprarse una manzana, estaba ya
enfermo de tanto pan y queso. El padre después de regañarle y, de mala gana, le dio unos
céntimos para que subiera a cubierta y se comprara la manzana. Y le ordenó que volviera
inmediatamente al camarote.
El muchacho salió, el tiempo pasaba y no regresaba, su padre preocupado por la
tardanza fue en su búsqueda. Pasó por el comedor del barco y, cual no fue su sorpresa, cuando
lo vió comiendo una cena suculenta. Pensando en el gasto, se indignó y empezó a echarle una
reprimenda. Pero el muchacho le dijo: "Papá, es todo gratis. La podíamos haber comido todos
los días. La comida está incluida en el pasaje".> (Félix Jiménez, escolapio).
¿Cómo se aplica esto a la Eucaristía?
Como en la historia del pan y del queso, muchos cristianos corren el riesgo de
encerrarse en sus devociones: su rosario, sus novenas, sus cofradías, su grupo…y no enterarse
de que hay un alimento gratis y más importante que todas las devociones: el Cuerpo de
Cristo.
"Si no comen mi carne y no beben mi sangre, no tienen vida eterna".
Otros se la pasan recluidos en sus casas y en sus negocios, y nunca vienen a este
magnífico comedor y no se enteran de que Jesús nos dejó un alimento gratis para vivir unidos
a Él y a los hermanos.
El altar de la Eucaristía es la mesa de un restaurante dominical , donde se hace
presente la entrega fiel de Jesús hasta la muerte , donde se celebra lo que Dios hace en
nosotros y a través de nosotros. Es un restaurante abierto a todos para llegar sanos y salvos al
final de nuestra travesía a un puerto, donde comenzamos una vida nueva llena de sorpresas y
satisfacciones.
El Hijo de Dios nos amó tanto que nos dejó su cuerpo resucitado en las especies del
pan y vino, oculto pero real, y entregado por ti.