Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Mayo 31
Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: El Señor será el rey de Israel, en medio de ti * Qué
grande es en medio de ti el Santo de Israel. * ¿Quién soy yo para que me visite la
madre de mi Señor?
Textos para este día:
Sofonías 3,14-18:
Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón,
Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El
Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán a
Jerusalén: "No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio
de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra
con júbilo como en día de fiesta." Apartaré de ti la amenaza, el oprobio que pesa
sobre ti.
Isaías 12,2-6 :
El Señor es mi Dios y salvador: / confiaré y no temeré, / porque mi fuerza y mi
poder es el Señor, / él fue mi salvación. / Y sacaréis aguas con gozo / de las
fuentes de la salvación. R.
Dad gracias al Señor, / invocad su nombre, / contad a los pueblos sus hazañas, /
proclamad que su nombre es excelso. R.
Tañed para el Señor, que hizo proezas, / anunciadlas a toda la tierra; / gritad
jubilosos, habitantes de Sión: / "Qué grande es en medio de ti / el Santo de Israel."
R
Lucas 1,39-56:
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo
de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el
saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y
dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó
a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído,
porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."
María dijo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por
mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los
colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en
favor de Abrahán y su descendencia por siempre."
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
Homilía
Temas de las lecturas: El Señor será el rey de Israel, en medio de ti * Qué
grande es en medio de ti el Santo de Israel. * ¿Quién soy yo para que me visite la
madre de mi Señor?
1. Feliz la que ha creído
1.1 En este día de la visita de Nuestra Señora a su prima Isabel, escuchemos hoy
con particular amor una meditación que nos ofrece el Papa Juan Pablo II en su
Encíclica “Redemptoris Mater”, en los números 12 y 19, aunque la numeraci￳n aquí
propuesta es nuestra.
1.2 Poco después de la narración de la anunciación, el evangelista Lucas nos guía
tras los pasos de la Virgen de Nazaret hacia “una ciudad de Judá” (Lc 1, 39). Según
los estudiosos esta ciudad debería ser la actual Ain-Karim, situada entre las
monta￱as, no distante de Jerusalén. María lleg￳ allí “con prontitud” para visitar a
Isabel su pariente. El motivo de la visita se halla también en el hecho de que,
durante la anunciación, Gabriel había nombrado de modo significativo a Isabel, que
en edad avanzada había concebido de su marido Zacarías un hijo, por el poder de
Dios: “Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es
ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible
a Dios” (Lc 1, 36-37). El mensajero divino se había referido a cuanto había
acontecido en Isabel, para responder a la pregunta de María: “﾿C￳mo será esto,
puesto que no conozco var￳n?” (Lc 1, 34). Esto sucederá precisamente por el
“poder del Altísimo”, como y más aún que en el caso de Isabel.
1.3 Así pues María, movida por la caridad, se dirige a la casa de su pariente.
Cuando entra, Isabel, al responder a su saludo y sintiendo saltar de gozo al niño en
su seno, “llena de Espíritu Santo”, a su vez saluda a María en alta voz: “Bendita tú
entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno” (cf. Lc 1, 40-42). Esta exclamación
o aclamación de Isabel entraría posteriormente en el Ave María, como una
continuación del saludo del ángel, convirtiéndose así en una de las plegarias más
frecuentes de la Iglesia. Pero más significativas son todavía las palabras de Isabel
en la pregunta que sigue: “﾿de donde a mí que la madre de mi Se￱or venga a mí?”
(Lc 1, 43). Isabel da testimonio de María: reconoce y proclama que ante ella está la
Madre del Señor, la Madre del Mesías. De este testimonio participa también el hijo
que Isabel lleva en su seno: “salt￳ de gozo el ni￱o en su seno” (Lc 1, 44). El ni￱o es
el futuro Juan el Bautista, que en el Jordán señalará en Jesús al Mesías.
1.4 En el saludo de Isabel cada palabra está llena de sentido y, sin embargo,
parece ser de importancia fundamental lo que dice al final: “ᄀFeliz la que ha creído
que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Se￱or!” (Lc 1, 45).
Estas palabras se pueden poner junto al apelativo “llena de gracia” del saludo del
ángel. En ambos textos se revela un contenido mariológico esencial, o sea, la
verdad sobre María, que ha llegado a estar realmente presente en el misterio de
Cristo precisamente porque “ha creído”. La plenitud de gracia, anunciada por el
ángel, significa el don de Dios mismo; la fe de María, proclamada por Isabel en la
visitación, indica como la Virgen de Nazaret ha respondido a este don.
2. Venciendo la desobediencia de Adán
2.1 ᄀSí, verdaderamente “feliz la que ha creído”! Estas palabras, pronunciadas por
Isabel después de la anunciación, [luego] a los pies de la Cruz, parecen resonar con
una elocuencia suprema y se hace penetrante la fuerza contenida en ellas. Desde la
Cruz, es decir, desde el interior mismo del misterio de la redención, se extiende el
radio de acción y se dilata la perspectiva de aquella bendición de fe. Se remonta
“hasta el comienzo” y, como participaci￳n en el sacrificio de Cristo, nuevo Adán, en
cierto sentido, se convierte en el contrapeso de la desobediencia y de la
incredulidad contenidas en el pecado de los primeros padres. Así enseñan los
Padres de la Iglesia y, de modo especial, San Ireneo, citado por la Constitución
Lumen gentium: “El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la
obediencia de María; lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, la Virgen María lo
desat￳ por la fe”.
2.2 A la luz de esta comparación con Eva los Padres -como recuerda todavía el
Concilio- llaman a María “Madre de los vivientes” y afirman a menudo: “la muerte
vino por Eva, por María la vida”.
2.3 Con raz￳n, pues, en la expresi￳n “feliz la que ha creído” podemos encontrar
como una clave que nos abre a la realidad íntima de María, a la que el ángel ha
saludado como “llena de gracia”. Si como a llena de gracia” ha estado presente
eternamente en el misterio de Cristo, por la fe se convertía en partícipe en toda la
extensi￳n de su itinerario terreno: “avanz￳ en la peregrinaci￳n de la fe” y al mismo
tiempo, de modo discreto pero directo y eficaz, hacía presente a los hombres el
misterio de Cristo. Y sigue haciéndolo todavía. Y por el misterio de Cristo está
presente entre los hombres. Así, mediante el misterio del Hijo, se aclara también el
misterio de la Madre.
Fr. Nelson Medina, O.P.