EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Marcos 10,46-52.
Llegaron a Jericó. Al salir Jesús de allí con sus discípulos y con bastante más gente,
un ciego que pedía limosna se encontraba a la orilla del camino. Se llamaba
Bartimeo (hijo de Timeo).
Al enterarse de que era Jesús de Nazaret el que pasaba, empezó a gritar: «¡Jesús,
Hijo de David, ten compasión de mí!»
Muchas personas trataban de hacerlo callar. Pero él gritaba con más fuerza: «¡Hijo
de David, ten compasión de mí!»
Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.» Llamaron, pues, al ciego diciéndole: «Vamos,
levántate, que te está llamando.»
Y él, arrojando su manto, se puso en pie de un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego respondió: «Maestro,
que vea.»
Entonces Jesús le dijo: «Puedes irte, tu fe te ha salvado.» Y al instante pudo ver y
siguió a Jesús por el camino.
Comentario del Evangelio por :
Guillermo de San Teodorico (c 1085-1148), monje benedictino y después
cisterciense
La contemplación de Dios, 1- 2
“¿Qué quieres que haga por ti?”
“ᄀVenid! Subamos al monte del Se￱or, a la casa del Dios de Jacob, y nos ense￱ará
sus caminos” (Is 2,3). Vosotros, las intenciones, deseos intensos, voluntad y
pensamientos, afectos y todas las energías del corazón, venid, escalemos el monte,
lleguémonos al lugar donde el Señor ve y se hace ver. Pero vosotros,
preocupaciones, solicitaciones e inquietudes, trabajos y servidumbres, esperadnos
aquí... hasta que, apresurándonos hacia este lugar, regresemos junto a vosotros
después de haber adorado (cf Gn 22, 5). Porque será necesario regresar, y
desgraciadamente, demasiado pronto.
Se￱or, Dios de mi fuerza, vuélvenos hacia ti, “restáuranos, que brille tu rostro y nos
salve” (Sal 79,20). Pero, Se￱or, ᄀcuán prematuro, temerario, presuntuoso,
contrario a la norma dada por la palabra de tu verdad y de tu sabiduría, es
pretender ver a Dios con corazón impuro! Oh bondad soberana, bien supremo, guía
de corazones, luz de nuestros ojos interiores, por tu bondad, Señor, ten piedad.
¡He aquí mi purificación, mi confianza y mi justicia: la contemplación de tu bondad,
Se￱or bondadoso! Tú, Dios mío, dices a mi alma como solo tú lo sabes hacer: “Tu
salvaci￳n soy yo” (Sal 34,3). Rabboni, maestro y aleccionador soberano, tú, el
único doctor capaz de hacerme ver lo que deseo ver, di a este ciego mendigo:
“﾿Qué quieres que haga por ti?” Y tú, que me das esta gracia, sabes bien..., con
qué fuerza mi coraz￳n exclama: “ᄀTe he buscado, Se￱or; buscaré siempre tu rostro!
No me escondas tu rostro” (Sal 26,8).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”