¿Un evangelio abandonado?
El Papa Francisco ha venido apalabrándonos sobre la necesidad de tomar en serio
nuestra vida cristiana. Ni cristianos de salón, ni máscaras, ni componendas sociales en
nuestra opción por Jesucristo. Es un llamado a tomar en serio no sólo el nombre, sino la
identidad. Y hacerlo con fuego, con pasión, en vibrante sintonía con un mundo que
reclama, exige compromisos, respuestas, coherencia, transparencia.
Pablo se asombra de la manera como sus catequizandos de Galacia, han abandonado el
evangelio. O lo cambian o lo tergiversan. Hoy diríamos lo dulcifican, lo acomodan, lo
negocian, lo falsifican. Se van perdiendo lo valores de la Cruz, el respeto a la vida, el
sentido de la comunidad, la opción por la solidaridad, el horizonte de la Misión.
Cuando Salomón inaugura el Templo, rápidamente se da cuenta de que Dios se siente
estrecho en medio de tanta magnitud. ¡Dios no cabe en nuestras grandezas! Si es que
son ´grandezas´ nuestras limitaciones y debilidades. Salomón abría las puertas de su
edificación a los Judíos. Y luego recapacita que los extranjeros también podrían venir a
adorar al Señor. ¿Habrá cabida para los demás en nuestros cálculos religiosos?
Jesús se admira de la fe del Centurión. Es alguien que se deja tocar por la fe. Y lo hace
aceptando su pequeñez, la incomodidad de su corazón. Le basta la palabra de Jesús.
Más que sanar al enfermo, Jesús sana al amo, a aquel que da órdenes le convierte en
servidor. Son las travesuras del evangelio que juega con nuestros pequeños intereses y
los transforma en signos de salvación.
Cochabamba 02. 06.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com