No llores
La compasión es un propio de Dios. Es su ser, su identidad. También se llama
Misericordia. Expresa la conmoción íntima de Dios en sus entrañas, sus vísceras ante el
dolor ajeno. Un Dios consolador que recoge nuestras lágrimas y las transforma en
estallidos de gozo que dan sentido a nuestra existencia. Y la transforman.
Una viuda. A su viudez añade su orfandad. El único apoyo de su vida ha muerto. Sus
lágrimas tocan el corazón de Cristo. Un funeral y la danza de la vida que es Jesús y su
cortejo, se encuentran en forma desigual. Sólo la compasión los une. A Jesús no le
gustan los funerales. Tampoco la muerte. La vence con su resurrección. Toca el féretro
con su nueva humanidad ahí presente y lo devuelve vivo a su madre.
También Elías se convierte en intermediario de la vida. No la da. Es su cauce. Es la
diferencia con Jesús. Se encierra, ora y Dios le concede el favor para consolar a la viuda
que ha perdido a su hijo. La vida es la corriente caudalosa que recorre la Palabra y une a
los dos testamentos como el sacramento de un Dios vivo, el Viviente que nos abraza en
su seno maternal, consolador, santificador.
Pablo apela a un llamado de Dios desde el seno materno para pregonar la vida como
buena noticia de salvación a todos los increyentes. Ha dejado su mundo judío para ir al
mundo universo de todas las creencias, razas y pueblos con el fin de hacerlos
encontradizos en el centro de la historia que es Jesucristo. En Él está la vida, la fuente
de la vida. En Él nos reconciliamos todos. En Él saludamos el dolor como principio de
esperanza: La consolación de todas nuestras tribulaciones. Y cesará toda lágrima…
Cochabamba 09.06.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com