Gratuidad medida del amor
En alguna etapa de nuestra vida, alguien nos ense￱￳ a decir: “Gracias”. Más adelante,
supimos la razón. Íbamos descubriendo nuestra pobreza, las fronteras y límites de
nuestra pequeñez, la necesidad de apoyo, ayuda, amor. ¡Tan desvalidos éramos!
Reconocer esta pobreza personal, interior, sicológica, espiritual daba a nuestra vida una
dimensión infinita. Es la aceptación de Dios, principio radical de nuestra existencia.
La gratuidad tiene su centro en el amor incondicional de Dios que suscita en nosotros
una respuesta. La Liturgia de hoy es un canto a la gratuidad. Habla de conversión, de
perdón, un perdón que define la dimensión del amor. La gratuidad revela en nosotros
nuestra identidad como criaturas en manos de Dios. Porque Él no ama, existimos.
Pablo es el maestro de la gratuidad. Ningún mérito nuestro, ninguna Ley, ninguna virtud
podrían hacernos merecedores del Amor de Dios. Él nos ama gratuitamente. Su amor
sólo mira nuestra disponibilidad, actitud y apertura a su gracia, a su misericordia. No es
un Dios que califica o descalifica según nuestras obras, sino según su magnanimidad,
bondad infinita que nos salva por su inmenso amor.
“Porque mucho ama, mucho se le perdona”. Aquí está el secreto de la gratuidad: El
amor. El fariseo ya había condenado en su corazón a la mujer y también a Jesús con su
mirada pervertida. Era un simple cumplidor de la Ley. Su corazón estaba lejos de Dios
como dice Isaías. Para Jesús, nuestra pobreza espiritual es el sacramento de su amor.
Aceptarnos en nuestro pecado como David, o como la pecadora, desarma el corazón de
Dios. Su amor va más allá de nuestras categorías humanas.
Cochabamba 16.06.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com