SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI C
Gn 14, 18-20; Salmo 109; 1Cor 11, 23-26; Lucas 9, 11b-17
“…Se retiró con ellos a un pueblo llamado Betsaida, pero el gentío se dio cuenta y lo
siguió. Él los acogió, estuvo hablándoles del reinado de Dios, y curó a los que lo
necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle: - Despide a la
gente; que vayan a los pueblitos de alrededor a buscar alojamiento y comida;
porque esto es un lugar descampado. Él les contestó: - Denles de comer ustedes.
Replicaron ellos: - ¡Si no tenemos más que cinco panes y dos peces! A menos que
vayamos nosotros a comprar de comer para toda esta multitud. (Eran unos cinco
mil hombres). Jesús dijo a los discípulos: - Díganles que se echen en grupos de
cincuenta. Así lo hicieron, diciendo que se echaran todos. Y tomando Él los cinco
panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, los bendijo, los partió en trozos y se
los fue dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron hasta
quedar satisfechos todos, y recogieron los trozos que les habían sobrado: doce
canastas”.
Este domingo, la Iglesia nos invita a celebrar al Dios que se nos ha revelado en
Cristo y, como dice el mismo San Juan: “... no os pongáis tristes, no os dejaré
huérfanos...”; pues Cristo nos ha prometido que estará con nosotros todos los días
hasta el fin del mundo. En esta Solemnidad del Corpus Christi estamos celebrando
el misterio de nuestra fe, la presencia permanente de Cristo en su Iglesia (a través
del Sacramento), la presencia de Dios y el Cuerpo glorioso de Cristo, centro de
nuestra comunión y unidad. San Ambrosio de Milán escribe: ᆱ…La comuni￳n con
Cristo es, pues, comunión con el Espíritu. Cada vez que bebéis recibís la remisión
de los pecados y os embriagáis del Espíritu…ᄏ (De Sacramenti, V, 3, 17).
Cristo quiso continuar su presencia personal en Su Iglesia a través de la Eucaristía,
porque Él la ha querido concebir de esta manera como centro de unidad. La fiesta
que hoy celebramos no es la fiesta de un cuerpo inerte; es la fiesta de la presencia
corporal de Cristo que atrae a todos los hombres, como dijo en el evangelio de San
Juan: “... cuando yo sea elevado en lo alto atraeré a todos los hombres hacia
mí...”. De manera particular vamos a dar algunas líneas directrices de c￳mo esta
celebración nos invita a todos los creyentes a unirnos en Cristo que es causa de
nuestra comunión-unidad.
La primera narración, proclamada en la primera lectura, está tomada del libro del
Génesis, nos habla de Melquisedec, "rey de Salem" y "sacerdote del Dios altísimo",
que bendijo a Abraham y "…ofreci￳ pan y vino…". A este pasaje se refiere el Salmo
109, que atribuye al Rey Mesías un carácter sacerdotal por consagración directa de
Dios: “Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec" (Sal 109, 4). En la
víspera de su muerte en la cruz, Cristo instituyó la Eucaristía, también Él ofreció
pan y vino, que "en sus santas y venerables manos" (Canon romano) se
convirtieron en su Cuerpo y su Sangre, ofrecidos en sacrificio. Así daba
cumplimiento a la profecía de la antigua Alianza, vinculada a la ofrenda del
sacrificio de Melquisedec. Por ello en la carta a los Hebreos se nos dice: "…Él (...),
se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,
proclamado por Dios sumo sacerdote a semejanza de Melquisedec" (Hb 5, 7-10).
En el relato evangélico de la multiplicación de los panes, que completa la liturgia
eucarística del Corpus Christi, el evangelista San Lucas nos ayuda a comprender
mejor el don y el misterio de la Eucaristía. Jesús tomó cinco panes y dos peces,
levantó los ojos al cielo, los bendijo, los partió, y los dio a los Apóstoles para que
los fueran distribuyendo a la gente. Como narra San Lucas, todos comieron hasta
saciarse e incluso se llenaron doce canastos con los trozos que habían sobrado. Se
trata aquí de un prodigio sorprendente, que constituye además el inicio de un largo
proceso histórico: la multiplicación incesante en la Iglesia del Pan de vida nueva
para los hombres de todas las razas y culturas.
Jesús se define como "el Pan de vida", y a￱ade: “El pan que yo daré, es mi carne
para la vida del mundo". Este es el misterio de nuestra salvación, Cristo, único
Señor ayer, hoy y siempre, quiso unir su presencia salvífica en el mundo y en la
historia al sacramento de la Eucaristía. Quiso convertirse en pan partido, para que
todos los hombres pudieran alimentarse con su misma vida, mediante la
participación en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.
Tal como los discípulos, que escucharon con asombro su discurso en Cafarnaúm,
nosotros también experimentamos que este lenguaje no es fácil de entender,
muchas veces podemos sentir la tentación de darle una interpretación restrictiva.
Pero esto podría alejarnos de Cristo, como sucedió con aquellos discípulos que
"desde entonces ya no andaban con Él". Pero como ansiamos permanecer en
Cristo, le decimos con Pedro: “Se￱or, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna", y con la misma convicción de Pedro, nos arrodillamos hoy ante el
Sacramento del altar y renovamos nuestra profesión de fe en la presencia real de
Cristo Eucaristía.
Uno de los textos más antiguos que ponen en relación la Eucaristía con la acción y
el don del Espíritu Santo es la homilía pascual del Anónimo cuartodecimano, en ella
leemos estas palabras: ᆱ…Éstos son para nosotros los manjares de la sagrada
solemnidad, ésta la mesa espiritual, éste el gozo y el alimento inmortal. Nosotros
que nos nutrimos del pan bajado del cielo y que bebemos el cáliz que da alegría –
como sangre viva y candente que ha recibido la impronta del Espíritu celeste...» Así
en la fiesta del Corpus Christi contemplamos el signo del pan, signo que nos
recuerda también la peregrinación de Israel durante los cuarenta años en el
desierto. La Hostia que es nuestro maná con el cual el Señor nos alimenta, que es
el pan del cielo, con el que Él verdaderamente se entrega a sí mismo.
En esta Fiesta del Corpus Christi; que el Dios de la Alianza nos renueve
interiormente y nos conceda la experiencia del gozo de alimentarnos con el único
alimento –pan-, que sacia al hombre.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar