Solemnidad. El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Ciclo C
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Gn. 14,18-20: Melquisedec ofreció pan y vino.
La primera lectura, nos sitúa en la invasión de la región de Canaan y el rescate que
hace Abraham, de su sobrino Lot. De regreso pasa por Salém (Jerusalén) y se
encuentra con su rey y sacerdote Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo. El autor
sagrado, quiere resaltar la figura de Abraham, como guerrero, compromiso con su
familia, su generosidad a la hora de repartir el botín. Esos bienes, no son un don de
los cananeos, sino una bendición especial de Dios. Pero lo más importante, es
situar a Abraham en Jerusalén, el lugar santo por excelencia, donde se venera a
Yahvé. Es el deseo de mirar hacia atrás, proyección de la teología davídica, donde
Abraham recibió hospitalidad y la bendición del rey sacerdote Melquisedec.
Jerusalén, será capital de Israel con David, de ahí su interés, en estos hechos
precedentes. El gesto amistoso de Melquisedec, ofrecer pan y vino, es un gesto, de
hospitalidad a quien vuelve de la batalla, Abraham y sus hombres. Abraham, como
reconocimiento paga el diezmo, con lo cual reconoce el sacerdocio de Melquisedec.
Si bien esta figura es prácticamente es desconocida el NT la recuerda por sus
gestos muy significativos (cfr. Sal.110; Heb.7, 1-17), y fundamento teológico del
sacerdocio de Cristo Jesús.
b.- 1Cor. 11,23-26: Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del
Señor.
Pablo, exhorta a la comunidad de Corinto, con una catequesis sobre la Cena del
Señor. ÉL había recibido una tradición que venía del Señor, y que ahora él les
comunica. No es que él la hubiera recibido del Señor, sino que va a comunicar la
catequesis que él había recibido seguramente en la comunidad de Damasco, luego
de su conversión. Esta catequesis, hace hincapié en la muerte de Cristo en forma
cruenta, es decir, romper el pan, la entrega de su cuerpo; lo mismo el cáliz de la
nueva alianza, en su Sangre (vv. 24-25). Jesús pide a los apóstoles que ese gesto,
lo repitan en memoria suya (cfr. Lc. 22,19-20); este gesto es un claro recuerdo de
la celebración de la Pascua, celebrada de generación en generación, como memorial
de su muerte y resurrección. Era toda una fiesta para Yahvé (cfr. Ex. 12, 14). En el
ritual judío de la cena pascual, había una oración a Yahvé: que se acordara del
Mesías. La petición de Jesús de hacer esto en memoria suya, tiene su eco en este
mandato a los apóstoles. La pascua judía, recordaba la liberación del yugo egipcio,
por lo mismo, la pascua cristiana, habla de una liberación humana integral, de
todas las esclavitudes a la que está sometida la humanidad. El bautizado está
incorporado a la muerte y resurrección de Cristo, vida nueva, sin embargo, hasta
que el Señor venga la resurrección, es promesa para todo bautizado. El Sacrificio
Eucarístico, es un adelanto de esa vida nueva que tendremos en la eternidad.
c.- Lc. 9, 11-17: Comieron todos y se saciaron.
La multiplicación de los panes, es uno de los milagros más importantes de Jesús.
Toda una revelación de su parte en hechos y palabras, les abre a los hombres el
camino del reino de Dios y una vida nueva. La apocalíptica judía tradicional,
hablaba de la participación en el banquete en el reino de Dios, ya sea Isaías que
habla de banquete suculento en vinos y manjares exquisitos, dichoso el que coma
en el reino, se habla en una parábola, o Jesús, que come la cena hasta su
cumplimiento definitivo en el reino (cfr. Is. 25,7; Lc. 14,15; 22, 16). Es
nuevamente en el desierto, de noche, en despoblado, donde Dios renueva los
prodigios de la historia de su pueblo; en medio de ellos se encuentra Dios, en la
persona de Jesús comunicando su misterio: enseña, sana, ofrece alimento. Seguir a
Jesús, es para dejarlo todo, incluso la comida, las seguridades; convertido en
discípulo, Jesús que conoce sus necesidades, las satisface. Les dio de comer, es
decir, el banquete del reino había comenzado. El signo de los panes, habla de una
revelación escatológica: en Jesús, Dios Padre está presente, es Aquel que también,
ofrece alimento al pueblo. El poder de los apóstoles es comunicado por Cristo, no
pudieron alimentar al pueblo ellos, sólo con el pan que Jesús les da pueden hacerlo.
En un contexto de comunidad eclesial, el milagro es anticipo, y signo de la
Eucaristía: Jesús pronuncia la bendición sobre el pan, lo parte, y lo ofrece a los
hombres. De ahí que cenar juntos en tensión escatológica, es el signo de
fraternidad, memoria, sacrificio y presencia del Resucitado en su Iglesia. Este
banquete abundante de bienes nos lleva a compartir con el prójimo para superar
las injusticias; todos están invitados a este él puesto que los bienes del reino son
de todos. El hambre y la injusticia nos hablan de una sociedad que no escucha a
Jesús, porque en esa misma sociedad, existe la abundancia de bienes, pero que no
son compartidos. La celebración de la Eucaristía, es la participación de todos los
cristianos para aprender a compartir el pan de la Palabra y el Pan de vida,
principalmente, y los bienes materiales con el necesitado. En este día muchos
pueblos y ciudades, hacen la procesión con el Santísimo Sacramento, por calles y
plazas, que su paso derribe los ídolos que esclavizan al hombre de nuestra
sociedad, y a los que se pongan en su camino les comunique vida nueva, fe y
esperanza, salud del alma y del cuerpo y un deseo ferviente de volver a la casa del
Padre y sentarse a la mesa de los hijos. ¡Viva Jesús Sacramentado! ¡Viva y de
todos sea amado!
Teresa de Jesús tuvo a Jesús como compañero de vida y de caminos en sus
fundaciones de frailes y monjas, por la ancha geografía española del s. XVI. “Hele
aquí…compañero nuestro en el Santísimo Sacramento que no parece fue en su
mano apartarse un momento de nosotros” (Vida 22,6).