Hijos de la libertad
Juan Pablo II en su best seller “traspasando el umbral de la esperanza”, al ser
preguntado por el periodista, “cuál versículo de la Biblia le llamaba más la atención”,
respondió: “Para ser libres nos liberó Cristo” (Gal 5, 1). Y en el Talmud encontramos:
“Dios ama a tres clases de hombres: Al que nunca se enoja, al que nunca renuncia a su
libertad, y al que no guarda rencor”.
Dios corre el riesgo y se juega todo al darnos la libertad. El proceso de madurez y
crecimiento se resuelve en la libertad. Somos personas en la medida de nuestra libertad.
Cultivar la libertad es la manera de construirnos, de darle al corazón su dimensión
infinita, de poner el alma en órbita, tan enorme, que nadie podría calcularla.
Dios respeta nuestra libertad. Más aún, la consulta. La ama. Tanto, que nuestra libertad
es igual al amor de Dios en cada persona, en cada ser humano. Y no podemos expresar
nuestra libertad sino en el amor. Toda vocación es un acto supremo de libertad que
define nuestra capacidad de amar. El seguimiento de Jesús es un acto libre, tan
supremamente libre, que si no es resultado de la libertad, ya no es seguimiento. Sería
esclavitud o traición.
Eliseo es arropado con el manto de Elías, envoltura singular para asumir el profetismo
en libertad total. Y Jesús va llamando al discipulado despojándonos de asesorios inútiles
y dependencias cada vez más esclavizantes. Toda riqueza de cualquier género nos
empobrecería si condiciona el seguimiento de Jesús. En el fondo, la libertad es despojo
y su expresión última es la cruz.
Cochabamba 30.06.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com