IX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Sábado
Esta mujer ha echado cuanto tenía para vivir.
I. Contemplamos la Palabra
I Lectura: Tobías 12, 1.5-15.20
“Bendecid a Dios y proclamad ante todos los vivientes los beneficios que os ha
hecho, para que todos canten himnos en su honor. Manifestad a todos las obras
del Señor como él se merece, y no seáis negligentes en darle gracias”.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 12,38-44
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los
escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias
en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros
puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de
largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.» Estando Jesús
sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando
dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó
dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado
en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo
que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para
vivir.»
II. Compartimos la Palabra
Es bueno bendecir a Dios.
Es un buen programa para cualquier predicador: bendecir a Dios y pregonar sus
maravillas. Al igual que Tobías y su familia, hemos visto, estamos viendo las
maravillas que Dios hace en todo momento, en todo lugar, aunque es posible
que no seamos conscientes de ellas y necesitemos también un guía, un ángel
que nos vaya desvelando las realidades que no vemos.
Puede también que esperemos un personaje extraordinario, una aparición
espectacular, otro Arcángel Rafael que nos vaya llevando de la mano camino de
la Verdad, perdiendo de vista a toda la inmensidad de tratados, libros, obras que
otros “ángeles” anteriores han ido escribiendo, pintando, construyendo para
servirnos de guía. ¿Por qué no abrimos los ojos, miramos y vemos?
Esta ha echado cuanto tenía para vivir
El fragmento que leemos hoy tiene dos partes bien diferenciadas. En la primera,
Jesús, nos pone en guardia contra la tentación de aparentar, de hacer ver
nuestra piedad con vestiduras o actitudes aparatosas, que son una manera de
mostrarnos superiores en la vivencia de la religión, que no de la fe. El aviso de
Jesús es claro: “No hagáis eso”.
Creemos engañar a Dios con un boato principesco. Sin embargo Dios no está en
esa onda. No podemos engañarlo con apariencias; el mira nuestro interior, el ve
nuestra absoluta desnudez por más que queramos ocultarla con vestiduras que
terminan siendo extravagantes hasta para nosotros.
La segunda parte es más conocida, más pintoresca y, tal vez por eso, más fácil
para que nos quedemos en la imagen superficial, sin llegar a los mensajes que
encierra.
Ciertamente el más evidente de ellos es la distinción entre la calidad y la
cantidad. Jesús hace notar la superioridad del valor de la limosna de la viuda
sobre la de los ricos. En un tesoro que tiene por objeto socorrer a los
necesitados, parece que es más beneficiosa la limosna de los ricos que la de la
viuda. Dos céntimos no van a solucionar necesidad alguna.
Sin embargo, la viuda se ha puesto en manos de Dios al entregar todo lo que
tenía para vivir, mientras los ricos, seguramente con dolor, se desprendían
solamente de lo superfluo, de lo que no les hacía ninguna falta. No era la de los
ricos una limosna “mala”, simplemente le faltaba el ingrediente de la
generosidad para ser perfecta.
D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)
Con permiso de dominicos.org