CORPUS CHRISTI C
Corpus: Escuela de comunión
Dios es un solo Dios, pero no un solitario; en sí mismo es comunión de amor. Así se
nos revela en el rostro de Cristo. Y lo mismo que el sol no puede no iluminar o el
fuego no arder, así Dios sólo puede revelarse como el Dios de la comunión.
Este año nos acercamos al misterio de la Eucaristía a través de la página del
Evangelio en que Lucas nos cuenta la multiplicación de los panes. Conocemos el
acontecimiento, pero es interesante hacer la lectura en clave eucarística, como lo
hace el tercer evangelista. Lo hacemos de la mano de la exégesis actual.
Con discretas pinceladas, el evangelista evoca, por una parte, el pasado del antiguo
Pueblo de Israel, y, por otra, prefigura el futuro aún más luminoso del nuevo Pueblo
de Dios. Mirando de reojo a la historia de la Antigua Alianza, el evangelista, en su
redacción, acentúa los elementos que hacen referencia a lo obrado por Dios en
favor de su Pueblo durante el éxodo en el desierto. También, en este caso, se trata
de un lugar solitario: “Estamos en un sitio desierto ”, constatan los Doce. La
disposición de la gente , en grupos de cincuenta , parece una referencia clara a la
organización de Israel en el campamento del desierto. En el evangelista Juan esta
patente la referencia al Antiguo Testamento: “ No fue Moisés quien os dio pan del
cielo ….”. Jesús, pues, alimentando a la multitud con los panes y los peces, desvela
su identidad y se acredita como el Mesías que conduce y sustenta al nuevo Pueblo
de Dios a través del desierto de la historia.
Lucas, desde la memoria del pasado, orienta la narración hacia los acontecimientos
futuros. El primero es la última Cena. Es interesante notar que el evangelista pinta
la secuencia central del milagro de los panes con los cuatro verbos de los que se
servirá para describir los gestos de Jesús en el Cenáculo: “tomó el pan, lo bendijo,
lo partió y lo dio ”.
En el acontecimiento del pan, se transparenta también la cena de los discípulos de
Emaús, página exclusiva del tercer evangelista, en que se recurre, una vez más, a
los mismos gestos de Jesús: “ tomar, bendecir, partir, dar ”. Hay incluso algún
detalle más que vincula los dos episodios: Uno es el verbo usado por el evangelista
para describir la disposición de la gente: no de pie, ni con prisas, como en el
antiguo éxodo, ni simplemente sentados, sino acomodados , como estaba Jesús con
sus discípulos en el Cenáculo en la tarde del Jueves Santo, y como lo hará el
Resucitado con los dos caminantes de Emaús en la tarde de Pascua. La multitud del
desierto es invitada a realizar una auténtica experiencia de comensalidad, un
verdadero y real acontecimiento convivial, que prefigura el banquete en el Reino de
Dios.
Otro detalle sería la coincidencia horaria: “ El día comenzaba a declinar ”, se dice en,
la narración de la multiplicación de los panes. “ Quédate con nosotros, porque
atardece y el día va de caída” , dicen los de Emaús. Es la misma hora de la Cena del
Señor, que, como cena pascual, tenía lugar al ponerse el sol. La multiplicación de
los panes está, pues, en relación no sólo con la Cena Pascual del Señor antes de la
pasión, sino también con la del Resucitado con sus discípulos, como acontece
siempre en la santa Eucaristía.
Pero si queremos entender el sentido profundo del hecho de la multiplicación del
pan debemos retomar el diálogo entre el Maestro y los Doce. El momento es crítico:
la noche se echa encima y la gente necesita urgentemente comer. La propuesta de
los discípulos, dado que no es factible comprar pan para tantos, es que
Jesús despida a la gente. La respuesta tajante de Jesús suena así: “ Dadles vosotros
de comer ”. Leyendo el texto paralelo de Marcos y la forma de construcción de la
frase, es como si Jesús les instara a ir más allá de la lógica individualista de la
compra-venta: un salto que, al parecer, no se atreven a dar los apóstoles al contar
sólo con cinco panes y dos peces. Sería una locura. Como se ve hay una oposición
radical entre el verbo comprar y el verbo dar. L a realización del milagro es un gesto
que no sólo habla de la omnipotencia o de la generosidad de Jesús. Es una
revelación. La lógica del Reino de Dios, que es lo que quiere enseñar Jesús, no se
rige por el verbo “ comprar” , sino por el verbo “ compartir ”, porque, en el fondo,
todo es un don de Dios. El esquema del compra r crea ricos y pobres. Hay que ir
más allá. Más allá de la lógica de la propiedad, más allá incluso de la lógica de la
simple solidaridad. La lógica del compartir se funda en la gratuidad, porque todo lo
que tenemos lo hemos recibido directa o indirectamente de Dios. Sólo puede existir
el mío o el tuyo en la medida en que esté supeditado al “nosotros”. En los sumarios
del libro de los Hechos de los Apóstoles leemos que “ lo tenían todo en común. No
había pobres entre ellos”.
No hay que olvidar que el pan eucarístico nace de la muerte del Señor. Por eso,
entrar en la lógica del don significa dejarse “tomar, bendecir, partir, darse”.
Significa aceptar darse en don de amor y entrega, como Jesús, para resucitar a una
vida nueva. Sobre el altar hay un pan partido, y comenta san Agustín: “ Sed lo que
veis; ved y recibid lo que sois ”.
¿Verdad que la multiplicación del pan tiene mucho que ver con la Eucaristía? Es
lógico que el día del Corpus sea el Día Nacional de Caridad.
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos