Solemnidad. El Sagrado Corazón de Jesús
El Señor es el buen Pastor que nos cuida, y nos pide que vivamos como Él,
para los demás
«Jesús les dijo esta parábola: “Si uno de vosotros tiene cien ovejas
y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va
tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra,
se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa,
reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he
encontrado la oveja que se me había perdido". Os digo que así
también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse» (Lucas 15,3-7)
1.- Jesús nos da esta parábola : “Si uno de vosotros tiene cien ovejas
y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va
tras la descarriada, hasta que la encuentra?” Señor, nos invitas a
hacer experiencia de misericordia, en nosotros y con los demás. María
Magdalena fue despreciada en su tiempo, como tantas personas, pero tú no
juzgas por la situación social de esa mujer, sino que vas a su corazón, la
salvas. Y me pides que yo haga lo mismo. Que te sienta presente en la
historia, en mi vida, que te vea en la vida de cada persona especialmente
de los más necesitados. Veo que tanto legalismo nos hace daño, como lo
hizo en tiempo de fariseos. Veo, Señor, que participar de tu Eucaristía es
convertirme a tu misericordia, y ser testimonio, hacer parte de tu
misericordia con los demás. La meta de la búsqueda no es cubrir un
expediente cara a la galería sino que es encontrar. Y hasta que eso se
produzca no debe cesar la búsqueda. «Buscarla hasta que la
encuentra». Y el «hasta que» no se detiene en el cansancio, ni en las
dificultades, ni ante el paso del tiempo. El «hasta que» tiene una meta,
una sola: encontrar la oveja perdida.
Aquel hijo perdido que, volviendo a sí mismo, se dijo: “ Me levantaré e
iré hacia mi padre” ahora soy yo, y tú Señor, con una inspiración interior
y una llamada misteriosa me has buscado y resucitado: “ había muerto y
ha revivido, se había perdido y ha sido hallado” (Lc 15,18.24). El
camino de la iniquidad se considera sin retorno por los expertos, como
decían también los antiguos: “ Los que caminan por él, no
volverán” (Prov 2,19), no puede volver el hombre por sí mismo, pero sí
por la gracia que vuelva a llamarlo, la gracia que hace volver.
“Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy
contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para
decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había
perdido"” . nos aseguras, Señor, que «quien busca, encuentra» . Nos
pides rezar con paciencia, que todo lo alcanza. Buscad, y encontraréis, nos
insistes. El éxito viene de esa confianza en ti, Señor, y no dice «Y si la
encuentra...» , admitiendo la posibilidad encontrarla, sino que dices: «Y
cuando la encuentra...». Si uno busca de esa forma, con ansia, con
amor, con confianza, con dolor, encuentra; y viene la alegría: «Cuando
una mujer da a luz siente los dolores de parto, pero luego ya ni se
acuerda del dolor: todo es alegría» (Juan 16,21). Después del dolor y
de las penas, viene la alegría que hace que todo mereciera la pena.
A la oveja perdida la toma sobre sus hombros. Hay en este gesto todo un
mundo de misericordia. La misericordia del buen Pastor. El mundo del
legalismo dice “el que la hace la paga”, “si se ha perdido allá la oveja”, y
sabe liar fardos pesados en la conciencia de los demás. Los hombros de
Cristo llevan la oveja perdida; llevan la Cruz. El cristiano está llamado a ser
buen pastor. Como Cristo. No fariseo.
El pastor llama a sus amigos y vecinos y les dice: «Alegraos conmigo».
Es la fiesta. Fiesta en la tierra por encontrar la oveja perdida. Fiesta en el
cielo por el pecador que se convierte: «- Hay más alegría en el cielo por
un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no
necesitan convertirse
Es la fiesta de la vuelta, pero también de la perseverancia: « Va tras la
descarriada, hasta que la encuentra », de que en el amor no se calcula,
no se piensa en el riesgo que supone dejar a la mayoría de las ovejas sin
protección; únicamente se tiene ante los ojos el peligro que amenaza a una
de ellas, como si sólo importara ésta. El Papa Francisco nos habla de ese ir
“a las periferias” a buscar a esas ovejas, y nos dice que “prefiero una
Iglesia accidentada a cerrada”, en el sentido de que no nos quedemos
hablando del bien sin hacer el bien, aun con los riesgos que tiene ese
comprometerse, riesgo a equivocarse.
2. Así dice el Señor Dios: Yo mismo en persona buscaré a mis
ovejas, siguiendo su rastro..., y las libraré, sacándolas de todos los
lugares donde se desperdigaron el día de los nubarrones y de la
oscuridad”. Cristo habría muerto también en la cruz si sólo hubiera tenido
que salvar a una única persona, dicen algunos santos. Cristo ha muerto por
mí, dirá san Pablo, me quiere igual que a los demás, todos pecadores, todos
amados por Dios hasta el extremo.
« Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas ». En Jesús vemos a
Dios, que quiere «buscar personalmente a sus ovejas», sacarlas de los
lugares « donde se desperdigaron el día de los nubarrones y de la
oscuridad ». Esto nos muestra una última cosa: que el corazón humano de
Jesús es la expresión del amor del Dios eterno, que experimenta desde
siempre por sus criaturas (Hans Urs von Balthasar): “ Las sacaré de entre
los pueblos, las congregaré de los países... Las apacentaré en
pastizales escogidos, tendrán sus dehesas en lo alto de los montes
de Israel...
Buscaré las ovejas perdidas, haré volver a las descarriadas,
vendaré a las heridas, curaré a las enfermas ...” El amor busca, el amor
llama, el amor escucha, el amor acoge. Dios es amor. Lo demás vale poco.
Sea nuestra confianza estar y vivir en el corazón de Jesús.
« El Señor es mi pastor ». Él se encarga de que llegue sano y salvo.
Cristo tenía presente este salmo cuando contaba la parábola del buen
pastor y ha cambiado a sabiendas las primeras palabras « el Señor es mi
pastor » por « yo soy el buen pastor » (Jn 10, 14). “ El Señor es mi
pastor, nada me falta” : lo tengo todo. Estoy en buenas manos. Contigo,
Señor, no tendré en mi corazón agresividad, envidia, rivalidad, y otras
actitudes que amenazan siempre el convivir con los otros fraternalmente.
" Nada me falta... El Padre me conduce... Aunque tenga que pasar
por un valle de muerte, no temo mal alguno... Mi copa desborda...
Benevolencia y felicidad sin fin... Porque Tú, Oh Padre, estás
conmigo ...". ¿Quién mejor que Jesús, vivió una intimidad amorosa con el
Padre, su alimento, su mesa (Jn 4,32.34)? la mesa servida: entraré en su
casa para cenar con Él, yo cerca de Él y Él cerca de mí (cf Ap 3,20).
Me recuerda también el bautismo, donde los que salen de las "aguas
tranquilas que los hicieron revivir"... se dirigían hacia el lugar de la
Confirmación, en que se "derramaba el perfume sobre su cabeza"... antes
de introducirlos a su primera Eucaristía, "mesa preparada para ellos".
El clima árido "de la sociedad de consumo" lleva a muchos jóvenes y
menos jóvenes a la búsqueda de "fuentes frescas". El hombre no vive
solamente de pan ni de supermercados, ni de placeres... Hoy descubre
alegrías más profundas. La experiencia de la "vida con" Dios hace parte de
estas alegrías secretas: " porque Tú estás conmigo "... " Nada me falta ",
cuando vivo esta experiencia. Vuelta a la naturaleza. Es esta una de las
aspiraciones del hombre moderno. " Mirad las flores del campo ", decía
Jesús. Este salmo nos invita a mirar las praderas, las fuentes, los trabajos
pastoriles, la mesa en que recibimos a los amigos, las casas que nos alojan.
Muchas alegrías inocentes están a nuestro alcance. ¿Por qué no
aprovecharlas? ¿Por qué no proporcionarlas a los demás? (Noel Quesson).
Frente a las dificultades y angustias de la vida, simbolizadas por las
" cañadas oscuras ", el salmista nada teme. Se fía de su pastor, de su Dios.
Se encuentra en sus manos, y por tanto, ¿qué le puede suceder de malo?,
¿no le protegerá el amor y la solicitud de su pastor? " Tu vara y tu cayado
me sosiegan ": la vara contra los animales, chacales, lobos, y el cayado
como una guía que encamina y endereza e impide descarriarse. Así el
salmista se siente protegido, seguro, feliz.
Alegres y despreocupadas, las ovejas no calculan. ¿Cuánto tiempo queda?
¿Adónde iremos mañana? ¿Bastarán las lluvias de ahora para los pastos del
año que viene? Las ovejas no se preocupan, porque hay alguien que lo hace
por ellas. Las ovejas viven de día en día, de hora en hora. Y en eso está la
felicidad. « El Señor es mi pastor ». Sólo con que yo llegue a creer eso,
cambiará mi vida. Se irá la ansiedad, se disolverán mis complejos y volverá
la paz a mis atribulados nervios. Vivir de día en día, de 'hora en hora,
porque él está ahí. El Señor de los pájaros del cielo y de los lirios del
campo. El Pastor de sus ovejas. Si de veras creo en él, quedaré libre para
gozar, amar y vivir. Libre para disfrutar de la vida. Cada instante es
transparente, porque no está manchado con la preocupación del siguiente.
El Pastor vigila, y eso me basta. Felicidad en los prados de la gracia.
3. “ El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con
el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando nosotros
estábamos todavía sin fuerza, Cristo, en el momento oportuno,
murió por los impíos..., murió por nosotros ... La oveja descarriada de
la parábola es en realidad la persona que se aleja de Dios, la que lo rechaza
y le es hostil. El amor del Buen Pastor no se basa por tanto en una
reciprocidad: es un amor que sólo mediante su entrega plena y perfecta
busca engendrar reciprocidad, correspondencia. La oveja salvada, cuando
vuelve a casa sobre los hombros de su dueño, comienza a saber cuán
preciosa es para el pastor y cuánto le debe. Pero la parábola no se
pronunció con la intención de suscitar esta reciprocidad: el amor de Dios es
«sin porqué»:« Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos
pecadores ».
Ahora estamos a salvo al amparo del amor divino, de que hemos obtenido
la «reconciliación». Esta certeza nos obliga a cada uno de nosotros a dar
una respuesta de amor, Dios la promueve espontáneamente en nosotros:
Ahora, pues, que ya estamos justificados por su sangre, con más
razón seremos salvados por él...”
El Sagrado Corazón de Jesús nos comunica esta enseñanza: Dios no nos
ama porque seamos buenos o cuando somos buenos; nos ama porque él
mismo es bueno, y lo es siempre. Su amor a todo hombre es incondicional y
se manifiesta en el ofrecimiento de vida que le hace por medio de Jesús.
Esta confianza absoluta en la bondad de Dios, manifestada en Jesús, es la
paz del cristiano (Josep Rius-Camps).
Dios no ama lo malo que hay en nosotros, pero en nosotros ve lo que
hemos de llegar a ser, y así nos ama sabedor que ese amor nos da fuerzas
para ser lo que estamos llamados a ser, como rezamos en la Colecta: “ ¡Oh
Dios!, tú has depositado en el corazón de tu Hijo, herido por
nuestros pecados, infinitos tesoros de caridad. Te pedimos que, al
rendirle hoy el homenaje de nuestro amor, le ofrezcamos también
una cumplida reparación como hijos pródigos que vuelven al hogar
paterno”.
Llucià Pou Sabaté