DOMINGO 10º T. O. CICLO C
1 Reyes 17, 17-24
Gálatas 1, 11-19
Lucas 7, 11-17
LAS PERIFERIAS DE LA COMPASIÓN
En la carta a los cristianos de Galacia (1, 11-19), san Pablo afirma que el mismo Jesucristo se le
manifestó a Él para que él lo anunciara entre los paganos. La evangelización está destinada salir y
ser anunciada a todos , a todos los pueblos y todas las generaciones, y no fue la voluntad del Señor
que quedara encerrada en el pueblo de Israel ni en el grupo de los apóstoles y discípulos iniciales.
La universalidad del Evangelio de la salvación va de la mano con el envío misionero de la Iglesia a
salir y anunciar a Jesucristo .
El texto de la 1ª lectura puede ser objeto de una mirada comparativa con el evangelio. Las
semejanzas son obvias. En ambos casos se trata de un milagro que devuelve la vida al hijo de una
viuda . En Reyes, el que resucita al muerto, invocando a Dios, es el profeta Elías. En Lucas, es Jesús
quien, por su propia autoridad, revive al hijo único de la viuda. Tanto Elías como Jesús son movidos
por la compasión a causa del dolor de esa madre viuda que ha perdido a su hijo, y al resucitar al
muerto, lo devuelven y entregan, vivo, a su madre.
En ambas historias, el milagro es obrado fuera, en la periferia , porque Elías devolvió el favor a una
viuda pobre de Sarepta de Fenicia, de la periferia de Israel, quien lo había hospedado y
alimentado. Elías, para agradecerle, no sólo multiplicó milagrosamente su alimento, también oró a
Dios para que su hijo que había muerto volviera a la vida. El caso de la viuda de Naim, que llevaba
a enterrar a su hijo único, también sucedió en la periferia, en la periferia del poblado , porque los
cementerios siempre se hallan fuera de las ciudades.
Y la mujer reconoció a Elías como un profeta y se abrió para escuchar la palabra que traía el
profeta. Y en Galilea, donde Jesús realizó el milagro, y en toda Judea le reconocieron como un gran
profeta, Dios que ha visitado a su pueblo. Los dos milagros tuvieron como resultado la fe de
quienes fueron beneficiados por él. Los gestos de los profetas, los signos de Jesús sólo tienen
sentido para suscitar o afianzar la fe , y no sólo en los centros sino también, y sobre todo allí,
porque es más necesario, en las periferias .
Evangelizar, no sólo a los judíos, sino a los paganos, decía San Pablo que era su misión.
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El tema de las periferias ha sido fuertemente instalado por el Papa Francisco en el vocabulario de
la Iglesia, lanzada hoy a una nueva evangelización del mundo. No se entiende por periferia sólo lo
que se refiere a los barrios alejados del centro de una urbe sino también las llamadas periferias
existenciales, la de los homeless, los adictos a la droga o el alcohol, la de quienes tuvieron fe y la
perdieron, la de quienes de un modo u otro sufren algún mal, y viven en medio de nuestra ciudad,
nuestra Iglesia, de la Parroquia, quizás de la misma familia.
En este domingo, los textos bíblicos de la liturgia nos sugieren hablar de las periferias de la
compasión . Debemos seguir a Jesús , como sus discípulos, hacia el encuentro de esas periferias de
hombres y mujeres sumidos en la noche del dolor, del sufrimiento, y que tantas veces protestan
hasta contra el mismo Dios, como hizo la viuda de Sarepta con el profeta Elías, provocándolo a
rogar por el milagro. Nosotros también, orar con ellos, estar junto a ellos, y permitir que a través
nuestro Jesús pueda encontrarse con esas personas, confortarlos y suscitarles o afianzarles la fe.
El Señor está en Galilea, cerca de Cafarnaún (Lc. 7, 1-10). Contexto: a continuación de la curación
del siervo del centurión en Cafarnaún. ¿Por qué iba Jesús hacia Naím? No lo dice el texto. Pero,
podríamos intuir que se dirigía hacia allí porque sabía que se iba a cruzar con esa mujer . Va
adonde hay llanto que calmar, donde hay sufrimiento, su corazón de pastor no puede quedarse
quieto ante el dolor y el mal.
Camina. ¡Los discípulos lo seguían! Lo seguía una gran muchedumbre, también mucha gente iba
en el cortejo fúnebre. Los testigos son muchos. Se propagará por toda Judea y regiones vecinas lo
que hará.
En una de las puertas de la ciudad, fuera de la ciudad . En la periferia, los cementerios están fuera
de la ciudad. Fuera de Jerusalén morirá Jesús. Y resucitará. Junto a la puerta de Naím. Y dijo que Él
es la Puerta del rebaño. Debemos ser “puertas” para los muertos, para que entren a la vida
verdadera, y vuelva la vida de las viudas y parientes afligidos, con la esperanza y el consuelo. ¿Sale
hoy la Iglesia a las periferias para consolar? ﾿Es la Iglesia “puerta” de salvación, puerta de la fe,
para las periferias de compasión?
Al ver a la viuda, Jesús tuvo compasión, al ver a la mujer, figura de María, figura de la Iglesia que
sufre. Al verla, Jesús tuvo compasión, ¿es hoy el mirar del pastor a las ovejas, y de la Iglesia, un
mirar de compasión?
Le dijo a ella: “No llores”. Se hizo cargo de su pérdida, era viuda y ahora perdió ese hijo único.
San Agustín, comentando este texto, dice que el muerto era él y la viuda que llorando lo seguía era
su madre, Santa Mónica, quien por sus lágrimas mereció el perdón de los pecados de él, de
Agustín.
Debemos sentir vergüenza y dolor por nuestros pecados. Llore María por nuestros pecados. Llore
la Iglesia por mis pecados. Los pastores lloren por los pecados de las ovejas que le han sido
confiadas, para obtener de la misericordia de Dios la salvación de las ovejas. No lloremos por lo
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que no vale la pena llorar, por las realidades temporales que no alcanzamos o perdemos o de las
que nos despojamos para seguirlo, seguir a Jesús.
Se acercó. Tocó el féretro. Es Dios que visita a su pueblo, Dios hecho carne, se hace uno de
nosotros, humano, sensible, nos toca, nos salva, es el Salvador. La hemorroisa tocó la orla de su
manto y fue sanada; Él toca al féretro para resucitar al hijo de la viuda. El tocar del Salvador es hoy
la acción de los sacramentos y bendiciones de la Iglesia, la cercanía de los pastores a las ovejas
especialmente en momentos de dolor como por la muerte de un ser querido. ¿Toca la Iglesia hoy,
se acerca al dolor, a los enfermos, a los muertos, o se queda mirando de lejos?
Le habló Jesús al muerto. Le ordenó levantarse. ¡Sólo Dios puede dar esa orden! Hoy nosotros,
cada uno, es el muerto a quien Él toca y ordena levantarse, con ánimo, renacido a una nueva vida,
sin importar cómo haya sido la vieja vida de pecado. Le habló, y su hablar no quedó sin respuesta
sino que se convirtió en diálogo. Y el que estaba muerto se incorporó y le respondió. Le escuchó y
le habló.
Y se lo dio a su madre, figura de la Iglesia, como el samaritano de la parábola recogió al herido y lo
dejó en la posada, figura también de la Iglesia, para que sus heridas fueran curadas. Cada
reconciliación de un pecador, la mía también, es como un devolver el hijo a su madre la Iglesia, a
su madre la Virgen María. La parábola del hijo pródigo podría ser reescrita diciendo que además
de un padre tenemos una madre que espera y abraza al hijo que estaba muerto y ha vuelto a la
vida.
Los testigos del milagro de Naím glorificaban a Dios y daban testimonio. ¿Y nosotros?
¿Glorificamos y damos testimonio?
Pbro. Hernán Quijano Guesalaga
8 y 9 de junio de 2013
Parroquia Sagrado Corazón de Jesús
Y Capilla San Sebastián
Paraná, Argentina
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