DOMINGO 11º T. O. CICLO C
2 Samuel 12, 7-10
Gálatas 2, 16.19-21
Lucas 7, 36 – 8,3
¿QUIÉN ES ÉSTE QUE PERDONA LOS PECADOS?
Evangelizar suscitando la pregunta en el mundo no creyente
El evangelio nos ubica en la ciudad de Cafarnaúm, en el interior de la casa de un fariseo. Simón
_así se llama el fariseo_ invita a Jesús tal vez por curiosidad, sin dudas con desconfianza (“si fuera
profeta sabría quién es y qué clase de mujer lo está tocando”), pero le llama “maestro” y responde
a la pregunta de la parábola de Jesús como si quisiera aprender de él . Quizás hay agresividad pero
también una buena respuesta incipiente en Simón y los otros que están sentados en la mesa del
fariseo y a propósito del signo de Jesús se preguntan “﾿ quién es éste que perdona los pecados?”.
Jesús no suele ir a comer a casa ajena ni acepta esta vez la invitación del fariseo porque se esté
rebuscando para no pasar hambre. Si lo invitan y accede, lo hace porque sabe que en esa casa hay
algo de buena voluntad, hay tierra donde puede echar la semilla (la parábola del sembrador está a
continuación, Lc. 8, 4-15).
No es una casa de pobres sino de gente importante, relevante, líderes, el anfitrión y sus amigos
son gente influyente. Jesús entra a esa casa para también a ese nivel anunciar su reino. Los
fariseos no eran ni todos malos ni tan malos.
Jesús cuestiona, hace surgir esa pregunta sobre su identidad: ¿quién es Él?
El gesto de Jesús (y la enseñanza, la parábola, que lo decodifica) es un escándalo . Es un signo muy
fuerte, escandaloso. Se supo en el pueblo que Jesús estaba en casa de ese fariseo y no habrá sido
algo bien tomado por todos. Hasta se enteró esta pecadora pública, una prostituta, conocida como
tal. Ella entra en la casa del fariseo (había mucha gente, Jesús mismo estaría con sus apóstoles, las
casas eran abiertas, no existía la intimidad que hoy tenemos en nuestros hogares). No está
invitada pero entra. Lava con sus lágrimas los pies de Jesús, los seca con sus cabellos, o sea toca a
Jesús , y Jesús se deja tocar por una pecadora . Los fariseos ni comen ni tocan a los manchados, los
pecadores. Un gesto contundente, contradictorio y escandaloso de Jesús, permitir eso.
Pero Él sabe quién es ella . El fariseo se dice “si fuera profeta sabría que es una pecadora”. Jesús lo
sabe, Él conoce su interior, su fe (“tu fe te ha salvado”) y el fariseo, en cambio, juzga por la
apariencia exterior. ¡Cuánto se equivoca muchas veces la murmuración, la difamación, la
calumnia, la “sacada de cuero”! Juzgamos desde fuera, se nos escapa el interior, las buenas
intenciones, el lado bueno de la persona. Nos perdemos evaluar “cuánto ama” . Esa mujer amó
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mucho, y Jesús lo sabe. Porque era profeta. No sólo era maestro, como es llamado por el fariseo,
también es profeta, como lo pone en duda el mismo fariseo.
Y así con sus gestos Jesús va respondiendo a la pregunta “﾿quién es?”. Jesús se presenta como el
Salvador, el que viene a perdonar los pecados , el acreedor de la parábola que perdona a todos los
deudores según la medida del amor . Allí, sentado en la mesa del fariseo, Jesús responde a la
pregunta que se formulan los comensales: “﾿quién es éste que hasta perdona los pecados?”.
No le importa ser tocado por los pecadores ni tocarlos , con tal de sanarlos, perdonarlos. Vino para
visitarnos, para acercarse, no se aleja, no nos aleja. Esta mujer es una de esas periferias
existenciales de la Iglesia. Representa a la Iglesia que llora, arrepentida, sus pecados, a la Iglesia
santa y a la vez pecadora, no pecadora hipócrita sino pecadora reconciliada . A la Iglesia que, como
David ante el profeta Natán (1ª lectura) por el reconocimiento de su pecado obtiene de Dios el
perdón.
El fariseo no la invitó a la mesa, pero ella merece que se haga un asado para ella, como mandó el
padre de la “parábola del hijo pródigo” porque uno que estaba muerto ha vuelto a la vida y un hijo
(una hija) recuperó la dignidad filial perdida, uno (una) que había despilfarrado la herencia. Ella
está postrada, a los pies de Jesús, se oculta de las miradas porque tiene vergüenza, sabe que es
pecadora. Ella amó, y amará más, porque se le perdonó más.
Jesús está en la mesa, habla y mira al fariseo que es su anfitrión, pero se da vuelta para mirar a la
que se había puesto detrás de Él y la señala y muestra al fariseo como parábola viviente de su
enseñanza . Jesús mira y habla también a ella (otro gesto escandaloso), dos veces le habla : “tus
pecados (muchos) te son perdonados”, “tu fe te ha salvado, vete en paz”.
Es la fe en Jesús que salva , no nuestras obras, no la evaluación de nuestras obras que hagan los
juicios de nuestros contemporáneos.
La fe en Jesús salva. “Vete en paz”, porque la paz es el fruto del perdón. San Pablo nos dice en la
2ª lectura que la justificación viene de la fe en Cristo Jesús, en el Hijo de Dios “que me amó y se
entregó por mí ”.
¿Cómo soy yo con Jesús? ¿Le tengo entre mis contactos?, ¿ le invito a mi casa, a mi vida? , ¿creo,
tengo fe en Él? Siempre puedo seguir preguntándome “﾿quién es Él?” ﾿Tengo fe en el Cristo,
contenido de mi fe, Cristo como Salvador, que perdona los pecados y juzga por la medida del
amor?
¿Cuánto amo en relación a lo que me ha perdonado? ¿O me creo perfecto, como algunos fariseos,
porque no necesito que me perdone nada? Es justamente la conciencia de la miseria la que me
impulsa a amar más. ¿Cuánto y en qué medida amo? ¿Amo a Jesús en las personas que están en la
periferia de la Parroquia como son los más pecadores, o los margino, no los quiero tocar, me
avergüenzo de ellos?
¿En la misa, que es la mesa, nos creemos todos perfectos? ¿Importan sólo los que están en los
primeros bancos o también, y más, los que se esconden, como esta mujer , para tocar a Jesús?
¿Evangelizo también entrando en casa de los que no creen o de los que han dejado de creer, si veo
que puedo sembrar algo? ¿Soy capaz de entrar en la cultura relativista actual con esperanza de
que también haya allí quienes todavía puedan hacerse la pregunta sobre quién es Él?
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El fariseo a la mujer puede que no la haya ni mirado. Jesús hace que la mire: “﾿ves a esta mujer?”.
Así pasa muchas veces con algunos pobres, borrachos, marginados que encontramos, que
cruzamos, que siquiera le miramos , “no existen”, nos molestan, son “nadie”, no tienen nombre,
identidad, son N. N. Jesús quiere decirle al fariseo que la tenga en cuenta, que advierta que ella
existe, que es alguien, y tiene dignidad.
Pbro. Hernán Quijano Guesalaga
Parroquia Sagrado Corazón de Jesús
Capilla San Sebastián
15 y 16 de junio de 2013
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