X Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
Jesús nos ayuda a vivir el amor y educar los deseos: en la oración
encontramos el camino
«Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo:
Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con
ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado,
sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus
miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y
si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de
ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que
todo tu cuerpo vaya a la gehenna. «También se dijo: El que repudie
a su mujer, que le dé acta de divorcio. Pues yo os digo: Todo el que
repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser
adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio
(Mateo 5,27–32).
1. Jesús, nos hablas de la interioridad de la moral: “ todo el que
mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su
corazón .” Nos dices que la castidad no es sólo evitar la traición en los
actos, sino también en los deseos: “ La virtud de la castidad, por tanto,
entraña la integridad de la persona y la integridad del don
( Catecismo 2337). Lo que cuenta para ti es el fondo de los corazones. Lo
que mancha al hombre no es su cuerpo, sino su mente, su deseo, su
intención. Introduces un nuevo valor: el respeto profundo de sí
mismo, el respeto del otro sexo, la nobleza del amor ... En aquel
entonces, en Israel, el divorcio era legal; pero tú Jesús nos haces ver que la
moral conyugal, la moral sexual, no es ante todo una lista material de actos
permitidos y de actos prohibidos... es una actitud interior, mucho más
exigente que pide una continua superación. Hay una ley natural impresa en
el alma, Señor, y pienso que el deseo sexual lo has puesto para proteger el
bien de la familia, de modo parecido que el de comer lo has puesto para
bien de la vida propia. Te pedimos que sea en función de ese bien que
ordenemos nuestros apetitos: ven a ayudarnos. Sin ti no podemos seguir tu
evangelio.
-“ Si tu ojo te pone en peligro, sácatelo y échalo fuera”... Son
palabras de una dureza tremenda. El cuerpo humano no es malo. El recelo
hacia él no es una actitud cristiana. Jesús, sé que no quieres que nadie se
mutile, usas un sentido simbólico aquí, tus palabras hay que leerlas en el
contexto de tu Evangelio, que nos habla del cuerpo como parte de nuestra
vida y hay que respetar la vida. Te refieres a evitar la ocasión, con fuerza,
energía.
-“ Se os ha dicho: "El que repudia a su mujer, que le dé acta de
divorcio". Pues yo os digo: ‘Todo el que repudia a su mujer, fuera
del caso de unión ilegal, la lleva al adulterio, y el que se case con la
repudiada, comete adulterio’ ”. Has cambiado aquí, Jesús, la Ley de
Moisés, llevando todo a sus orígenes. La Alianza está perfeccionada por una
Ley nueva, volviendo todo a una intención original de Dios, expresada en el
relato de la creación (Gn 1,26); como dirás en otro pasaje: " en el
principio no fue así " (Mt 19,1-9). "La unión ilegal" serían los que no están
casados. Te pedimos, Señor, que veamos todos que esta exigencia "salva el
amor" de todo lo que, tan fácilmente, lo destruiría. Hay que leer este pasaje
con su complemento: la actitud tan comprensiva de Jesús para con la mujer
adúltera (Jn 8,1-11), para ver que no estamos en una religión del miedo
sino del amor y del perdón. Que no se juzga aquí las personas sino que se
interpreta la ley. Y bien podemos preguntarnos: ¿somos nosotros, cada uno
de nosotros, tan buenos como lo fue Jesús con las pobres libertades
humanas desfallecientes? (Noel Quesson).
Las antítesis entre lo que se decía en el Antiguo Testamento y lo que
tú nos propones, Jesús, te llevan hoy a tratar la fidelidad conyugal, como
ayer lo hacías sobre la caridad fraterna. Pones tu autoridad: « Pero yo os
digo ». Tus palabras son un canto a la libertad, para salir del yugo de la
esclavitud de tanta ley. Vas al fondo de la cuestión. Libertad es ir a la
verdad, al bien del amor. Dejarse guiar por el espíritu de Dios. Es la forma
de liberarse de la Ley que oprime, para vivir la Ley del amor. Eres más
exigente. Buscas profundidad, invitas a ir a la raíz de las cosas. La fuente
de todo está en el corazón, en el pensamiento. Hablas con la autoridad de
Dios, por encima de la de Moisés, por eso tu Torá es la auténtica Ley. Aquí
nos dices hoy: no más divorcios.
Juan Pablo II, en su teología del cuerpo, habló de este pasaje y de su
significado: cuando el hombre «mira con concupiscencia» define sus
intenciones, la mujer se convierte en objeto; se trata de un acto
«puramente interior», escondido en el corazón . La mujer, que “existe
perennemente «para el hombre» esperando que también él, por el mismo
motivo, exista «para ella» queda privada del significado de su atracción en
cuanto persona, la cual, aun siendo propia del «eterno femenino», se
convierte, al mismo tiempo, para el hombre solamente en objeto”: se pasa
del respeto a considerarla objeto, y de ahí las palabras duras de Jesús: « Ya
adulteró con ella en su corazón ».
La mujer, “sujeto de llamada y atracción personal o sujeto de
ᆱcomuni￳nᄏ”, es vista como objeto, pero todavía no estamos en el
ámbito de la voluntad; si arrastrara a la voluntad a su estrecho
horizonte, si se diera el caso, “s￳lo entonces se puede decir que el
«deseo» se ha enseñoreado también del «corazón ᄏ”, que es el
pecado del que habla Jesús. Si se da esa ᆱconstricci￳nᄏ, hay “pérdida de la
«libertad del don», connatural a la conciencia profunda del significado
esponsalicio del cuerpo”.
Jesús, nos hablas “del modo de existir del hombre y de la
mujer como personas, o sea, de ese existir en un recíproco «para»,
el cual (…) puede y debe servir para la construcci￳n de la unidad de
«comunión» en sus relaciones recíprocas. En efecto, éste es el significado
fundamental propio de la perenne y recíproca atracción de la masculinidad y
de la feminidad, contenida en la realidad misma de la constitución del
hombre como persona, cuerpo y sexo al mismo tiempo”.
Además, nos ayudas a ver el plan de Dios en el amor fiel en la vida
matrimonial. La dignidad de la mujer estaba perjudicada con las
separaciones sin causa, la ley permitía al marido repudiar a su mujer por
cualquier causa, y ella quedaba solo con una carta de libertad. Una
fidelidad así exige, a veces, renuncias, porque puede haber motivos
de separación . Entiendo, Jesús, que prescindir de una parte (los ejemplos
del ojo o de la mano), si son ocasión de escándalo, es como una
amputación, para salvar el todo, el matrimonio, aun perdiendo algo.
Extirpar defectos, cosas que hacen daño... Prescindir de cosas
personales (con la aparente pérdida de libertad) cuando esto va en
bien común de la familia . Aguantar, no precipitarse… tener paciencia.
Aunque a veces puede ser buena una separación, pero también ha de verse
como una amputación de una parte, para salvar el “todo” que peligra (paz
familiar, formas de violencia)…
Señor, dame tu luz para ver. Si dentro de nosotros están
arraigados el orgullo, o la pereza, o la codicia, o el rencor, poco
haremos para su corrección si no atacamos esa raíz. Si nuestro ojo
está viciado, todo lo verá mal. Si lo curamos todo lo verá sano. Las
palabras agrias o los gestos inconvenientes nacen de dentro, y es dentro
donde tenemos que poner el remedio, arrancando el rencor o la
ambición o el orgullo (J. Aldazábal).
En la vida hay dos palabras importantes: amor y muerte. Eros y
thanatos van unidos. Cuando se pierde la admiraci￳n por el otro, malo…
comienza la muerte. Y nada consecuente ni oportuno puede decirse sobre la
muerte sin asumir primero, quizá por mano del dolor, la seriedad de su
paso y su veredicto. Jesús, nos muestras hoy que tomar "en serio" al
corazón humano; tomas "en serio" al amor. Cuando decimos "te amo" es de
alguna manera sagrado; de ahí la seriedad con que todos hemos de
defender el amor (Fray Nelson).
2. –“ Este tesoro de la luz divina lo llevamos como en
recipientes de barro sin valor”. Estamos hechos de barro de la tierra
(Genes. 77,7), de barro de botijo: frágil, quebradizo, inconsistente. Pero ya
habéis visto cómo arreglan esas vasijas de cerámica que se hicieron
pedazos: con lañas, para que sigan sirviendo. Los cacharros recompuestos
así, son incluso más bonitos: tienen una gracia particular. Se ve que han
servido para algo. Si siguen sirviendo, son espléndidos. Además, esas
vasijas, si pudieran razonar, no tendrían soberbia nunca. Nada tiene de
extraño que se hayan roto, y menos aún que las hayan arreglado, sobre
todo si se trataba de algo insustituible… El conocimiento de la propia
insuficiencia nos da a entender una dimensión más profunda de la
necesidad de ser instrumentos de Dios. Y como queremos ser buenos
instrumentos, cuanto más pequeños y miserables nos sintamos con
verdadera humildad, todo lo que nos falte lo pondrá Nuestro Se￱or…
recordando la miseria de que estamos hechos, teniendo presentes los
fracasos que causó nuestra soberbia, ante la majestad de ese Dios —de
Cristo pescador— hemos de decir lo mismo que Pedro: “ Señor, yo soy un
pobre pecador” . Y entonces Jesucristo nos repite lo que también nos dijo
cuando nos metió en su red, al llamarnos (Lc 5,10): “ desde ahora serás
pescador de hombres ”: con mandato divino, con misión divina, con
eficacia divina… Cuando llega la noche y hago el examen y echo las cuentas
y saco la suma, la suma es: soy un siervo pobre y humilde… Digo muchas
veces : “ no desprecias, Se￱or, un coraz￳n contrito y hummillado” (Sl
50,19). No lo digo con humildad de garabato.
Si el Señor ve que nos consideramos sinceramente siervos pobres e
inútiles, que tenemos el corazón contrito y humillado, no nos despreciará,
nos unirá a Él, a la riqueza y al poder grande de su Corazón amabilísimo. Y
tendremos el endiosamiento bueno: el endiosamiento de quien sabe que
nada tiene de bueno, que no sea de Dios; que él, de sí mismo, nada es,
nada puede, nada tiene… Por eso, si los demás —porque el Señor, en su
bondad, no les deja ver nuestra fragilidad— nos tienen por mejores que
ellos, nos alaban y muestran desconocer que somos pecadores, debemos
pensar y meditar en el fondo de nuestro corazón, con humildad verdadera
(Sl 70,7): “ llegué a ser, para muchos, como un prodigio; pero bien sé
que tú, Dios mío, eres mi fortaleza ”... San Pablo se sabe el último de los
apóstoles, pero siente también el mandato de evangelizar. Como tú y como
yo. Tú sabrás cómo eres. De mi te puedo decir que soy una pobre cosa, un
pecador que ama a Jesucristo. Por gracia de Dios no le ofendemos más,
pero me siento capaz de cometer todas las vilezas que haya cometido
cualquier otro hombre... Dios, cuando desea realizar alguna obra, emplea
medios desproporcionados, para que se note bien que la obra es suya. Por
eso vosotros y yo, que conocemos bien el peso abrumador de nuestra
mezquindad, debemos decir al Señor: aunque me vea miserable, no dejo de
comprender que soy un instrumento divino en tus manos. No he dudado
jamás de que los trabajos que haya hecho a la largo de mi vida en servicio
de la Iglesia Santa, no los he hecho yo: sino el Señor, aunque se haya
servido de mí: no puede el hombre atribuirse nada, si no le es dado del
cielo (Jn 3,27)... Por eso, cuando con el corazón encendido le decimos al
Señor que sí, que le seremos fieles, que estamos dispuestos a cualquier
sacrificio, le diremos: Jesús, con tu gracia; Madre mía, con tu ayuda. ¡Soy
tan frágil, cometo tantos errores, tantas pequeñas equivocaciones, que me
veo capaz —si me dejas— de cometerlas grandes... Si alguna vez sentís que
está en peligro esa gracia que Dios nos ha hecho, no os debéis extrañar,
porque —ya os lo he dicho— somos de barro (II Cor 4,7): una vasija de
barro para llevar un tesoro divino . No te hablo para ahora: te hablo por
si acaso, alguna vez, sientes que tu corazón vacila. Para entonces te pido,
desde este momento, una fidelidad que se manifieste en el
aprovechamiento del tiempo y en dominar la soberbia, en tu decisión de
obedecer abnegadamente, en tu empeño por sujetar la imaginación: en
tantos detalles pequeños, pero eficaces, que salvaguardan y a la vez
manifiestan la calidad de tu entregamiento (San Josemaría Escrivá).
-“ Así resulta patente que una fuerza tan extraordinaria es de
Dios y no de nosotros”. Ayúdame también, Señor, a aceptar francamente
mis pobrezas, mis límites, permaneciendo vinculado a Ti
inquebrantablemente, a fin de que tu poder resplandezca en mi debilidad.
Descripción del estado psicológico del apóstol y -guardadas las
proporciones- del cristiano: -“ Atribulados en todo... pero no abatidos...
Perplejos... pero no desesperados... Perseguidos... pero no
abandonados... Derribados... pero no aniquilados ... Llevamos
siempre en nuestros cuerpos la agonía de Jesús, a fin de que la vida
de Jesús también se manifieste en nuestro cuerpo... Porque
sabemos que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará
con Jesús y nos colocará junto a Él” .
3. “ ¡Tengo fe! ”, pero hay problemas en la vida, y por eso añade el
salmo: « qué desgraciado soy... yo decía en mi apuro: los hombres
son unos mentirosos ». Pero, sobre todo, nos ha hecho expresar la
confianza en Dios: « rompiste mis cadenas, te ofreceré un sacrificio de
alabanza ». Todo para que vaya creciendo la comunidad: « cuantos más
reciban la gracia mayor será el agradecimiento, para gloria de
Dios ». No estamos en este mundo sólo para salvarnos nosotros, sino para
evangelizar, para ayudar a otros a que se enteren del don de Dios y lo
acepten. " Dios es veraz y todo hombre mentiroso " (Rm 3,4). Nos
sentimos poca cosa: “ ¡Ah, Yahveh, yo soy tu siervo, tu siervo, el hijo
de tu esclava, tú has soltado mis cadenas! ” Este agradecimiento por
sus dones nos lleva al deseo de ofrecerle cosas: “ Sacrificio te ofreceré de
acción de gracias, e invocaré el nombre de Yahveh. Cumpliré mis
votos a Yahveh, sí, en presencia de todo su pueblo”, hay una
referencia al "cáliz de la salvación", pues es en la Eucaristía que se vive en
plenitud esa acción de gracias.
Llucià Pou Sabaté