EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
martes 18 Junio 2013
Martes de la undécima semana del tiempo ordinario
Carta II de San Pablo a los Corintios 8,1-9.
Ahora queremos darles a conocer una gracia de Dios con que fueron favorecidas las
Iglesias de Macedonia.
A pesar de que han sido tan probadas y perseguidas, su gozo y su extrema pobreza
se han convertido en riquezas de generosidad.
Puedo atestiguar que lo hicieron según sus medios, e incluso por encima de sus
medios; espontáneamente
nos recordaban, y con mucha insistencia, esa iniciativa generosa y ese compartir
que es la ayuda a los santos.
Superaron todas nuestras expectativas, y Dios quiso que se pusieran ellos mismos
a disposición nuestra y del Señor.
Por eso rogué a Tito que, habiendo él comenzado entre ustedes esta obra de
caridad, la llevara también a cabo.
Y ustedes que sobresalen en todo: en dones de fe, de palabra y de conocimiento,
en entusiasmo, sin hablar del amor que me profesan, traten de sobresalir también
en esta obra de generosidad.
No es una orden, sino que sólo me baso en la generosidad de otros para ver si
ustedes aman de verdad.
Ya conocen la generosidad de Cristo Jesús, nuestro Señor, que, siendo rico, se hizo
pobre por ustedes para que su pobreza los hiciera ricos.
Salmo 146(145),2.5-6.7.8-9a.
Mientras viva yo quiero alabar al Señor,
quiero salmodiar para el Señor mientras exista.
Dichoso aquel que al Dios de Jacob
tiene de ayuda
y pone su esperanza en el Señor, su Dios,
en el que hizo los cielos y la tierra,
el mar y todo cuanto ellos encierran.
El su lealtad conserva siempre,
y su justicia da a los oprimidos,
proporciona su pan a los hambrientos.
El Señor deja libres a los presos.
el Señor da la vista a los ciegos,
el Señor endereza a los encorvados,
el Señor ama a los justos;
da el Señor protección al forastero,
y reanima al huérfano y a la viuda,
mas desvía el camino de los malvados.
Evangelio según San Mateo 5,43-48.
Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y no harás amistad con tu
enemigo.»
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores,
para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos. Porque él hace brillar su
sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué mérito tiene? También los
cobradores de impuestos lo hacen.
Y si saludan sólo a sus amigos, ¿qué tiene de especial? También los paganos se
comportan así.
Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está
en el Cielo.
Comentario del Evangelio por:
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la
Iglesia
Manuscrito autobiográfico C 13 v°-14 r°
El amor a los enemigos
Hay en la comunidad una hermana que tiene el don de desagradarme en
todo. Sus modales, sus palabras, su carácter me resultan sumamente
desagradables. Sin embargo, es una santa religiosa, que debe de ser
sumamente agradable a Dios.
Entonces, para no ceder a la antipatía natural que experimentaba,
me dije a mí misma que la caridad no debía consistir en simples
sentimientos, sino en obras, y me dediqué a portarme con esa hermana como
lo hubiera hecho con la persona a quien más quiero. Cada vez que la
encontraba, pedía a Dios por ella, ofreciéndole todas sus virtudes y sus
méritos.
Sabía muy bien que esto le gustaba a Jesús, pues no hay artista a
quien no le guste recibir alabanzas por sus obras. Y a Jesús, el Artista
de las almas, tiene que gustarle enormemente que no nos detengamos en lo
exterior, sino que penetremos en el santuario íntimo que él se ha
escogido por morada y admiremos su belleza.
No me conformaba con rezar mucho por esa hermana que era para mí
motivo de tanta lucha. Trataba de prestarle todos los servicios que podía;
y cuando sentía la tentación de contestarle de manera desagradable, me
limitaba a dirigirle la más encantadora de mis sonrisas y procuraba
cambiar de conversación.
Con frecuencia también… como tenía que mantener relaciones con
esta hermana a causa del oficio, cuando mis combates interiores eran
demasiado fuertes, huía como un desertor.
Como ella ignoraba por completo lo que yo sentía hacia su persona, nunca
sospechó los motivos de mi conducta, y vive convencida de que su carácter
me resultaba agradable.
Un día, en la recreación, me dijo con aire muy satisfecho más o menos
estas palabras: “﾿Querría decirme, hermana Teresa del Niño Jesús,
qué es lo que la atrae tanto en mi? Siempre que me mira, la veo
sonreír”. ᄀAy!, lo que me atraía era Jesús, escondido en el fondo de
su alma... Jesús, que hace dulce hasta lo más amargo
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”