Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Impar,
Semana No. 11, Jueves
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Os anuncié de balde el Evangelio de Dios * Justicia y
verdad son las obras de tus manos, Señor. * Vosotros rezad así
Textos para este día:
2 Corintios 11,1-11:
Hermanos: Ojalá me toleraseis unos cuantos desvaríos; bueno, ya sé que me los
toleráis. Tengo celos de vosotros, los celos de Dios; quise desposaros con un solo
marido, presentándoos a Cristo como una virgen intacta. Pero me temo que, igual
que la serpiente sedujo a Eva con su astucia, se pervierta vuestro modo de pensar
y abandone la entrega y fidelidad a Cristo. Se presenta cualquiera predicando un
Jesús diferente del que yo predico, os propone un espíritu diferente del que
recibisteis, y un Evangelio diferente del que aceptasteis, y lo toleráis tan tranquilos.
¿En qué soy yo menos que esos súper apóstoles? En el hablar soy inculto, de
acuerdo; pero en el saber no, como os lo he demostrado siempre y en todo. ¿Hice
mal en abajarme para elevaros a vosotros? Lo digo porque os anuncié de balde el
Evangelio de Dios. Para estar a vuestro servicio, tuve que saquear a otras Iglesias,
aceptando un subsidio; mientras estuve con vosotros, aunque pasara necesidad, no
me aproveché de nadie; los hermanos que llegaron de Macedonia proveyeron a mis
necesidades. Mi norma fue y seguirá siendo no seros gravoso en nada. Lo digo con
la verdad de Cristo que poseo; nadie en toda Acaya me quitará esta honra. ¿Por
qué?, ¿porque no os quiero? Bien lo sabe Dios.
Salmo: 110 :
Doy gracias al Señor de todo corazón, / en compañía de los rectos, en asamblea. /
Grandes son las obras del Señor, / dignas de estudio para los que las aman. R.
Esplendor y belleza son su obra, / su generosidad dura por siempre; / ha hecho
maravillas memorables, / el Señor es piadoso y clemente. R.
Justicia y verdad son las obras de sus manos, / todos sus preceptos merecen
confianza: / son estables para siempre jamás, / se han de cumplir con verdad y
rectitud. R.
Mateo 6,7-15:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando recéis, no uséis muchas
palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso.
No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo
pidáis.
Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu
reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de
cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que
nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno."
Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os
perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre
perdonará vuestras culpas."
Homilía
Temas de las lecturas: Os anuncié de balde el Evangelio de Dios * Justicia y
verdad son las obras de tus manos, Señor. * Vosotros rezad así
1. Los "super-apóstoles"
1.1 Entre las varias dificultades que encontró Pablo con la comunidad de Corinto
una fue tener que entrar en competencia con otros predicadores y con otras
ofertas, a veces de corte próximo al cristianismo.
1.2 Era una situación esperable, dada la tremenda afición de aquellos griegos para
estar pendientes de novedades, curiosidades y todo tipo de historias con tal de que
fueran amables al oído.
1.3 Esta propensión a lo curioso y al último chisme hacía de los corintios presa fácil
de un amplio espectro de embaucadores y fantoches que, para ganarse discípulos,
se jactaban de su ciencia profunda y de sus poderes maravillosos.
1.4 Pablo entonces acepta el juego, pero le da la vuelta. Su "ciencia" es ante todo
la de la Cruz, donde nada parece comprensible ni amable a nuestra inteligencia;
sus "poderes" son especialmente sus dolores y padecimientos por razón de amor a
Dios y a los discípulos.
1.5 Y así, con un toque de ironía, nos ha dejado un retrato conmovedor de sus
sufrimientos en la causa del Evangelio. Un ejemplo, que más allá de las frivolidades
corintias, es espejo de cuánto puede el amor en un genuino servidor de Cristo.
2. La Oración del Señor
2.1 ¡Hoy nos ha correspondido el evangelio del Padre Nuestro! Ocasión preciosa
para repasar la presentación que de esta plegaria nos hace el Catecismo de Juan
Pablo II. El gran punto de partida es que se trata de la oración "dominical",
expresión tomada del latín y que significa: "del Señor".
2.2 Transcribimos apartes de los números 2762 a 2772. Conservamos aquí sin
embargo nuestra propia numeración.
3. Corazón de las Sagradas Escrituras
3.1 Después de haber expuesto cómo los salmos son el alimento principal de la
oración cristiana y confluyen en las peticiones del Padre Nuestro, San Agustín
concluye: "Recorred todas las oraciones que hay en las Escrituras, y no creo que
podáis encontrar algo que no esté incluido en la oración dominical" (ep. 130, 12,
22).
3.2 Toda la Escritura (la Ley, los Profetas, y los Salmos) se cumplen en Cristo (cf Lc
24, 44). El evangelio es esta "Buena Nueva". Su primer anuncio está resumido por
San Mateo en el Sermón de la Montaña (cf. Mt 5-7). Pues bien, la oración del Padre
Nuestro está en el centro de este anuncio. En este contexto se aclara cada una de
las peticiones de la oración que nos dio el Señor:
3.3 La oración dominical es la más perfecta de las oraciones... En ella, no sólo
pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en
que conviene desearlo. De modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino
que también forma toda nuestra afectividad. (Santo Tomás de A., s. th. 2-2. 83, 9).
3.4 El Sermón de la Montaña es doctrina de vida, la oración dominical es plegaria,
pero en uno y otra el Espíritu del Señor da forma nueva a nuestros deseos, esos
movimientos interiores que animan nuestra vida. Jesús nos enseña esta vida nueva
por medio de sus palabras y nos enseña a pedirla por medio de la oración. De la
rectitud de nuestra oración dependerá la de nuestra vida en El.
4. "La oración del Señor"
4.1 La expresión tradicional "Oración dominical" [es decir, "oración del Señor"]
significa que la oración al Padre nos la enseñó y nos la dio el Señor Jesús. Esta
oración que nos viene de Jesús es verdaderamente única: ella es "del Señor". Por
una parte, en efecto, por las palabras de esta oración el Hijo único nos da las
palabras que el Padre le ha dado (cf Jn 17, 7): él es el Maestro de nuestra oración.
Por otra parte, como Verbo encarnado, conoce en su corazón de hombre las
necesidades de sus hermanos y hermanas los hombres, y nos las revela: es el
Modelo de nuestra oración.
4.2 Pero Jesús no nos deja una fórmula para repetirla de modo mecánico (cf Mt 6,
7; 1 R 18, 26-29). Como en toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la
Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre. Jesús no sólo nos
enseña las palabras de la oración filial, sino que nos da también el Espíritu por el
que éstas se hacen en nosotros "espíritu y vida" (Jn 6, 63). Más todavía: la prueba
y la posibilidad de nuestra oración filial es que el Padre "ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: '¡Abbá, Padre!'" (Ga 4, 6). Ya que
nuestra oración interpreta nuestros deseos ante Dios, es también "el que escruta
los corazones", el Padre, quien "conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su
intercesión en favor de los santos es según Dios" (Rm 8, 27). La oración al Padre se
inserta en la misión misteriosa del Hijo y del Espíritu.
5. Oración de la Iglesia
5.1 Este don indisociable de las palabras del Señor y del Espíritu Santo que les da
vida en el corazón de los creyentes ha sido recibido y vivido por la Iglesia desde los
comienzos. Las primeras comunidades recitan la Oración del Señor "tres veces al
día" (Didaché 8, 3), en lugar de las "Dieciocho bendiciones" de la piedad judía.
5.2 Según la Tradición apostólica, la Oración del Señor está arraigada
esencialmente en la oración litúrgica.
5.3 El Señor nos enseña a orar en común por todos nuestros hermanos. Porque él
no dice "Padre mío" que estás en el cielo, sino "Padre nuestro", a fin de que nuestra
oración sea de una sola alma para todo el Cuerpo de la Iglesia (San Juan
Crisóstomo, hom. in Mt. 19, 4).
5.4 En todas las tradiciones litúrgicas, la Oración del Señor es parte integrante de
las principales Horas del Oficio divino. Este carácter eclesial aparece con evidencia
sobre todo en los tres sacramentos de la iniciación cristiana:
5.5 En el Bautismo y la Confirmación, la entrega ["traditio"] de la Oración del Señor
significa el nuevo nacimiento a la vida divina. Como la oración cristiana es hablar
con Dios con la misma Palabra de Dios, "los que son engendrados de nuevo por la
Palabra del Dios vivo" (1 P 1, 23) aprenden a invocar a su Padre con la única
Palabra que él escucha siempre. Y pueden hacerlo de ahora en adelante porque el
Sello de la Unción del Espíritu Santo ha sido grabado indeleble en sus corazones,
sus oídos, sus labios, en todo su ser filial. Por eso, la mayor parte de los
comentarios patrísticos del Padre Nuestro están dirigidos a los catecúmenos y a los
neófitos. Cuando la Iglesia reza la Oración del Señor, es siempre el Pueblo de los
"neófitos" el que ora y obtiene misericordia (cf 1 P 2, 1-10).
5.6 En la Liturgia eucarística, la Oración del Señor aparece como la oración de toda
la Iglesia. Allí se revela su sentido pleno y su eficacia. Situada entre la Anáfora
(Oración eucarística) y la liturgia de la Comunión, recapitula por una parte todas las
peticiones e intercesiones expresadas en el movimiento de la epíclesis, y, por otra
parte, llama a la puerta del Festín del Reino que la comunión sacramental va a
anticipar.
5.7 En la Eucaristía, la Oración del Señor manifiesta también el carácter
escatológico de sus peticiones. Es la oración propia de los "últimos tiempos",
tiempos de salvación que han comenzado con la efusión del Espíritu Santo y que
terminarán con la Vuelta del Señor. Las peticiones al Padre, a diferencia de las
oraciones de la Antigua Alianza, se apoyan en el misterio de salvación ya realizado,
de una vez por todas, en Cristo crucificado y resucitado.
5.8 De esta fe inquebrantable brota la esperanza que suscita cada una de las siete
peticiones. Estas expresan los gemidos del tiempo presente, este tiempo de
paciencia y de espera durante el cual "aún no se ha manifestado lo que seremos" (1
Jn 3, 2; cf Col. 3, 4). La Eucaristía y el Padrenuestro están orientados hacia la
venida del Señor, "¡hasta que venga!" (1 Co. 11, 26).