XI Semana del Tiempo Ordinario. (Año Impar)
Lunes
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- 2Cor. 6,1-10: Damos prueba de que somos hijos de Dios.
b.- Mt. 5, 38-42: Rechazo de la venganza efectiva y del mismo deseo de la
misma.
La Ley del Talión, reguló la vida de Israel y de otros pueblos primitivos como ellos
(cfr. Ex.21,23-25; Lev. 24, 19-20), cuando la venganza parecía no tener límites. En
el tiempo de Jesús, ya se cambiaban las penas, por multas en pago de dinero. Esta
ley se basaba en el principio de retribución, es decir, el sujeto podía hacer lo
mismo, que le había hecho otro. Se trata de vida por vida, ojo por ojo, diente por
diente; puedes cobrarte la venganza pagando, con la misma moneda. Sentimiento
muy arraigado en el corazón humano. Jesús, invalida este principio, es más, sus
discípulos no deben buscar la venganza. Rechaza la venganza en sí misma, como el
deseo de la misma, hasta renunciar a la justicia vindicativa, y toda violencia activa,
incluso como autodefensa. Jesús apunta a la mentalidad que hay detrás de dicha
legislación que piensa que la injusticia se arregla con la reparación debida. A esta
concepción, Jesús contrapone una nueva concepci￳n del amor: “No resistáis al mal”
(v.39). El mal se padece, pero no se contesta con otro mal mayor, sino con la
fuerza del amor. El mal pierde fuerza, dominio, cuando es contrarrestado con un
paciente amor, el golpe se pierde en el vacío, se estrella contra sí mismo. Es lo más
duro de la doctrina de Cristo, para sus discípulos. Pone cuatro situaciones a modo
de ejemplo: la bofetada, el pleito, requerimiento y préstamo. Situaciones
paradójicas, que no hay que tomar en forma literal, sino rescatar el espíritu de
perdón, reconciliación y fraternidad. Se trata de no responder con otra injusticia, es
decir, con otra bofetada, no llegar a tribunales, darle también el manto, se trata de
comportarse como hijo del Padre celestial, ofreciendo el amor que recibes de ÉL;
siempre el amor el más fuerte que el mal. A quien te obliga ir con él una milla,
anticípate a su querer y con amabilidad vence su despotismo. Paradojalmente, es el
mismo Jesús, que pide explicaciones cuando es herido y es humillado; busca como
defenderse con una espada (cfr. Mc. 14,18; Jn. 18, 23; Lc. 22, 33); más tarde
Pablo, recurre a su calidad de ciudadano romano, cuando es apresado en Jerusalén
(cfr. Hch. 22, 25). Evangelio sublime, pero ciertamente incomodo, para nuestro
egoísmo y mezquindad. Porque Jesús conoce el corazón humano, es que propone
este camino de liberación de la violencia para afianzarnos en el amor, en su fuerza
activa de perdón. Jesús, propicia los derechos humanos, pero por sobre lo
estrictamente jurídico, coloca el amor; no propone la resignación, sino la no
violencia activa del amor; no propone cualquier tipo de pasividad y silencio ante la
injusticia, sino que busca la humanización de la justicia y la fraternidad. Son
necesarios hombres de fe y amor, amantes de sus enemigos, dispuestos a dar la
vida, como muchos hoy, por los derechos de sus hermanos, aunque les cueste la
vida. Sufrir la injusticia, no quita que ésta sea denunciada en forma profética.
Cristo sufrió la mayor de las injusticias, ser contado como un criminal, y sin
embargo, por su misterio pascual y el don del Espíritu Santo a sus discípulos, nos
transforma en hombres y mujeres nuevos, capaces de perdonar, hacer el bien y
orar hasta por el enemigo (cfr. Rm.12,21). Se trata de amar, como Cristo Jesús
hasta el final, amor que hace creíble el evangelio, porque seduce al hombre que lo
vive íntegramente y también lo hace creíble.
Teresa de Jesús exhorta al orante a servir al prójimo, mirando el ejemplo de Cristo
Jesús. “Pedid a nuestro Se￱or que os dé con perfección este amor del prójimo, y
dejad hacer a Su Majestad…Mirad lo que cost￳ a nuestro Esposo el amor que nos
tuvo, que, por librarnos de la muerte, la muri￳ tan penosa como muerte de cruz.”
(5M 3, 12)