XI Semana del Tiempo Ordinario. (Año Impar)
Viernes
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- 2Cor.11, 18.21-30: Lleva la preocupación por todas las iglesias.
b.- Mt. 6, 19-23: El verdadero tesoro y el ojo, lámpara del cuerpo.
Este evangelio nos habla de no acumular tesoros en la tierra (vv.19-21) y la luz de
los ojos que es lámpara de los ojos (vv.22-23). Una lectura superficial de este
evangelio, da la impresión que Jesús condena la posesión de bienes. El afán de
poseer es propio de la naturaleza humana; su pensamiento se dirige a producir y
aumentar bienes adquirirlos y aumentarlos. Aquí se trata más que de bienes, de
tesoros, acumulación de dinero, casas, tierras, ornamentos etc. La polilla roe el
vestido, la herrumbre corroe y los ladrones, perforan las paredes y roban, tantos
esfuerzos, para bienes inciertos e inestables… Jesús ense￱a un objetivo digno de
todo afán y cuyo valor permanece para siempre: “Atesorad tesoros en el cielo”
(v.20), es decir, ahí los valores están en lugar seguro. Ese cielo, es Dios. ¿Cuáles
son esos tesoros? Primero el corazón, las buenas obras, la justicia hasta amar al
enemigo, los ejercicios de piedad, la vida teologal, la oración, el servicio al prójimo,
fruto de la caridad, etc. El mismo evangelio, paradojalmente, nos señala otra cosa,
ya que es el mismo Jesús, permite tener casa y campos a sus discípulos (cfr. Mc.
10, 29-30); Leví y Zaqueo, tenían bienes abundantes (cfr. Mc. 2, 15; Lc. 19, 8), las
mujeres que le seguían, precisamente con sus bienes le socorrían a ÉL y los
apóstoles (cfr. Lc. 3, 8; 10, 38). Hay que tener en cuenta la mentalidad de la época
quien era justo, daba limosnas, poseía un tesoro en el cielo. Jesús propone algo
mucho más profundo: todos los bienes de este mundo, son pasajeros e inciertos. El
corazón, no es sólo sede de la afectividad, sino de ahí nacen los deseos más
íntimos y profundos del hombre. Cuando el corazón está orientado hacia el cielo, es
decir, está orientado hacia Dios, único tesoro seguro y cierto. La segunda parte se
refiere a que el ojo es la luz del cuerpo (vv.22-23), porque nos permite ver. El ojo
sano ve bien; el ojo enfermo ve poco o nada, es como si estuviera en tinieblas. En
otra clave el ojo sano, del corazón, es el bueno; el ojo enfermo, es el ojo perverso.
El ojo también se entiende como el corazón, refleja todo el hombre, pensamientos y
reflexiones, la pureza o corrupción de su vida. El ojo es el espejo del alma, si esta
lámpara es luminosa y nítida también el cuerpo lo es, todo el hombre. Si el ojo es
malo, corrompido y perverso, entonces todo el cuerpo está en tinieblas. Jesús
termina con unas palabras significativas pero enigmáticas: “Y si la luz que hay en ti
son tinieblas,¡ qué densas serán las tinieblas!” (v.23). El coraz￳n del discípulo debe
estar orientado hacia Dios, vivir de los tesoros del Reino, entonces el hombre está
sano. En cambio, si se ha disipado u orientado a los bienes de la tierra, se ha vuelto
ciego para los bienes del Reino, todo el hombre está en tinieblas. No ve el bien,
anda en tinieblas. La idea de Jesús es esta: si la mirada está puesta en Dios, que es
la luz y fuente de toda luz, todo el misterio de la existencia humana se comprende,
se ilumina; lo contrario, no poner los ojos en Dios, se camina y vive como rodeado
de tinieblas, porque falta la luz de la vida. Dios es Luz, Jesús es la luz del mundo, el
hombre debe resplandecer ante los ojos de Dios (cfr. Jn.8, 12). El hombre, limpio
de corazón es reflejo de la luz divina. A su tiempo verá con sus ojos iluminado de
amor pureza a Dios (cfr. Mt.5,8). También se entiende que el ojo bueno, el hombre
bueno es generoso, mientras que el ojo malo es tacaño; el primero es una persona
luminosa, en cambio, el segundo vive en las tinieblas (cfr. Dt. 19,15; Pr. 22,9;
Si.14, 3.10; 31,13.23-24; 37,11; Mt. 20,15). Para el cristiano Jesucristo sigue
siendo la luz del mundo, quien camina en sus sendas, es decir, hace su voluntad no
conoce la oscuridad jamás, porque su palabra y presencia son luz. Recordemos que
somos hijos de la luz, que Dios Padre, nos llamó de las tinieblas a su luz
maravillosa (cfr. 1Tes.5,5; 1Pe.2,9).
La Santa Madre Teresa nos pide poner los ojos en Jesús y este Crucificado: “Poned
los ojos en el Crucificado, y se os hará todo poco” (7M 4, 8). O bien: “Este
verdadero amor de Dios, trae consigo todos los bienes” (V 11,1).