EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 7,11-17.
Jesús se dirigió poco después a un pueblo llamado Naín, y con él iban sus discípulos
y un buen número de personas.
Cuando llegó a la puerta del pueblo, sacaban a enterrar a un muerto: era el hijo
único de su madre, que era viuda, y mucha gente del pueblo la acompañaba.
Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores.»
Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron. Dijo Jesús
entonces: «Joven, yo te lo mando, levántate.»
Se incorporó el muerto inmediatamente y se puso a hablar. Y Jesús se lo entregó a
su madre.
Un santo temor se apoderó de todos y alababan a Dios, diciendo: «Es un gran
profeta el que nos ha llegado. Dios ha visitado a su pueblo.»
Lo mismo se rumoreaba de él en todo el país judío y en sus alrededores.
Comentario del Evangelio por:
Concilio Vaticano II
Constituci￳n sobre la Iglesia en el mundo actual “Gaudium et spes”, § 22
(trad. © copyright Librería Editrice Vaticana)
“El Se￱or se apiad￳ de ella y le dijo: no llores más”
El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que
ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el
primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada
también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha
unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con
inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre.
Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes
en todo a nosotros, excepto en el pecado.
Cordero inocente, con la entrega libérrima de su sangre nos mereció la vida. En El
Dios nos reconcilió consigo y con nosotros y nos liberó de la esclavitud del diablo y
del pecado, por lo que cualquiera de nosotros puede decir con el Apóstol: El Hijo de
Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal 2,20). Padeciendo por nosotros,
nos dio ejemplo para seguir sus pasos y, además abrió el camino, con cuyo
seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido.
El hombre cristiano, conformado con la imagen del Hijo, que es el Primogénito
entre muchos hermanos, recibe las primicias del Espíritu (Rom 8,23)… Por medio de
este Espíritu, que es prenda de la herencia (Eph 1,14), se restaura internamente
todo el hombre hasta que llegue la redención del cuerpo (Rom 8,23). Si el Espíritu
de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que
resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también vida a vuestros cuerpos
mortales por virtud de su Espíritu que habita en vosotros (Rom 8,11).
Este es el gran misterio del hombre que la Revelación cristiana esclarece a los
fieles. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que
fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta obscuridad. Cristo resucitó; con su
muerte destruyó la muerte y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos
en el Espíritu: Abba!,¡Padre!
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”