XI Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
Los tesoros que nos interesan son la felicidad que nos viene de Dios, el
amor de Dios que nos salva más allá de todos los problemas
«No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre
corroen y donde los ladrones socavan y los roban. Amontonad en
cambio tesoros en el Cielo, donde ni polilla ni herrumbre corroen, y
donde los ladrones no socavan ni roban. Porque donde está tu
tesoro allí estará tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu
ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado. Pero si tu ojo es
malicioso, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Y si la luz que hay en
ti es tinieblas, cuán grande será la oscuridad» (Mateo 6, 19-23)
1. Jesús, tú tienes palabras de vida eterna, que llenan la
oscuridad de mi alma cuando se fija sólo en los pobres tesoros terrenales.
Tú nos invitas a algo más alto, los tesoros del cielo .
« No amontonéis tesoros en la tierra ». Señor, quiero amontonar
tesoros en el cielo , invertir en ti, entregarte mi corazón, servirte con
amor. Y ¿qué es lo más valioso para mí?, ¿qué es lo que busco con mayor
afán? Jesús, me invitas a no contentarme con lo efímero. Nuestra existencia
en la tierra es una existencia amenazada, frágil. Utilizas una imagen
inolvidable: la pequeña carcoma roe y con ello estropea un hermoso
mueble... y la minúscula polilla agujerea el mejor de los vestidos de lana o
seda... Sé que los bienes de consumo no son los verdaderos bienes del
hombre. Quiero ¡trabajad para el cielo!
-“Donde está tu tesoro (tu riqueza), está también tu corazón”.
El instinto de propiedad forma parte de la naturaleza humana, el deseo de
poseer está profundamente inscrito en nuestros corazones. Los sabios de
todas las religiones han aconsejado la moderación. Jesús no aconseja de
sofocar el deseo sino de dirigirlo mejor.
-“ La lámpara del cuerpo es el ojo. Por esto si tu ojo está
limpio, sano, tu cuerpo entero tendrá luz ”. Nos hablas ahora, Jesús, de
la importancia de los ojos... de la mirada: en este momento pienso en tus
ojos: ¡cuán límpida debía ser tu mirada, cuán alegres tus ojos y tan
amables! Trataré hoy de mejorar la calidad de mis miradas. Los ojos son la
base para la comunión con los demás. ¡No sabemos ver! Pasamos al lado de
innumerables ocasiones de entrar en comunicación con los demás,
hermanos nuestros, conocidos o desconocidos. Señor, enséñanos a mirar...
a salir de nosotros mismos.
-“ Si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras ”. Y
si la luz que tienes está oscura, ¡qué oscuridad tan grande! Ojo sano, es
también corazón sano. Ojo malo, es signo de un corazón malo. Señor, que
mi mirada sea sana: Si el ojo está sano, vemos bien, si el ojo está
enfermo, nos vemos rodeados de tinieblas. Quiero tener mi ojo, mi
mirada, puesta en ti, que eres la luz y fuente de toda luz, que iluminas el
misterio de la oscuridad humana. Si no lo tuviera puesto en Dios, vivirás en
tinieblas, dentro del misterio de mi propia oscuridad.
Como rezaba san Francisco de Asís: “oh alto y divino Dios, ilumina
las tinieblas de mi corazón. Dame una fe recta, esperanza cierta,
caridad perfecta, humildad profunda. Dame juicio y discernimiento
para cumplir tu santa y divina voluntad ”. No me dejes, Señor, que te
necesito para dirigir mis pasos hacia el camino bueno… tú eres el Camino, la
Verdad y la Vida. Te pido que no me despiste poniendo el corazón donde no
debo, que tú seas mi verdadero tesoro, el motor de mis acciones. El ojo es
la imagen del corazón. El hombre entero se refleja en sus ojos. Dios
es Luz, dirá san Juan... ¡porque Dios es amor! El que no ama vive en las
tinieblas.
Te ofreceré, Señor, todas las cosas que hago: “esta es la manera
práctica de ir amontonando tesoros en el Cielo, y también es la forma de
que Tú vayas siendo mi tesoro, y por tanto el punto de mira de mi corazón,
« porque donde está tu tesoro allí estará tu corazón »” (Pablo
Cardona).
«Los defectos que ves en los demás quizá son los tuyos (…) - Si tu
ojo fuere sencillo , todo tu cuerpo estará iluminado; mas si tienes
malicioso tu ojo, todo tu cuerpo estará oscurecido. / Y más aún: «¿ cómo te
pones a mirar la mota en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que
está dentro del tuyo?». / Examínate» (s. Josemaría, Surco 328). Jesús, te
pido ser una persona que sepa ver las cosas buenas de los demás; que sea
yo optimista, que vea lo positivo en todo, con la fe. Dicen que la anorexia es
una percepción visual equivocada: alguien que se ve gordo al espejo
aunque no sea verdad. Miramos dependiendo de cómo estamos por dentro,
y así veré los defectos muchas veces si yo también los tengo, como un
espejo de mis propios defectos: mi soberbia, mi envidia, mi sensualidad, mi
pereza.
Ayúdame, Señor, a participar de la luz de tu amor, con el perdón:
«La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos. Transfigura al
discípulo configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de lo oración
cristiana; el don de la oración no puede recibirse más que en un corazón
acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que,
en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado. Los mártires de
ayer y de hoy dan testimonio de Jesús. El perdón es la condición
fundamental de la reconciliación de los hijos de Dios con su Padre y de los
hombres entre sí» ( Catecismo 2844).
Me pides que siempre responda con comprensión, con cariño, con
intención de ayudar. Pero esto no significa comportarme con blandenguería
o ingenuidad. El perdón va de la mano de la justicia, que se enriquece con
la mirada misericordiosa: «Has de conducirte cada día, al tratar a quienes te
rodean, con mucha comprensión, con mucho cariño, junto -claro está- con
toda la energía necesaria: sino, la comprensión y el cariño se convienen en
complicidad y en egoísmo» (S. Josemaría, Surco 803). La caridad es lealtad,
no pacta con la complicidad: « Y si la luz que hay en ti es tinieblas, cuán
grande será la oscuridad .» Por eso, Jesús, te pido tu luz, esa “lámpara
especial que, junto con las imágenes, ilumina mi mundo interior, mi modo
de ver las cosas: la inteligencia. A través de la formación que reciba,
interpretaré todo de una manera o de otra. Por eso es tan importante que
cuide mi formación espiritual a través de la lectura, de charlas de formación
o de la dirección espiritual. Esa formación será como una luz que alumbre
mi camino y me ayude a decidir en cada momento lo que debo y no debo
hacer; y también me llevará a pedir consejo ante lo que no sepa” (Pablo
Cardona).
2. Pablo hará su apología, para defenderse de los que le atacan y
mostrar el don de Dios:
-“ Hebreo... israelita... descendiente de Abraham... ministro de
Cristo”. He ahí sus títulos, según un orden creciente: judío de origen, de
buena «tradición», que ahora sigue una fidelidad más profunda. Cristo lo
escogió para él. Concédenos también, Señor, ser a la vez fieles a la
tradición auténtica y estar decididamente volcados hacia el futuro.
-“ Trabajos... golpes... cárceles... peligro de muerte... De los
judíos recibí cinco veces treinta y nueve azotes... tres veces fui
azotado con varas... y una vez apedreado...” Suplicios que la Ley judía
reservaba a los herejes, según el Deuteronomio 25, 2-3 y el Levítico 20. Así
nueve veces fue «denunciado» Pablo por cristianos judaizantes que
espiaban su manera de enseñar. Ayuda, Señor, las diversas tendencias de
tu Iglesia de HOY a no destrozarse las unas a las otras.
-“ Naufragios... bandoleros... falsos hermanos... noches sin
dormir... hambre y sed... frío...” El balance de la primera evangelización
da mucha sangre derramada, muchas fatigas, y muchos obstáculos de toda
especie. La Iglesia no nacía con facilidades. Fue preciso construir a fuerza
de mártires, lentamente y, a menudo, con todas las apariencias del fracaso.
Que esto aclare, Señor, mi apreciación actual de la Iglesia.
-“ Y aparte de otras cosas, mi preocupación diaria, el cuidado de
todas las Iglesias. ¿Quién desfallece, sin que desfallezca yo? ¿Quién
tropieza -en brasas- sin que yo me queme?” Pablo, ayúdame «a
simpatizar, a sufrir con todos los que sufren»... a «no juzgar
despectivamente a los que tropiezan o caen, sino a experimentar el dolor de
su caída»... Aplico todo esto a mi vida. ¿Quién desfallece o es débil a mi
alrededor? ¿Quién está en trance de tropezar cerca de mí?
-“ Si hay que gloriarse ¡me gloriaré en mi flaqueza!” Pablo opone
la «flaqueza» de su apostolado a la «potencia» de que creen disponer los
falsos apóstoles que le acusan. Su flaqueza no le abate, le refuerza su
convicción de que es Dios quien actúa en él. Que mis pobrezas, Señor, lejos
de desesperarme me conduzcan a Ti (Noel Quesson).
3. “ Bendeciré a Yahveh en todo tiempo, sin cesar en mi boca su
alabanza; en Yahveh mi alma se gloría, ¡óiganlo los humildes y se
alegren! ” Así también yo quiero gloriarme en mis flaquezas, como Pablo,
para decir con él: “ engrandeced conmigo a Yahveh, ensalcemos su
nombre todos juntos. He buscado a Yahveh, y me ha respondido: me
ha librado de todos mis temores ”. Sin miedo, porque l os que miran
hacia él, refulgirán: no habrá sonrojo en su semblante”. El Señor
siempre oye al pobre, y le salva de todas sus angustias.
Llucià Pou Sabaté