EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves 13 de junio 2013
Jueves de la décima semana del tiempo ordinario
Carta II de San Pablo a los Corintios 3,15-18.4,1.3-6.
Por más que lean a Moisés, el velo cubre su entendimiento hasta hoy,
pero al que se vuelva al Señor se le quita el velo.
El Señor es espíritu, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad.
Todos llevamos los reflejos de la gloria del Señor sobre nuestro rostro descubierto,
cada día con mayor resplandor, y nos vamos transformando en imagen suya, por
ser ésta la obra del Señor-espíritu.
Ese es nuestro ministerio, y como lo tenemos por gracia de Dios, no nos
desanimamos.
Si a pesar de eso permanece oscuro el Evangelio que proclamamos, la oscuridad es
para los que se pierden.
Se niegan a creer, porque el dios de este mundo los ha vuelto ciegos de
entendimiento y no ven el resplandor del Evangelio glorioso de Cristo, que es
imagen de Dios.
No nos pregonamos a nosotros mismos, sino que proclamamos a Cristo Jesús como
Señor; y nosotros somos servidores de ustedes por Jesús.
El mismo Dios que dijo: Brille la luz en medio de las tinieblas, es el que se hizo luz
en nuestros corazones, para que se irradie la gloria de Dios tal como brilla en el
rostro de Cristo.
Salmo 85(84),9ab-10.11-12.13-14.
Pues Dios habla de paz a su pueblo y a sus servidores.
«Cerca está su salvación de los que le temen
y habitará su Gloria en nuestra tierra.
La Gracia y la Verdad se han encontrado,
la Justicia y la Paz se han abrazado;
de la tierra está brotando la verdad,
y del cielo se asoma la justicia.
El Señor mismo dará la felicidad,
y dará sus frutos nuestra tierra.
La rectitud andará delante de él,
la paz irá siguiendo sus pisadas.»
Evangelio según San Mateo 5,20-26.
Yo se lo digo: si no se proponen algo más perfecto que lo de los fariseos, o de los
maestros de la Ley, ustedes no pueden entrar en el Reino de los Cielos.
Ustedes han escuchado lo que se dijo a sus antepasados: «No matarás; el homicida
tendrá que enfrentarse a un juicio.»
Pero yo les digo: Si uno se enoja con su hermano, es cosa que merece juicio. El
que ha insultado a su hermano, merece ser llevado ante el Tribunal Supremo; si lo
ha tratado de renegado de la fe, merece ser arrojado al fuego del infierno.
Por eso, si tú estás para presentar tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de que tu
hermano tiene algo contra ti,
deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y vete antes a hacer las paces con tu
hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda.
Trata de llegar a un acuerdo con tu adversario mientras van todavía de camino al
juicio. ¿O prefieres que te entregue al juez, y el juez a los guardias, que te
encerrarán en la cárcel?
En verdad te digo: no saldrás de allí hasta que hayas pagado hasta el último
centavo.
Comentario del Evangelio por
Benedicto XVI, papa de 2005 a 2013
Homilía del 29/05/2005 en el Congreso Eucarístico de Bari (trad. ©
copyright Librería Editrice Vaticana)
“Ve primero a reconciliarte con tu hermano, y después ven a presentar tu
ofrenda”
El único y el mismo Cristo está presente en el pan eucarístico de todos los
lugares de la tierra. Esto significa que sólo podemos encontrarlo junto con todos los
demás. Sólo podemos recibirlo en la unidad. ¿No es esto lo que nos ha dicho el
apóstol san Pablo…? Escribiendo a los Corintios, afirma: "El pan es uno, y así
nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos
todos del mismo pan" (1 Co 10, 17). La consecuencia es clara: no podemos
comulgar con el Señor, si no comulgamos entre nosotros. Si queremos presentaros
ante él, también debemos ponernos en camino para ir al encuentro unos de otros.
Por eso, es necesario aprender la gran lección del perdón: no dejar que se insinúe
en el corazón la polilla del resentimiento, sino abrir el corazón a la magnanimidad
de la escucha del otro, abrir el corazón a la comprensión, a la posible aceptación de
sus disculpas y al generoso ofrecimiento de las propias.
La Eucaristía -repitámoslo- es sacramento de la unidad. Pero, por desgracia, los
cristianos están divididos, precisamente en el sacramento de la unidad. Por eso,
sostenidos por la Eucaristía, debemos sentirnos estimulados a tender con todas
nuestras fuerzas a la unidad plena que Cristo deseó ardientemente en el Cenáculo
(Jn 17,21-22)... quisiera reafirmar mi voluntad de asumir el compromiso
fundamental de trabajar con todas mis energías en favor del restablecimiento de la
unidad plena y visible de todos los seguidores de Cristo. Soy consciente de que
para eso no bastan las manifestaciones de buenos sentimientos. Hacen falta gestos
concretos que entren en los corazones y sacudan las conciencias, estimulando a
cada uno a la conversión interior, que es el requisito de todo progreso en el camino
del ecumenismo.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”