EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Viernes 14 de junio 2013
Viernes de la décima semana del tiempo ordinario
Carta II de San Pablo a los Corintios 4,6-15.
El mismo Dios que dijo: Brille la luz en medio de las tinieblas, es el que se hizo luz
en nuestros corazones, para que se irradie la gloria de Dios tal como brilla en el
rostro de Cristo.
Con todo, llevamos este tesoro en vasos de barro, para que esta fuerza soberana
se vea como obra de Dios y no nuestra.
Nos sobrevienen pruebas de toda clase, pero no nos desanimamos; estamos entre
problemas, pero no desesperados;
somos perseguidos, pero no eliminados; derribados, pero no fuera de combate.
Por todas partes llevamos en nuestra persona la muerte de Jesús, para que
también la vida de Jesús se manifieste en nuestra persona.
Pues a los que estamos vivos nos corresponde ser entregados a la muerte a cada
momento por causa de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestra
existencia mortal.
Y mientras la muerte actúa en nosotros, a ustedes les llega la vida.
Tenemos el mismo don espiritual de fe que tenía el que escribió: Creí, y por eso
hablé. También nosotros creemos, y por eso hablamos.
Sabemos que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también con Jesús y nos
pondrá cerca de él con ustedes.
Y todo esto es para bien de ustedes; los favores de Dios se van multiplicando, y
también se irá ampliando cada día más la acción de gracias que tantas personas
rinden a Dios para gloria suya.
Salmo 116(115),10-11.15-16.17-18.
Tenía fe, aun cuando me decía:
«Realmente yo soy un desdichado».
Pensaba en medio de mi confusión:
«¡Todo hombre decepciona!»
Tiene un precio a los ojos del Señor
la muerte de sus fieles:
«¡Mira, Señor, que soy tu servidor,
tu servidor y el hijo de tu esclava:
tú has roto mis cadenas!»
Te ofreceré el sacrificio de acción de gracias
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo,
Evangelio según San Mateo 5,27-32.
Ustedes han oído que se dijo: «No cometerás adulterio.»
Pero yo les digo: Quien mira a una mujer con malos deseos, ya cometió adulterio
con ella en su corazón.
Por eso, si tu ojo derecho te está haciendo caer, sácatelo y tíralo lejos; porque más
te conviene perder una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al
infierno.
Y si tu mano derecha te lleva al pecado, córtala y aléjala de ti; porque es mejor que
pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
También se dijo: «El que se divorcie de su mujer, debe darle un certificado de
divorcio.»
Pero yo les digo: Si un hombre se divorcia de su mujer, fuera del caso de unión
ilegítima, es como mandarla a cometer adulterio: el hombre que se case con la
mujer divorciada, cometerá adulterio.
Comentario del Evangelio por
Tertuliano (c.155 - c.220),teólogo
A su esposa II, 9
“Allí donde dos estén reunidos, Él está presente”
¿Dónde voy a encontrar la fuerza para describir de manera satisfactoria la
felicidad de un matrimonio cristiano? La Iglesia confirma el contrato, la ofrenda
eucarística lo sella con la bendición, los ángeles lo proclaman y el Padre celestial lo
ratifica.
¡Qué dulce y santa alianza aquella en la que los dos son cristianos (Mt 11,29),
unidos por una sola esperanza, un solo deseo, una sola disciplina, el mismo
servicio¡ Los dos son hijos de un mismo Padre, servidores de un mismo Señor… son
ciertamente dos en una sola carne(Mt 19,5). Allí donde la carne es una, uno
también es el espíritu. Juntos oran, juntos se postran, juntos observan a los
jóvenes; se instruyen mutuamente, se exhortan mutuamente, se dan ánimos
mutuamente.
Los encontráis juntos en la iglesia, juntos en el banquete de Dios, juntos en las
pruebas, las persecuciones, los consuelos. Entre ellos no existe ningún secreto,
ninguna escapatoria, ningún motivo de pena. Con toda libertad visitan a los
enfermos, asisten a los indigentes. Para la limosna ninguna tacañería, para el
sacrificio ningún contratiempo, para la observancia de los deberes cotidianos no hay
trabas. En su casa ningún signo de cruz furtivo, saludo inquieto, bendición muda.
Entre ellos, resuenan salmos e himnos; se provocan mutuamente para saber quien
entona el mejor canto a su Señor. Cristo se alegra de esta vista en este concierto.
Les envía su paz. Allí donde dos están reunidos, él también está presente (Mt
18,20). Allí donde él está presente, el malvado no tiene lugar.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”