XI Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Introducción a la semana
Durante esta semana san Pablo, en su segunda carta a los fieles de Corinto,
presenta su ministerio apostólico como un servicio desinteresado y
comprometido al Evangelio y lo defiende con vigor frente a otras influencias
surgidas, sin ninguna garantía de autenticidad, en el seno de la comunidad
corintia. Pondera incluso, con propósito apologético y con cierto pudor, algunas
características significativas de su labor misionera: por una parte, menciona las
numerosas adversidades sufridas y, por otra, las inefables experiencias místicas
vividas, queriendo resaltar que la fuerza de su palabra le viene únicamente de
Cristo; “porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
Parte importante de ese ministerio apostólico es su preocupación por la
seguridad material de la Iglesia-madre de Jerusalén. Exhorta a los corintios a ser
generosos para con sus hermanos necesitados, como lo han sido otras
comunidades menos “pudientes” que ellos. En eso se ha de demostrar su
verdadero espíritu cristiano, presidido por el amor, sabiéndose amados ellos
mismos por Dios y enriquecidos por Cristo.
Ese mismo espíritu es el que Jesús vino a encarnar y proclamar, tal como lo
recoge Mateo en el “sermón del monte” (evangelios de esta semana): amar al
enemigo, socorrer al necesitado, vivir con sobriedad y abiertos a lo absoluto,
orar a Dios con espíritu filial, poner el corazón en los bienes definitivos, mirarlo
todo con ojos limpios, abandonarse con confianza en manos de la providencia.
Con permiso de dominicos.org