Domingo XII del tiempo Ordinario del ciclo C.
"Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y
más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo
Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar
a Cristo, y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la
que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, y
conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos
hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de
entre los muertos" (FLP. 3, 7-11).
Ejercicio de lectio divina de LC. 9, 18-24.
1. Oración inicial.
Iniciemos nuestro encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo.
R. Amén.
Conozcamos a Nuestro Dios por medio del estudio de su Palabra,
experimentemos su amor y su poder por medio de nuestras vivencias ordinarias, y
cultivemos nuestra relación con Él, por medio de la oración.
Evitemos que nuestras ocupaciones y preocupaciones nos distraigan durante los
próximos minutos, en que intentaremos conocer un poco mejor a Nuestro Dios, con
el fin de apreciar más la relación que mantenemos con Él.
¿Existen signos que indiquen que nuestros familiares, amigos, compañeros de
trabajo y hermanos en la fe profesan la fe cristiana?
¿Qué piensan los tales de Jesús?
¿Quién pensamos que es el Hijo de Dios y María?
¿Se refleja en nuestra vida lo que pensamos de Jesús, en la manera que tenemos
de cumplir su voluntad, o de rechazar al Mesías?
Jesús no quería que sus seguidores revelaran el hecho de que Él es el Mesías,
porque no comprendían que tipo de enviado de Dios fue el Hijo de María, quien,
además de gozar de la plenitud del poder divino, se sumergió en el pozo profundo
del sufrimiento, para demostrarles a quienes sufren que no solo se solidarizó con
ellos de palabra, sino experimentando circunstancias difíciles, las cuales han de
servirles a quienes padecen, para fortalecerse espiritualmente.
Jesús les dijo a sus amigos que les iba a demostrar su mesianismo, siendo odiado
por los líderes religiosos judíos, dejándose torturar y asesinar, y resucitando de
entre los muertos. Jesús fue coronado Rey como Hombre resucitado cuando
ascendió al cielo, y ganó tal galardón, no al estilo humano, sino sumergiéndose en
el pozo del padecimiento, para ser elevado, nuevamente, al cielo. Jesús
experimentó el más profundo dolor, para gozar de la plenitud de la dicha.
Orar es mostrarnos dispuestos a negarnos a nosotros mismos cuando tenemos
que vencer la tentación de rechazar a Dios considerándonos superiores a Él.
Orar no se reduce a pronunciar palabras que se lleva el viento, sino a cargar
nuestra cruz, no para sucumbir bajo el peso de la misma, sino para seguir los pasos
de Jesús. Este hecho lo explicó perfectamente San Pablo, cuando dijo que quería
"conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos
hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de
entre los muertos" (FLP. 3, 10-11).
No podemos salvarnos por nuestros medios sin contar con Dios. Tal como no
podemos alcanzar la plenitud de la dicha sin Jesús, no podemos alcanzar la vida
eterna, sin dejarnos redimir por Nuestro Salvador.
Renunciar a placeres y diversiones para servir a Dios en sus hijos los hombres,
nos supone ganar la plenitud de la dicha, y la vida eterna.
Oremos:
Espíritu Santo:
Porque cedo a la tentación de pensar que la humanidad no cree en Dios, y no me
formo adecuadamente para fortalecer mi débil fe, infúndeme el deseo de conocerte,
amarte y aceptarte, a fin de que aprenda a dejarte purificarme y santificarme.
Porque, aunque pienso que Jesús es el Dios hecho Hombre, mi Salvador, y el
Libertador de la humanidad, infúndeme el deseo de conocerte, amarte y aceptarte,
para que, por tu medio, pueda conocer a Jesús, y desear experimentar su Pasión y
muerte en las dificultades que deba vivir, para, por medio de la fe que me
caracteriza, gozar de su Resurrección de entre los muertos.
Porque no me formo espiritualmente para testimoniar mi fe predicando el
Evangelio y haciendo el bien, o porque he tomado la decisión de no manifestar mi
creencia en Dios, infúndeme el deseo de conocerte, amarte y aceptarte, para que,
al experimentar tu presencia iluminadora en mi vida, sienta el deseo de ser un buen
predicador, y dé testimonio de mi fe, predicando el Evangelio, y, haciendo el bien.
Porque me es difícil vivir sin que mis familiares, amigos, compañeros de trabajo y
hermanos en la fe me alaben constantemente, infúndeme el deseo de conocerte,
amarte y aceptarte, para que no deje de dar testimonio de fe, aunque me suceda lo
mismo que a Jesús, cuando sintió el rechazo de sus hermanos de raza, animados
por muchos líderes religiosos judíos.
Porque pienso mucho en mis dificultades, y no he aprendido que me quieres
ayudar a resucitar de las mismas, ayúdame a conocerte, amarte y aceptarte, para
que, según acepte tus revelaciones e inspiraciones, aprenda a resolver mis
problemas, y ello me ayude a ser un buen discípulo de Jesús.
Porque necesito que mis actos sean aprobados por quienes me conocen
constantemente para sentirme valorado, ayúdame a conocerte, amarte y aceptarte,
a fin de que aprenda que negarme a mí mismo no consiste en sumirme en una
depresión estéril y vivir esperando la muerte sin producir frutos de santidad, sino
en amoldarme al cumplimiento de la voluntad divina, para que puedas purificarme
y santificarme, y para que pueda ser un útil instrumento en tus manos para
evangelizar a quienes se percaten de mi ejemplo, predicando el Evangelio, y
haciendo el bien.
Porque rechazo el dolor dado que soy incapaz de aceptarlo como instrumento
purificador y santificador, y lo concibo como ocasión de hacerme infeliz, ayúdame a
conocerte, amarte y aceptarte, para que pueda comprender que mi cruz no es una
concatenación de desgracias, sino un sinfín de oportunidades de vivir en la
presencia de mi Padre celestial.
Porque no dejo de ceder a la tentación de buscar la vida fácil aunque ello me
suponga seguir a quienes me prometen mucho, no me dan nada y me aíslan,
ayúdame a conocerte, amarte y aceptarte, para que siempre actúe tal como lo
haría Jesús, si viviera las circunstancias que caracterizan mi vida.
Porque quiero salvar mi vida recorriendo el camino fácil de no asumir el
compromiso de ser un buen seguidor de Jesús, ya que mi egoísmo me impide servir
a Dios en sus hijos perfectamente, ayúdame a conocerte, amarte y aceptarte, para
que pueda comprender que, para alcanzar la felicidad que ansío, debo perder la
vida fácil que deseo ganar por causa de mi falta de fe, con tal de ganar la vida que
verdaderamente lo es.
(José Portillo Pérez).
2. Leemos atentamente LC. 9, 18-24, intentando abarcar el mensaje que San
Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Tú eres el Mesías de Dios. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 18-24
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les
preguntó:
—«¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron:
—«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida
uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó:
—«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Pedro tomó la palabra y dijo:
— «El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:
— «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos,
sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Y, dirigiéndose a todos, dijo:
— «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día
y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que
pierda su vida por mi causa la salvará.»".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 9, 18-24.
3-1. Jesús consideraba que la oración era muy importante para Él.
"Y sucedió que mientras él estaba orando a solas" (LC. 9, 18a).
Jesús aprendió desde los años de su infancia a dedicarle tiempo a la oración. Esta
es la causa por la que oraba mucho durante las noches, y cuando tenía que tomar
decisiones importantes. A modo de ejemplos, recordemos que Jesús pasó orando
toda la noche anterior al día en que escogió a doce de sus discípulos para que lo
ayudaran a realizar su actividad evangelizadora (LC. 6, 12), y, antes de ser
entregado por Judas a sus detractores, Nuestro Salvador, oró en el monte de los
Olivos.
"Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo:
«Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la
tuya.» Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba. Y
sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas
de sangre que caían en tierra" (LC. 22, 41-44).
Recordemos un ejemplo de cómo Jesús oró en público.
"En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te
bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a
sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido
tu beneplácito" (LC. 10, 21).
Jesús no contabilizaba el tiempo que se prolongaban sus oraciones, pues el
mismo lo fortalecía para llevar a cabo su Ministerio. Recibo muchas cartas de
lectores que me dicen que quieren aprender a orar, pues no se sienten fortalecidos
cuando lo intentan. No se puede aprender a orar en un día, pues ello es un proceso
que debe vivirse, en conformidad con la constatación del aumento de la fe, que
debe iluminar nuestras vivencias ordinarias. El hecho de aprender a orar, nos ayuda
a apreciar más las celebraciones de los Sacramentos, y nos da la impresión de que
disminuye el peso de nuestras dificultades.
3-2. ¿Qué piensan de Jesús nuestros prójimos?
"Se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy
yo?" Ellos respondieron: "Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que
un profeta de los antiguos había resucitado" (LC. 9, 18b-19).
¿Quién piensan nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y hermanos
en la fe, que es Jesús?
¿Están influenciados por Jesús algunos de nuestros prójimos, como para que
inspiren su vida en el cumplimiento de la voluntad del Señor?
Para mis lectores, Jesús es "Hijo de dios", "Salvador de la humanidad", "Maestro
de espiritualidad oriental", "predicador del amor sin intención de crear instituciones
humanas"... Para los cristianos, Jesús es la Palabra pronunciada por Dios, de la que
se nos habla en la Profecía de Isaías.
"Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos
y no vuelven allá, sino que empapan la tierra,
la fecundan y la hacen germinar,
para que dé simiente al sembrador y pan para comer,
así será mi palabra, la que salga de mi boca,
que no tornará a mí de vacío,
sin que haya realizado lo que me plugo
y haya cumplido aquello a que la envié" (IS. 55, 10-11).
3-3. ¿Quién es Jesús para nosotros?
"Les dijo: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" (LC. 9, 20a).
Nuestra fe cristiana va más allá de lo que la gente cree del Dios Uno y Trino.
Jesús espera que sepamos responder la pregunta que nos ha planteado en el
versículo del tercer Evangelio que estamos considerando.
Para recordar quién es Jesús para nosotros, hagamos un ejercicio de oración y
meditación, y pensemos cómo hemos sentido la presencia del Señor en nuestra
vida.
¿Hemos sentido la presencia del Señor en nuestros tiempos de gozo y dolor?
¿Nos sentimos alegres cuando pensamos que nuestra dicha es un regalo
celestial?
¿Nos sentimos consolados cuando el hecho de pensar que Jesús no nos ha
desamparado parece hacer más liviano el peso de nuestras dificultades, aunque el
mismo solo sea disminuido por el recuerdo de que el Señor siempre está con
nosotros?
¿De qué circunstancias de pecado, pobreza, enfermedad o aislamiento, nos ha
salvado el Señor, para que pensemos que tenemos una gran deuda con Él?
3-4. Jesús es el Cristo de Dios.
"Pedro le contestó: "el Cristo de Dios" (LC. 9, 20b).
Los sacerdotes, reyes y profetas judíos, eran ungidos con aceite, para que
llevaran a cabo los trabajos que se les encomendaban. Jesús no fue ungido con
aceite, sino con el poder del Espíritu Santo. La palabra hebrea "mashiaj", se traduce
al castellano como "Ungido", "Cristo". Saber esto nos ayuda a comprender que
Jesús fue ungido con el poder del Espíritu Santo, para que redimiera a la
humanidad.
¿Creemos y sentimos que Jesucristo fue ungido por Dios para posibilitarnos y
facilitarnos el acceso al cielo, -es decir, la consecución de la plenitud de la felicidad-
?
3-5. Cuanto mayor sea nuestro conocimiento de Dios, tendremos la posibilidad de
ser mejores predicadores del Evangelio.
"Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie" (LC. 9, 21).
Dado que los amigos de Jesús equiparaban el mesianismo del Señor con el poder
que ansían los líderes a quienes no les importa hacer lo que sea con tal de alcanzar
una posición alta, no debían difundir el hecho de que Jesús es el Mesías hasta que
comprendieran qué tipo de Mesías es el Hijo de Dios y María, con tal de evitar
difundir errores que dificultaran el conocimiento de Nuestro Salvador. Tal como los
amigos de Jesús podrían haber cometido un grave error al difundir la idea de que
Jesús era un Mesías con pretensiones mundanas, nosotros podemos hacer lo
mismo, si predicamos ideas más relacionadas con nuestros deseos de grandeza,
que con la realidad de Nuestro Redentor.
¿Dejamos que Dios sea Dios, o queremos adaptarlo a nuestras pretensiones?
3-6. ¿Cómo demostró Jesús su mesianismo?
"Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos,
los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día"" (LC. 9,
22).
Antes de ser considerado como el Mesías glorioso añorado por muchos de sus
seguidores, Jesús quiso identificarse con el padecimiento de los hombres, a fin de
que, cuando fuera glorificado, la humanidad pudiera experimentar la plenitud de su
gloria.
3-7. ¿Nos identificamos con la Pasión, la muerte y la Resurrección de Jesús?
"Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día, y sígame" (LC. 9, 23).
¿Cómo es posible que Jesús nos pida que nos neguemos a nosotros mismos?
Negarnos no significa que debemos despreciarnos, dado que, al haber sido
creados por Dios, si nos rechazamos, también rechazamos a Nuestro Padre común,
acusándolo de haber creado seres incorregibles. Negarnos significa que debemos
evitar separarnos de Dios, por más atractivo que se nos demuestre el hecho de
vivir alejados de Él.
Para caminar detrás de Jesús, -evitemos caminar delante del Mesías-,
necesitamos cargar nuestra cruz. Para Jesús lo importante no es que fuéramos
pecadores en el pasado ni que nos sintamos incapaces de seguirlo, sino el esfuerzo
que hacemos, para ser buenos seguidores suyos. Lo malo para Jesús no es el hecho
de que nos equivoquemos porque ello es normal que nos suceda, sino que nos
neguemos a crecer espiritualmente, que nos conformemos con una fe mediocre, y
que despreciemos al Dios Uno y Trino.
¿Cada cuánto tiempo debemos tomar nuestra cruz, y qué quiere Jesús que
hagamos con ella?
Debemos tomar nuestra cruz todos los días, para seguir al Señor.
No perdamos tiempo pensando en el tamaño ni en el peso de nuestra cruz, sino
en cómo la vamos a usar, para ser mejores cristianos.
No permitamos que el peso de nuestra cruz nos tire al suelo, y elevémonos con
ella hasta el cielo.
3-8. ¿Qué vida queremos salvar, para experimentar la verdadera salvación?
"Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí,
ése la salvará"" (LC. 9, 24).
La vida es muy importante para nosotros. Somos capaces de hacer grandes
esfuerzos con tal de tener salud, seguridad y comodidad. Muchos seguidores de
Jesús han arriesgado su salud, su seguridad y su comodidad, con tal de no
renunciar a su fe.
Los bienes materiales no compensan la pérdida de la vida eterna. El amor a la
vida fácil salva la felicidad pasajera de este mundo, pero dificulta las relaciones que
tenemos, tanto con Dios, como con sus hijos los hombres. Por el contrario, aunque
el seguimiento de Jesús nos atrae dificultades, fortalece nuestras relaciones con
Dios y sus hijos, y nos concede la vida eterna. No olvidemos que los discípulos de
Jesús que renuncian a los placeres mundanos para servir a Dios en sus hijos,
alcanzan el heroísmo.
3-9. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-10. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto
evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el
fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en LC. 9, 18-24 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿De qué le sirvió a Jesús aprender a orar en los más tiernos años de su infancia?
¿Nos sirve de algo a los cristianos la instrucción religiosa que recibimos cuando
éramos niños?
¿Nos es suficiente la instrucción religiosa que recibimos cuando éramos niños
para ser buenos cristianos, o necesitamos aumentar nuestros conocimientos, para
tener más fe, y ser mejores discípulos de Jesús? Razona tu respuesta.
¿En qué casos oraba Jesús?
¿En qué casos oramos?
¿Cómo es posible que Jesús actuara como si perdiera la noción del tiempo cuando
oraba?
¿Por qué nos cuesta un gran esfuerzo alcanzar el nivel de concentración necesario
para orar?
¿Por qué puede sernos difícil el hecho de orar?
¿Oraba Jesús a solas y en público?
¿Manifestamos nuestra fe públicamente, o solo la reducimos al ámbito privado?
¿Por qué nos piden muchos no creyentes que vivamos nuestras creencias
privadamente?
¿Quiénes son los sabios e inteligentes y los pequeños mencionados en LC. 10,
21?
¿Cómo es posible que Jesús se sintiera fortalecido cuando oraba, y que nosotros
difícilmente consigamos que ello nos suceda?
¿Cuántos años tardaste en aprender a orar?
¿Cuáles deberían ser, -según tus propios criterios-, las cualidades -o virtudes- de
quienes desean aprender a orar?
¿De qué dependen la lentitud o la rapidez con que aprendemos a orar?
¿Qué relación existe entre el hecho de que se nos aumente la fe y el hecho de
aprender a orar?
¿Qué ventajas tiene el hecho de aprender a orar?
3-2.
¿Quién piensan nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y hermanos
en la fe, que es Jesús?
¿Están influenciados por Jesús algunos de nuestros prójimos, como para que
inspiren su vida en el cumplimiento de la voluntad del Señor?
¿Por qué decimos que Jesús es la Palabra de Dios?
3-3.
¿Por qué va más allá nuestra fe cristiana de lo que la gente cree del Dios Uno y
Trino?
¿Por qué necesitamos tener experiencias que nos ayuden a crecer espiritualmente
para no perder la fe que nos caracteriza?
¿Por qué necesitamos saber quién es Jesús para nosotros, si queremos
amoldarnos al cumplimiento de la voluntad de Dios?
¿Hemos sentido la presencia del Señor en nuestros tiempos de gozo y dolor?
¿Nos sentimos alegres cuando pensamos que nuestra dicha es un regalo
celestial?
¿Nos sentimos consolados cuando el hecho de pensar que Jesús no nos ha
desamparado parece hacer más liviano el peso de nuestras dificultades, aunque el
mismo solo sea disminuido por el recuerdo de que el Mesías siempre está con
nosotros?
¿De qué circunstancias de pecado, pobreza, enfermedad o aislamiento, nos ha
salvado el Señor, para que pensemos que tenemos una gran deuda con Él?
3-4.
¿Por qué eran ungidos los sacerdotes, profetas y reyes judíos, para desempeñar
los trabajos que les eran propios?
¿Qué significa el hecho de que Jesús fue ungido por el Espíritu Santo?
¿Sabes cuáles son los Sacramentos que se celebran para ungir a los católicos
para que sean buenos seguidores de Jesús?
¿Creemos y sentimos que Jesucristo fue ungido por Dios para posibilitarnos y
facilitarnos el acceso al cielo, -es decir, la consecución de la plenitud de la felicidad-
?
3-5.
¿Por qué nos enseña la Iglesia que, cuanto mayor sea nuestro conocimiento de
Dios, tendremos la posibilidad de ser mejores cristianos?
¿Por qué quiso Jesús que sus seguidores mantuvieran en secreto el hecho de que
Él es el Mesías -o Cristo-?
¿Dejamos que Dios sea Dios, o queremos adaptarlo a nuestras pretensiones?
3-6.
¿Por qué se identificó Jesús con quienes más sufren antes de ser glorificado como
Hombre perfecto y resucitado de entre los muertos?
¿Por qué no se contraponen el sufrimiento y la glorificación según la mentalidad
cristiana, y nos son útiles para poder crecer espiritualmente?
3-7.
¿En qué sentido debemos negarnos los cristianos?
¿Por qué es preciso que los cristianos no asociemos nuestra negación personal
con el hecho de despreciarnos?
¿En qué sentido es un pecado contra Dios el hecho de rechazarnos y negarnos a
crecer espiritualmente intentando solventar nuestras dificultades?
¿En qué sentido es alentador el hecho de caminar detrás de Jesús portando una
cruz?
¿Por qué no existe para los católicos un cristianismo light -es decir, sin cruz-?
¿Por qué es esperanzador el hecho de saber que Jesús valora más los esfuerzos
que hacemos para superarnos que la eficacia de nuestros actos?
¿Por qué cometemos un grave error si nos negamos a crecer espiritualmente?
¿En qué sentido nos perjudica el hecho de conformarnos con nuestra escasa fe
sin desear cultivarla?
¿Por qué es despreciado Dios por mucha gente?
¿Cada cuánto tiempo debemos tomar nuestra cruz, y qué quiere Jesús que
hagamos con ella?
¿Nos afecta el hecho de pensar en el tamaño y el peso de la cruz que portamos?
¿Cómo podemos usar nuestra cruz para llegar a ser buenos cristianos?
¿Cómo podemos hacer que el peso de nuestra cruz nos eleve al cielo, en vez de
aplastarnos en el suelo?
3-8.
¿Qué somos capaces de hacer para vivir en las mejores condiciones
características de nuestro status social?
¿Qué podemos hacer para superarnos y alcanzar un nivel de vida superior al que
tenemos actualmente?
¿Estamos haciendo algo para mejorar la calidad y la calidez de nuestra
espiritualidad?
¿Por qué sacrifican muchos cristianos su salud, su seguridad y su comodidad, con
tal de no renunciar a su profesión de fe?
¿Has sacrificado algo para poder caminar en pos de Jesús sin ataduras?
¿Son compatibles la obtención de bienes materiales y la consecución de la vida
eterna?
¿En qué casos se excluyen nuestra superación a nivel material y nuestro
crecimiento espiritual?
¿Por qué el excesivo disfrute de los bienes materiales debilita nuestra conducta
cuando se nos presenta la oportunidad de alcanzar grandes metas, y dificulta
nuestro crecimiento espiritual?
¿Por qué pueden afianzarse nuestras relaciones con Dios y sus hijos más cuando
sufrimos que cuando no tenemos carencias materiales?
¿Cuáles son los beneficios e inconvenientes que nos aporta el seguimiento de
Jesús?
5. Lectura relacionada.
Lee el capítulo 13 de 1 COR., pensando en cómo demostró Jesús su mesianismo,
y en qué medida mostramos nuestro cristianismo, viviendo el ejemplo que nos dejó
Nuestro Salvador.
6. Contemplación.
Contemplemos a Jesús orando. A pesar de que el Mesías vivió situaciones difíciles
de soportar, parecía perder la noción del tiempo cuando oraba, porque ello lo
mantenía capacitado para concluir la realización del propósito de hacer de sus
seguidores hijos de Dios. Cuanto mayores eran las dificultades del Señor, mayor
era su dedicación a la oración. El hecho de tener que afrontar dificultades para
conseguir lo que quería desde los más tiernos años de su infancia, hizo que Jesús
aprendiera a no perder la fe, cuando, lo que le sucedía, parecía indicarle, que,
Nuestro Padre común, lo había desamparado.
Pensemos en lo que creen nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y
hermanos en la fe con respecto a Jesús, y en cómo influyen tales pensamientos en
sus vidas.
¿Quién es Jesús para nosotros?
¿Comprendemos el significado de la unción de Jesús por parte del Espíritu Santo?
¿Nos sentimos ungidos por el Espíritu Santo para realizarnos como cristianos,
cumpliendo nuestras obligaciones personales y sociales, y dándole al mundo
testimonio de la fe que profesamos, predicando el Evangelio, y haciendo el bien?
Jesús quiso que sus amigos no revelaran el hecho de que es el Mesías, hasta que
no comprendieran su relación con el padecimiento de los hombres, y su glorificación
divina. ¿Nos formamos adecuadamente para testimoniar nuestra fe evitando la
comisión de errores que deformen la creencia de Jesús de quienes valoren nuestro
ejemplo de profesión de fe?
Jesús no solo fue rechazado por algunos de sus hermanos de raza, pues fue
despreciado por parte de las autoridades religiosas de los judíos. Para intentar
comprender cómo debió sentirse el Señor en tal situación, imaginemos cómo se
sentirían los cristianos practicantes, si fuesen expulsados de las denominaciones a
que pertenecen, entre cuyos miembros profesan su fe. Para Jesús, el hecho de
pertenecer a una comunidad de fe, significaba pertenecer a una familia, y, el hecho
de ser excomulgado, significaba ser rechazado, no solo por sus hermanos de fe,
sino, por su familia. En la actualidad, las comunidades cristianas que expulsan a
aquellos de sus miembros a quienes tachan de pecadores incorregibles (apóstatas),
son tenidas como sectas, por causa del desamparo y del daño que les causan a
tales infieles.
Jesús fue torturado y asesinado, y resucitó al tercer día de su crucificción. ¿Nos
enseña este hecho que, si nos esforzamos en resolver nuestros problemas en la
medida que ello nos sea posible, resucitaremos?
Oremos y esforcémonos para que nuestra negación personal nos identifique con
Jesús, con tal que al tomar nuestra cruz no nos dejemos derribar por el peso de la
misma, y para que, el seguimiento del Señor, le conceda un sentido especial a
nuestra vida.
Contemplémonos perdiendo la vida, porque nos falta voluntad para renunciar al
consumo de tabaco y alcohol, o quizás porque, el hecho de considerar nuestros
problemas como si se trataran de desgracias insuperables, nos ha hecho
dependientes, del consumo de analgésicos antidepresivos.
Contemplémonos buscando alcanzar la plenitud de la felicidad por medio de la
consecución de bienes materiales, y sintiéndonos contrariados al mismo tiempo,
porque la felicidad que nos promete el Señor, radica en el hecho de que nos
sintamos amados por Dios, y de que correspondamos el citado amor, sirviendo a
Nuestro Santo Padre, en sus hijos.
El hecho de perder la vida fácil y de sacrificarnos sirviendo a los hombres,
significa aceptar el reto de ganar la vida que nos promete el Señor. ¿Aceptaremos
el desafío que nos propone Jesús?
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 9, 18-24.
Comprometámonos a hacer algo que demuestre nuestra fe ante Dios, la Iglesia,
los no creyentes, y nosotros. ¿Aceptamos este apasionante desafío?
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús: Ayúdame a tener una fe estable, porque quiero ser para mis
prójimos los hombres, lo que tú eres para mí, para contribuir a que todos formemos
parte de la familia divina.
9. Oración final.
Lee el Salmo 110, y medítalo, valorando el mesianismo de Jesús, e imaginándote
glorificado/a en la presencia del Dios Uno y Trino.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
joseportilloperez@gmail.com