DOMINGO XIII. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C
Lc. 9, 51-62
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la
decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino,
entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo
recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan,
discípulos suyos, le preguntaron:
- «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con
ellos?»Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban
de camino, le dijo uno:- «Te seguiré adonde vayas.»Jesús le respondió:-
«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre
no tiene donde reclinar la cabeza.»A otro le dijo:-«Síguerne.» Él respondió:-
«Déjame primero ir a enterrar a mi padre.» Le contestó:-«Deja que los
muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios. »Otro
le dijo:- «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de m i
familia. »Jesús le contestó:«El que echa mano al arado y sigue mirando
atrás no vale para el reino de Dios. »
CUENTO: LA DIRECCIÓN EQUIVOCADA
Un hombre iba sentado en mi mismo departamento en el tren. En cada
estación se ponía de pie y miraba fuera de la ventanilla con ansiedad. Luego
se sentaba y suspiraba refunfuñando en voz alta el nombre de la estación
que acababa de pasar. Después de cuatro o cinco estaciones, el vecino de
asiento le preguntó preocupado:
- ¿Le pasa algo?. Me parece tan tremendamente angustiado.
El hombre lo miró y respondió:
. Ciertamente habría debido cambiar de tren hace ya un buen rato, porque
voy en la dirección contraria….Pero aquí se está tan a gusto y tan calentito.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Ya ha comenzado el verano en nuestro hemisferio norte. Comienzan las
vacaciones para muchos, los éxodos masivos hacia las playas, la carrera
frenética por huir de las grandes ciudades, del estrés, de la rutina de la
vida. Las vacaciones se han convertido en el talismán de nuestra felicidad, o
al menos, eso creemos (aunque ahora quizá menos con la crisis). Buscamos
una y mil maneras para sentirnos bien, para olvidarnos de los problemas;
ponemos todos los remedios que sanen nuestras enfermedades modernas.
Damos por muerto aquello que pueda recordarnos que la felicidad no está
ahí. Queremos enterrar cuanto antes la conciencia de nuestra insolidaridad
que provoca tanta miseria y sufrimiento a otros. Ocultamos la cara oscura
de nuestro bienestar y dejamos ya de preocuparnos de aquello que
contamina nuestra alma y nuestro corazón. ¿La fe? ¿Qué es eso? ¿Para qué
preocuparse de cosas que no se pueden demostrar o que en la práctica no
sirven para nada?. Gastemos el tiempo y el dinero en cosas más
productivas y relajantes, olvidemos esas tonterías del alma, del espíritu, de
la interioridad. Las vacaciones son para disfrutarlas a tope y con intensidad,
que son cuatro días los que vivimos.
Y sin embargo en el Evangelio Cristo nos sigue llamando a una vida de
esfuerzo, no a un cristianismo fácil. Queremos seguir a Cristo pero sin dejar
atrás tantas cosas que nos atan. Ponemos la mano en el arado de la fe y del
compromiso pero sin entregarnos del todo. Y de vez en cuando echamos
una ojeada a lo que hemos dejado atrás. Ser cristianos, sí, pero no
demasiado, que Cristo es demasiado exigente y exagerado.
Nos pasa lo que al del cuento, que incluso no nos damos cuenta de que
vamos en la dirección equivocada, que estamos viviendo los valores
contrarios al evangelio, pero no queremos cambiar de tren, preferimos este
cristianismo cómodo y fácil, y estamos tan a gusto y calentitos así.
Cristo es claro: seguirle de verdad a él, desde la vida clerical a la laical, es
no encontrar seguridades, es estar dispuestos a renunciar al camino fácil.
Y eso nos cuesta en esta sociedad tan acomodada y aburguesada que
valora el tener muchas cosas, y no el ser más personas.
Más que nunca es necesario escuchar a Jesús: “Sìgueme”. No pongas tu
felicidad en las cosas, no gastes inútilmente en productos que sólo te
provocarán vacío y necesidad de seguir consumiendo, no te postres ante el
dios dinero, no entregues tu vida en el altar del materialismo. No creas en
el espejismo de una felicidad barata conseguida sin esfuerzo. No hagas caso
a quienes te dicen que no vale la pena intentar ser mejor, ser solidario o
buscar a Dios. Las cosas más importantes de la vida son gratuitas: la fe, el
amor, la amistad, la familia, el compartir, la alegría de la entrega, la lucha
por la justicia y la paz. Acércate a Jesús, toca su manto, experimenta la
fuerza de su amor y de su poder. Insiste, no te quedes paralizado por el
miedo ni por los consejos desalentadores de otros. Hemos sido creados para
una felicidad mayor y más duradera, para un amor eterno que es fuente de
alegría y de paz. Y luego, sí, disfruta de unas vacaciones o de un tiempo
para ti y para quienes amas. La playa, el campo, el turismo, el coche último
modelo, la casita a orillas del mar, la buena comida o la reparadora siesta
no serán la fuente de tu felicidad, aunque ayudarán a tu bienestar. La
felicidad es otra cosa, está más adentro, tiene su fuente en Dios. ¡FELIZ
SEMANA LLENA DE BENDICIONES QUE BROTAN DE LA FE Y DEL AMOR!.