“¿Qué llegará a ser este niño?”.
Lc 1, 57-66.80
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
Entonces le preguntaron por se￱as”. Si leemos con detenci￳n este Evangelio de
Lucas, nos damos cuenta que Zacarías, el padre de Juan el Bautista, no solo estaba
mudo, también debería haber estado sordo, ya que: Entonces le preguntaron por
se￱as”. Por lo demás, por lo general la sordera y la mudez siempre van juntas. Si
estos dos defectos son de índole espiritual, se puede estar sordo a las inspiraciones
que vienen de Dios y mudo con El, es decir inhabilitado para hablar con Dios.
“Y en ese mismo momento recuper￳ el habla y comenz￳ a alabar a Dios”. Sin
embargo, la lengua de Zacarías deja de estar muda y se abre para bendecir a Dios.
Y todos estaban felices, familiares y amigos, es especial la madre Isabel por el hijo
que Dios les había concedido, lo que para ellos era una verdadera bendición de
Dios.
Zacarías ya puede hablar y bendice al Señor por el hijo que le ha dado; ¿Cuántos
motivos tenemos para alabar y bendecir al Señor? Dios nos está bendiciendo
siempre con su gracia, ¿es motivo esto agradecer al Señor su gran bondad para con
nosotros?
Porque la mano del Señor estaba con él. La mano del Señor protegía en todo a
Juan, para protegerlo y guiarlo hasta llegar a ser “El Precursor del Mesías”. Del
mismo modo, Dios también está nosotros y quiere estar con nosotros, nos bendice
y nos protege. La mano de Dios está con nosotros cada día en los momentos más
decisivos y en los momentos sencillos. Por todo esto tenemos muchos motivos para
alabar y bendecir al Señor.
ORACION
Oh Dios de nuestros padres, Tú nos llamas a ser voz: Concédenos reconocer la
única Palabra, reconocer la única Palabra de vida eterna, para que anunciemos está
sola Verdad a los hermanos.
Oh Dios de nuestros padres, Tú nos llamas a ser el amigo del Esposo: hazme
solícito a preparar los corazones de los hombres, para que estén bien dispuestos a
acogerlos.
Oh Dios de nuestros padres, Tú nos llamas a señalar el Cordero de Dios a los
hombres: haz que nunca me ponga sobre él, sino que él crezca y yo mengue.