Encuentros con la Palabra
Domingo Ordinario XIII – Ciclo C (Lucas 9, 51-62)
¿Quieres que ordenemos que baje fuego del cielo, y que acabe con ellos?”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Un hijo y su padre estaban caminando por las montañas. De repente, el hijo se cayó, se
lastim￳ y grit￳: "ᄀAAAhhh!” Para su sorpresa, oy￳ una voz repitiendo, en algún lugar en la
monta￱a: "ᄀAAAhhh!” Con curiosidad, el ni￱o grito: "﾿Quién eres tu?" Recibi￳ de respuesta:
"¿Quién eres tu?" Enojado con la contestación, gritó: "¡Cobarde!" Recibió de respuesta:
"¡Cobarde!" Miró a su padre y le preguntó: "¿Qué sucede?" El padre sonrió y dijo: "Hijo mío,
presta atención". Y entonces el padre grito a la montaña: "¡Te admiro!" La voz respondió:
"¡Te admiro!" De nuevo el hombre grito: "¡Eres un campeón!" La voz respondió: "¡Eres un
campeón!" El niño estaba asombrado, pero no entendía. Luego el padre explicó: "La gente lo
llama ECO, pero en realidad es la VIDA. Te devuelve todo lo que dices o haces... Nuestra
vida es simplemente reflejo de nuestras acciones. Si deseas más amor en el mundo, crea
más amor a tu alrededor. Si deseas más competitividad en tu grupo, ejercita tu competencia.
Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida. La vida te dará de regreso
exactamente aquello que tu le has dado". Tu vida no es una coincidencia. Es un reflejo de ti.
En su último viaje a Jerusalén, Jesús pasó por unos pueblos que estaban enfrentados con
los judíos. Los samaritanos eran considerados infieles: “los judíos no tienen trato con los
samaritanos” (Juan 4,9). Jesús, envi￳ mensajeros para conseguirle alojamiento. “Pero los
samaritanos no quisieron recibirlo, porque se daban cuenta de que se dirigía a Jerusalén”.
Este rechazo hizo que dos de los discípulos más cercanos a Jesús tuvieran una reacción
que no es extra￱a del todo a nuestro mundo: “Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron
esto, le dijeron: –Señor, ¿quieres que ordenemos que baje fuego del cielo, y que acabe con
ellos? Pero Jesús se volvió y los reprendió. Luego se fueron a otra aldea”.
Los criterios de estos dos discípulos estaban muy lejos de ser los que guiaron a Jesús en
sus decisiones importantes. Muchas veces nuestras reacciones ante un mal recibido, es
devolverlo mejorado y aumentado. Pagamos con la misma moneda. Creemos que una
injusticia se puede subsanar con otra injusticia. Un fuego no puede apagarse echándole más
gasolina. Pienso en las reacciones de muchos países del mundo ante la tragedia del 11 de
septiembre de 2001. Pienso en los grupos que buscan la justicia social con la violencia de
las armas, el secuestro, el narcotráfico. Pienso en los poderosos que se ‘ defienden ’ de los
violentos creando y patrocinando otros grupos armados al margen de la ley. Pienso en lo
que pasa en las relaciones entre las parejas, entre los compañeros de trabajo o de estudio.
Por todo esto, no resulta fácil seguir a un Señor que nos invita a responder al mal haciendo
el bien. Sus exigencias parecen sobrepasar nuestras posibilidades. Las tres imágenes que
presenta en seguida el Evangelio de hoy, refuerzan esta dificultad: Ante el que dice que lo
seguirá a dondequiera que vaya, la respuesta de Jesús fue: “Las zorras tienen cuevas y las
aves tienen nidos; pero el Hijo del hombre no tiene d￳nde reclinar la cabeza”. Al que
responde al llamado diciendo que lo deje ir primero a enterrar a su padre, el Señor le
contesta: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”. Cuando el tercer hombre le dice a
Jesús: “Se￱or, quiero seguirte, pero primero déjame ir a despedirme de los de mi casa”, él le
responde: “El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no sirve para el reino de
Dios”. El seguimiento no es fácil. El eco de la vida nos devolverá lo que hagamos o digamos.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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