XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO C
1 R 19, 16.19-21; Sal 15; Ga 5, 1. 13-18; Lc 9, 51-62
Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su
voluntad de ir a Jerusalén. Envío, pues, mensajeros delante de sí, que fueron y
entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le
recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago
y Juan, dijeron: “Se￱or, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los
consuma?” Pero volviéndose les reprendi￳, y se fueron a otro pueblo. Mientras iban
caminando, uno le dijo: “Te seguiré adondequiera que vayas.” Jesús le dijo: “Las
zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene
donde reclinar la cabeza.” A otro dijo: “Sígueme”. El respondi￳: “Déjame ir primero
a enterrar a mi padre.” Le respondi￳: “Deja que los muertos entierren a sus
muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.” También otro le dijo: “Te seguiré,
Se￱or, pero déjame antes despedirme de los de mi casa.” Le dijo Jesús: “Nadie que
pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.”
En el presente domingo, las lecturas que hemos escuchado nos presentan la raíz
de porque tantas veces la vida cristiana no la vivimos en plenitud, con gozo y un
don de parte de Dios recibido. La radicalidad a la llamada de Dios a la vocación que
nos llama, no solamente es para aquellos que han sido llamados a la vida
consagrada, ministerio sacerdotal y vida religiosa, sino que es para todo cristiano,
para todo bautizado. Pues los que hemos recibido el bautismo estamos llamados a
vivir como Cristo y como decía la segunda lectura de la Carta a los Gálatas del
domingo pasado: ᆱ…todo bautizado ha sido revestido de Cristo…ᄏ, y Cristo ha
vivido en este mundo como sacerdote, profeta y rey, y nuestra vida está llamada a
expresar esta triple función de Cristo, ya sea como consagrado por el sacramento o
votos, o a través de la vida conyugal.
Indudablemente ante una realidad que vivimos no podemos olvidar las palabras de
nuesto actual Papa Emérito Benedicto XVI, cuando en uno de sus primeros
discursos como Papa electo nos dijo: “…hoy en el mundo actual hay una dictadura
del relativismo…ᄏ. Este relativismo (positivo), este viento, lamentablemente se
respira en algunos ámbitos de la vida cristiana y eclesial. No por casualidad nuestro
actual Papa Francisco nos ha dicho a los párrocos lo siguiente: ᆱ…no conviertan la
parroquia en oficinas de aduana…ᄏ (Francisco, Misa en Santa Marta, 25 de mayo de
2013). Como últimamente dirigiéndose a la Academia Eclesiástica Pontificia: ᆱ…
que el Nuncio o el Secretario cuiden su vida espiritual, para que vivan con
coherencia su servicio a la Iglesia, porque la vida diplomática es muy árida…ᄏ
(Francisco, Discurso a la Academia Eclesiástica Pontificia, 6 de junio de 2013).
Tocando brevemente la primera lectura, la llamada que Dios hace a Eliseo a través
del profeta Elías, está significando que la llamada de Dios en esencia es una ruptura
con la vida anterior. Una interpretación no correcta y muy restringida, nos podría
llevar a interpretar que la llamada de Dios a un cambio radical de vida es solo para
los consagrados (profetas). En este sentido, hoy no se percibe con claridad una vida
cristiana, ni de los casados (que muchos luego de la boda ya no van a la Iglesia), y
piensan que ser cristiano solamente es bautizar a sus hijos, como de los
consagrados o ministros de la Iglesia que limitan la vida cristiana a una función.
Pues hay una gran diferencia entre una función y el servicio. Porque la función se
realiza en la medida que se es compensado, cuando el servicio en el sentido
cristiano es dar la vida por el hermano, como Cristo nos ha enseñado.
En el evangelio, que es el cumplimiento y la novedad de la vida cristiana no
solamente hay un cambio de vida en aquel que ha sido llamado a vivir la vida
cristiana, sino es vivir plenamente lo que ya el mandamiento en el Antiguo
Testamento profetizaba: ᆱ…amarás al Se￱or tu Dios con todo tu coraz￳n, con toda
tu alma, con toda tu mente y al pr￳jimo como a ti mismo…ᄏ. Por ello en el
evangelio, la vida cristiana se vive en la fe a Dios, no en el sentimiento afectuoso o
vínculo hacia las personas. Por algo el evangelio de la semana pasada decía:
ᆱ…quien quiera ser mi discípulo tome su cruz y sígame (…) porque el que busca su
vida la perderá…ᄏ.
De esta manera el evangelio del presente domingo nos anuncia que el cristiano está
llamado a ser luz y sal de la tierra, pero esta disponibilidad de nuestro ser y nuestro
corazón, será posible en la gracia de Dios sino vivimos atados al dinero (Elías que
sacrifica a sus bueyes), o a las preocupaciones de este mundo y a nuestros
proyectos de vida, que es lo que el evangelio de este domingo nos está diciendo.
Por ello dice San Beda: ᆱ…Poner la mano en el arado (como cierto instrumento de
penitencia), es quebrantar la dureza del corazón con el leño y el hierro de la pasión
del Señor y abrirle para que produzca frutos de buenas obras. Si alguno empieza a
hacerlo y a semejanza de la mujer de Lot se deleita mirando lo que ha dejado, se
priva ya de la recompensa del reino futuro…ᄏ ((San Beda, Hom. 12).
En estos domingos estamos escuchando en la liturgia la Epístola a los Gálatas,
pidamos al Señor su Gracia para vivir la vida cristiana, porque debemos
comprender que este mundo postmoderno en que vivimos sin la gracia de Dios
nuestra vida no podrá transparentar el ser de Cristo, el Espíritu Santo que ilumina
nuestra vida. Ya que nuestra vida debe expresar que está cimentada sobre la roca
firme (Cristo), porque el cristiano no está exento de situaciones inesperadas (robo,
enfermedades, cáncer, etc.), pues el hombre moderno, aunque sea incluso
bautizado cristiano, que no pone su esperanza en el Señor, es como la casa que se
construye sobre arena, por eso hoy día vemos con mucha claridad como aparece la
enfermedad de la depresión. Pues esta situación y estado del hombre expresa que
en sus fuerzas no puede luchar con un mundo que lo devora, pero el cristiano es
como dice el libro de Daniel, ante un mundo que devora al hombre, como un horno
de fuego, pero en el Señor estas llamas no nos consumen ni nos queman (Dan 3,
25).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar