XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- 1Re. 19,16.19-21: Eliseo se levantó y marchó tras Elías.
Así como los profetas provenían de la ciudad como Isaías, otros pertenecían al
ambiente sacerdotal como Jeremías y Ezequiel, en cambio, Eliseo fue llamado
mientras estaba en el campo arando. Al llamado le acompaña casi siempre un signo
externo: a Isaías le fueron purificados sus labios por un serafín (cfr. Is. 6, 6-7), a
Jeremías Yahvé le tocó los labios y puso en ellos su palabra (cfr. Jer. 1,9), a
Ezequiel le dio a comer un librito que sabía a miel (cfr. Ez. 3, 1-13). A Eliseo el
profeta Elías le echó el manto, gesto enigmático, que significa el llamado a ser
profeta, ya que Eliseo deja todo y siguió a Elías como maestro (v.19). Recibir el
manto del profeta, es un signo de que recibe su mismo espíritu contemplativo y
ministerio profético. Como acto de despedida, Eliseo ofrece en sacrificio los bueyes
con que estaba arando, y dio de comer a los suyos (v.21). Siguió a Elías, le servía.
b.- Gal. 5,1.13-18: Vuestra vocación es la libertad.
El apóstol nos habla de la vocación a la libertad que caracteriza al cristiano.
Libertad de las obras de la carne, porque somos guiados por el Espíritu Santo. En el
trasfondo está el tema: Cristo o la Ley, estar en Cristo o con la Ley. Para los
favorables a la circuncisión en la vida cristiana, les critica el absolutismo de la Ley,
respecto a la gracia del evangelio. Lo mismo, había hecho Jesús con los fariseos. No
se trata de liberar de las leyes para la convivencia humana, sino de su absolutismo,
por eso exhorta, que esta libertad ganada por Cristo, no sea para servir a la carne,
es decir, al pecado. Exhorta en cambio, a ser hombres del Espíritu, no abandonados
a sus fuerzas, sino que es interpelado por Dios, y se pone a su servicio. Le da una
principio básico, otra ley, el amor al prójimo: “Toda la ley alcanza su plenitud en
este sólo precepto: amarás al prójimo como a ti mismo” (v. 14). Sin el amor en la
vida de la Iglesia, ninguna ley puede cumplirse, y la libertad queda reducida a
libertinaje. Es fundamental la obediencia al Espíritu de Cristo, que lleva al
cumplimiento de la moral cristiana. Un Iglesia legalista, se vuelve farisea, hipócrita;
en cambio, una Iglesia guiada por el Espíritu, es una comunidad hecha de libertad
para obrar el bien y de exquisita caridad. Esta es la vocación de cada cristiano .
c.- Lc. 9,51-62: Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré donde
vayas.
El evangelio consta de dos momentos: El rechazo de los samaritanos (vv.51.56) y
las exigencias de la vocación apostólica (vv.57-62). Jesús deja Galilea y sube a
Jerusalén. En ese camino se muestra como Maestro profético, que cercana su
muerte, predica el Evangelio, que será confirmado por Dios mediante su
resurrección (cfr. Lc. 9, 51; 13,22; 17,11). Dios designó un tiempo determinado de
vida a su Hijo entre nosotros, pues bien, su vida termina con su elevación (v.51;
cfr. Jn. 12,32), que además de ascensión significa muerte. Es lo que le aguarda en
Jerusalén: la pasión, muerte y resurrección. Mientras la ciudad prepara su muerte,
Dios prepara su glorificación. Decisión irrevocable, nadie le aparta de este camino
de muerte y gloria (cfr. Is. 50, 7). Jesús camina fortalecido como cuando Yahvé
mandó al profeta, a anunciar amenazas contra Jerusalén (cfr. Ez. 2, 6); pero
conoce de la gloria que le espera, camina confiado. Enviar mensajeros que les
preparen alojamiento entre los samaritanos, viene a significar que va a Jerusalén
como Profeta y Mesías, su cortejo es camino real de cruz y de gloria. Sin embargo,
sufre con los suyos el rechazo de los samaritanos, enemigos religiosos, que no
aceptan hospedarles. Larga es la historia de tensiones entre judíos y samaritanos,
desde que se asentaron en esa región, y adoptaron la fe de Israel, construyéndose
su propio templo en el monte de Garizim donde adorar a Yahvé, separados de
Jerusalén (cfr. 2Re.17, 24-41; Jn.4,21). Los judíos los consideraban semipaganos
y evitaban el trato con ellos (cfr.Jn.4,9). Los hijos del trueno, Santiago y Juan, los
boanerges, le proponen a Jesús, pedir que baje fuego del cielo y consuma a los
samaritanos, como castigo. En su mentalidad prima una apocalíptica vengativa,
usando el poder de Dios a su favor, a pesar de estar caminando con Jesús, quieren
actuar como Elías profeta (cfr. 1Re. 18,30-39; Eclo. 48,3). Jesús es más que Elías
(cfr. Lc. 9, 19-30). Están convencidos que serán oídos inmediatamente por Dios,
puesto que Jesús les ha conferido poder (cfr. Jn. 9,5). ¿Cómo puede Dios tolerar
que su Mesías sufra el repudio de esa gente? Mucho les cuesta a los discípulos
entender al Mesías sufriente. Ante la pregunta de Santiago y Juan, Jesús con su
palabra esclarece el misterio del repudio del Mesías de Dios por los hombres. El
Maestro los reprende, los discípulos deben tener sus sentimientos, ha venido a
salvar y no a perder, lo mismo ellos, son enviados a salvar y no a destruir, a
perdonar y orar por los enemigos y no para que los maldiga (cfr. Lc. 4,18; 19, 10;
23, 34). En un segundo momento, encontramos estos relatos vocacionales. El
primero que se acerca a Jesús y muestra una disponibilidad absoluta (v.57), justo
en el momento en que Jesús es un repudiado, un sin casa, un caminante hacia su
muerte. Es el Hijo del Hombre, que no tiene donde reclinar la cabeza (v.58); el
discípulo deberá vivir la comunión de destino de Jesús. El discípulo deberá estar
dispuesto a ser peregrino, ser repudiado, expulsado de su hogar. En el segundo
caso, el hombre llamado está dispuesto, pero no inmediatamente, debe enterrar a
su padre (v.59). Deber muy respetado por la ley, dispensaba de todos los otros
preceptos, de ahí que queda justificado plenamente del permiso que solicita. Sin
embargo, la respuesta de Jesús resulta falta de piedad. El llamado que hace Jesús a
seguirle lleva de la muerte a la vida, por lo tanto, quien no es su discípulo, no
acepta su evangelio del reino y de la vida eterna, está en la muerte. En cambio,
quien ha se ha unido a Jesús ha encontrado la vida y su única misión es anunciar el
evangelio del reino de Dios y no permite dilación (v.60). Jesús está en camino hacia
su elevación, lo único importante es anunciar la vida nueva, resucitar en el espíritu
a los hombres, más que enterrar muertos. El tercer hombre se ofrece
espontáneamente (v.61), llama a Jesús, Señor, está dispuesto a seguirle
incondicionalmente, pero pide una concesión, despedirse de los suyos
(cfr.1Re.19,20). Jesús, no se lo permite porque el anuncio del reino, exige
desprendimiento de los familiares, desapego hasta de lo que incluso ama el
corazón. Deberá aprender a amar a todos los suyos, desde el amor que Jesucristo
comparte con su Padre. Docilidad y disponibilidad total, es lo que exige Jesús por el
reino de Dios.
Teresa de Jesús, una amante de su vocación cristiana y carmelitana agradece la
vida que Dios le regaló. Vida exigente como ninguna, pero asumida con la fuerza de
quien cuenta en todo con la voluntad de Dios manifestada en Cristo Jesús. “Sí, que
no matáis a nadie, ¡Vida de todas las vidas!, de los que se fían de Vos, y de los que
os quieren por amigo; sino que sustentáis la vida del cuerpo con más salud y le
dais vida al alma (V 8, 6).