XIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Lunes
Jesús nos enseña el desprendimiento, que nos da libertad de espíritu
«Viendo Jesús a la multitud que estaba a su alrededor ordenó pasar
a la otra orilla. Y acercándose a él cierto escriba, le dijo: ‘Maestro, te
seguiré dondequiera que vayas’. Jesús le contestó: ‘Las zorras
tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del
Hombre no tiene donde reclinar su cabeza’. Otro de sus discípulos le
dijo: ‘Señor permíteme ir primero a enterrar a mi padre’. Jesús le
respondió: ‘Sígueme y deja a los muertos enterrar a sus muertos’»
(Mateo 8, 18-22).
1. Jesús, buscas la soledad… a veces me cuesta, porque confundo el trabajo
con activismo. Con tu vida, me enseñas que el equilibrio humano corporal y
espiritual requiere descanso, que no somos mejores por desarrollar una
hiperactividad... ¿Cómo empleo mi tiempo libre, de descanso, de
vacaciones?
-“ Se acercó un escriba a Jesús y le dijo: "Maestro, te seguiré vayas
adonde vayas "”. Es bonito ver que quieren seguirte, Señor. Me recuerdas
que la vida cristiana no es solo seguir unos principios... Esto sería
"moralismo". Tampoco unos dogmas... esquemas mentales... Ser cristiano
es seguirte, Señor, compartir tu vida... imitarte... necesito meditar tu
evangelio, tratarte, para conocerte mejor. Como tus discípulos, ir contigo y
seguir tus pasos. No quiero, Señor, solamente "saber", sino "aprender"
contigo.
-“ Jesús respondió al escriba: "Las zorras tienen madrigueras y los
pájaros, nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la
cabeza... ” Las personas necesitan seguridad, algo así como lo que hacen
los animales, de “marcar su territorio”, lo que es suyo. Pero tú, Jesús, vives
en libertad, tienes en tu madre tu hogar, y en la familia que has comenzado
que es la Iglesia, y te sientes en casa dondequiera que estés: " no tengo
dónde reclinar mi cabeza ". Hoy te pido, Señor, no estar apegado a mis
cosas, "seguirte". Sé que eso es renunciar a cosas, al excesivo confort. Que
la cruz aparece como un tesoro, eso que llamamos inseguridad... ¡sin un
lugar donde reclinar la cabeza! Pero, Señor, Tú nos enseñas a caminar por
donde tú has ido.
-“ Otro, ya discípulo, le dijo: "Señor, permíteme ir primero a enterrar
a mi padre". Jesús le replicó: "Sígueme, y deja que los muertos
entierren a sus muertos."” Desprendimiento de la "familia" que hay que
entender en el contexto del mensaje de Jesús, de su amor a la familia y de
los preceptos de atención a la familia, sino sería algo no evangélico,
descarnado, y que pasa factura cuando uno abre los ojos a lo que de verdad
nos dice el Señor (Noel Quesson).
2. –“ Dijo el Señor a Abraham: «¡Su pecado es gravísimo!»
Señor, consideras realmente a Abraham como «Tu amigo». Le confías lo
que se da en lo más íntimo de tu corazón. Eres un Dios Santo y no puedes
pactar con el mal. No puedes admitir la maldad, la injusticia, la corrupción.
Te desagrada el hombre perverso que quiere hacer el mal. Estás decidido a
destruir el mal que va extendiéndose en la ciudad corrompida de Sodoma. Y
confías tu propósito a Abraham.
Señor, ¿soy suficientemente amigo tuyo para que compartas, también
conmigo, tu preocupación divina de «combatir el mal», de «hacer progresar
el bien», en el mundo, en la ciudad donde habito, en la profesión en que
trabajo? «¡Su pecado es gravísimo!»
-“ ¿No perdonarás por los cincuenta justos que hubiere en la
ciudad?” Abraham intercede a favor de toda la ciudad. Ruega a Dios por
esta urbe, donde «hay tanto mal», en medio de tan «poco bien». Miles de
hombres malvados... y ¿quizá cincuenta hombres justos? La fe me pone
«en diálogo contigo» y me introduce en el misterio de la «salvación» de la
humanidad. La fe me hace ver el mundo «desde un cierto ángulo»: lo veo
como un mundo que hay «que salvar». Una humanidad a la que hay que
ayudar a salir del mal. La fe me hace participar de tu manera de ver, Señor.
Descubro los caminos de Dios.
Creyendo en Ti, Señor, adopto tu punto de vista: en el fondo y a pesar
de las apariencias ¡quieres salvar a todos los hombres! Y los que son tus
amigos, como Abraham, comparten tu preocupación.
¿Qué haré, HOY, para ayudarte en tu labor de Salvador? ¿A quién
puedo ayudar? «¿Me atreveré a interpelar a mi Señor, yo que soy polvo y
ceniza?»-
Abraham se siente a sí mismo pecador. Ante el Dios Santísimo, está al
lado de la humanidad pecadora y pobre amasada de frágil barro. Quizá por
esto, emprende la defensa de sus hermanos: se siente solidario porque hay
también mal en él.
Señor, ayúdame a no juzgar, incluso cuando «combato el mal»...
pensando que yo mismo participo también de ese pecado. Necesito ser
«salvado» yo primero. Mi deseo de salvar a los demás no es una
superioridad orgullosa: porque yo mismo he sido beneficiado, quisiera hacer
llegar a otros el mismo beneficio: tu perdón.
Que mi fe, Señor, me ayude a profundizar en mi solidaridad con el
mundo pecador, que diga yo de veras «perdónanos nuestras ofensas» -
insistiendo sobre el «-nos»... contándome estar entre los pecadores-.
-“ ¿Quizá se encuentren allí diez. - En gracia de esos diez no
destruiré la ciudad.” A ese final tiende todo el relato. Ahí se revela la
intención profunda de Dios: en realidad. Tú no deseas castigar sino salvar...
Esto es ya el evangelio: por «un solo Justo», Jesús, ha llegado la salvación
a todos los pecadores. ¡Qué misterio de bondad, Señor! Algunos justos son
suficientes para salvar a toda la comunidad.
Concédeme la gracia, Señor, de ser de «los que contribuyen a
salvar»... y no de los que contribuyen a merecer la desgracia... Te doy
gracias, Señor Jesucristo, a Ti que has dado tu vida por nosotros.
¡Concédenos la gracia de no condenar al mundo, sino de interceder por él,
como tu amigo Abraham!
HOY, en mi familia, en mi oficio o profesión, en los grupos que
frecuentaré, quiero «atraer el perdón» para todos (Noel Quesson).
3. El diálogo es un regateo delicioso. Abrahán está convencido de la
justicia de Dios y, a la vez, de su misericordia. Pero no se atreve a bajar del
número de diez justos. Y, como no se encuentran tantos en Sodoma, cae el
juicio de Dios sobre esta ciudad, como leeremos mañana.
El salmo subraya la actitud comprensiva de Dios, que va aceptando
todas las rebajas que le pide Abrahán, porque lo que Dios quiere es la
salvación y no la condenación de los hombres: « el Señor es compasivo y
misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre
acusando ni guarda rencor perpetuo ». Rezamos de nuevo este salmo,
que tan hermosamente canta el amor misericordioso de Dios (J. Aldazábal).
El sacrificio pascual de Jesús lleva a coronación ese Amor: « dirige tu
mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la victima
por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad » (Plegaria
Eucarística III). Nuestra oración es eficaz a los ojos de Dios porque está
apoyada en la de Jesús.
Llucià Pou Sabaté