EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes 2 de julio 2013
Martes de la decimotercera semana del tiempo ordinario
Libro de Génesis 19,15-29.
Al amanecer los ángeles apuraron a Lot diciéndole: «Date prisa, toma a tu esposa y
a tus dos hijas y márchate, no sea que te alcance el castigo de esta ciudad.»
Y como él aún vacilase, lo tomaron de la mano, junto a su mujer y a sus dos hijas,
porque Yavé había tenido compasión de ellos, y lo llevaron fuera de la ciudad.
Una vez fuera, le dijeron: «Ponte a salvo. Por tu vida, no mires hacia atrás ni te
detengas en parte alguna de esta llanura, sino que huye a la montaña para que no
perezcas.»
Pero Lot replicó: «¡Oh, no, Señor mío!
Veo que me has hecho un gran favor y que has sido muy bueno conmigo
conservándome la vida. Pero yo no puedo llegar hasta la montaña sin que me
alcance el desastre y la muerte.
Mira este pueblito que está más cerca y en el que podría refugiarme. Es tan
pequeño, y para mí es cosa de vida o muerte, ¿no podría estar a salvo allí?»
El otro respondió: «También este favor te lo concedo, y no destruiré ese pueblo del
que has hablado.
Pero huye rápidamente, ya que no puedo hacer nada hasta que tú no hayas llegado
allá. (Por esto, aquel pueblo fue llamado Soar, o sea, Pequeño.)
El sol ya había salido cuando Lot entró en Soar.
Entonces Yavé hizo llover del cielo sobre Sodoma y Gomorra azufre ardiendo que
venía de Yavé,
y que destruyó completamente estas ciudades y toda la llanura con todos sus
habitantes y la vegetación.
La mujer de Lot miró hacia atrás, y quedó convertida en una estatua de sal.
Abraham se levantó muy de madrugada y fue al lugar donde antes había estado
con Yavé.
Miró hacia Sodoma y Gomorra y hacia toda la comarca del valle y vio una gran
humareda que subía de la tierra, semejante a la humareda de un horno.
Cuando Dios destruyó las ciudades de la llanura, se acordó de Abraham y libró a Lot
de la catástrofe, mientras arrasaba las ciudades donde Lot había vivido.
Salmo 26(25),2-3.9-10.11-12.
Revísame, Señor, y ponme a prueba; pon en el crisol mi conciencia, mi corazón.
Tu amor lo tengo ante mis ojos y tomo en cuenta tu fidelidad.
No me confundas con las almas pecadoras; que no tenga mi vida el fin de los
violentos,
cuyas manos están manchadas y cuyos bolsillos se llenan con sobornos.
Y a mí, como busco ser perfecto, rescátame, Señor, ten piedad de mí.
Mis pies pisan en terreno llano, bendeciré al Señor en las asambleas.
Evangelio según San Mateo 8,23-27.
Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron.
Se levantó una tormenta muy violenta en el lago, con olas que cubrían la barca,
pero él dormía.
Los discípulos se acercaron y lo despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que
estamos perdidos!»
Pero él les dijo: «¡Qué miedosos son ustedes! ¡Qué poca fe tienen!» Entonces se
levantó, dio una orden al viento y al mar, y todo volvió a la más completa calma.
Grande fue el asombro; aquellos hombres decían: «¿Quién es éste, que hasta los
vientos y el mar le obedecen?»
Comentario del Evangelio por:
Beato Carlos de Foucauld (1858-1916) eremita y misionero en el Sahara
Meditación "Ocho días en Efrén", la tempestad apaciguada
¿Por qué tener miedo?
Hijos míos, pase lo que pase, recordad que yo estoy siempre con
vosotros. Acordaros que, visible o invisible, despierto o dormido, vigilo
siempre, estoy por todas partes, soy todopoderoso. No tengáis jamás
ningún temor, ninguna inquietud: estoy ahí, vigilo, os amo, lo puedo todo...
¿Qué más hacer por vosotros?... Acordaros de estas tempestades, cuando
erais tranquilizados con una palabra, haciendo suceder una gran calma.
Tened confianza, fe, y coraje; acordaros sin inquietud por parte de vuestro
cuerpo y vuestra alma, pues yo estoy ahí, todopoderoso y amándoos.
Pero que vuestra confianza no nazca de la dejadez, de la ignorancia de
los peligros, ni de vuestra confianza o la de otras criaturas... Los peligros
que corréis son inminentes; los demonios, enemigos fuertes y astutos,
vuestra naturaleza pecadora y el mundo mismo os harán una guerra
encarnizada. Y en esta vida, la tempestad es casi constante, y vuestra
barca estás siempre cerca de zozobrar... Más no olvidéis, estoy ahí,
contigo, ¡esta barca es insumergible! Desconfiad de todo, sobretodo de
vosotros, pero tened una confianza total en mí que he desterrado toda
inquietud.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”