Domingo XIII del tiempo Ordinario del ciclo C.
"Acercóse uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había
respondido muy bien, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los
mandamientos?» Jesús le contestó: «El primero es: Escucha, Israel: El Señor,
nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que
éstos.»" (MC. 12, 28-31).
"Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero
quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber
ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?" (LC. 9, 23-25).
¿Cómo es nuestro seguimiento de Jesús?
Ejercicio de lectio divina de LC. 9, 51-62.
1. Oración inicial.
Iniciemos este tiempo de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo.
R. Amén.
No permitamos que nuestras ocupaciones y preocupaciones interrumpan la
conversación que vamos a mantener con el Dios Uno y Trino durante los próximos
minutos, porque, como cristianos que somos, queremos conocer su Palabra, para
poder aplicarla a nuestra vida.
A Jesús no le fue fácil iniciar su último viaje a Jerusalén, porque sabía que iba a
ser torturado y asesinado en la ciudad santa. A pesar de ello, el Señor fue fuerte
para llevar a cabo nuestra redención. Es por ello que, cuando nos sintamos débiles
espiritualmente, recordaremos el ejemplo que nos dio Jesús a la hora de cumplir la
voluntad de Nuestro Padre común, e intentaremos aplicarlo a nuestra vida.
De la misma manera que Jesús envió mensajeros a que le prepararan posada en
una aldea de Samaria, nos envía a los religiosos y laicos a predicar el Evangelio, a
fin de que, nuestros oyentes y lectores, hagan de sus corazones, moradas de
Nuestro Dios y Salvador, con la ayuda del Espíritu Santo.
Los samaritanos no recibieron a Jesús porque el Señor tenía intención de ir a
Jerusalén. Oremos y esforcémonos para no actuar como creyentes del Hijo de Dios
y María, únicamente siempre que el Redentor de las naciones se amolde al
cumplimiento de nuestra voluntad. Si el Señor nos ha salvado sin exigirnos nada a
cambio de ello, no le impongamos condiciones, como si necesitara de nuestro
seguimiento.
Los hijos de Zebedeo quisieron hacer que descendiera fuego del cielo para que
consumiera a los samaritanos que no quisieron hospedar al Señor. Quizás
despreciamos a quienes no comparten nuestra manera de pensar y actuar
plenamente. Tal como Jesús reprendió a dichos discípulos suyos por albergar
sentimientos de venganza en sus corazones, nos pide que nos apliquemos las
siguientes palabras de San Pablo, para que no seamos víctimas de nuestro posible
deseo de venganza, ni del deseo de aplicarles nuestra propia justicia, a quienes
rechazamos.
"Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo" (FLP. 2, 5).
Cuando Jesús reprendió a Santiago y Juan, se fue a otro pueblo, tal como lo
hacen los pobres, los enfermos y los desamparados, cuando no encuentran el
apoyo que necesitan. Aprendamos de este hecho a no perder el tiempo
lamentándonos cuando nuestros oyentes y/o lectores no acepten nuestra
predicación, y busquemos incesantemente a quienes estén dispuestos a abrazar
nuestra fe.
A aquel que le dijo a Jesús que lo seguiría donde fuera, el Señor no le prometió
riquezas, poder ni prestigio, sino que le dijo que debía vivir en un estado de
pobreza absoluta, y que su poder y su prestigio, serían el sentirse amado por el
Dios Uno y Trino. Quizás los predicadores del Evangelio podemos caer en la
tentación de describir la vivencia de nuestra fe como una experiencia maravillosa
capaz de evitar el sufrimiento, pero Jesús fue muy sincero con aquel que se ofreció
a seguirlo, advirtiéndole que no podía prometerle ninguna dádiva relacionada con
los intereses mundanos que caracterizan la vida de los hombres.
Aquel a quien Jesús le pidió que lo siguiera, no quiso seguir al Señor cuando el
Mesías le ofreció la citada oportunidad de ser su discípulo, porque tenía demasiadas
ataduras que le impedían dedicarse a trabajar en la viña del Señor.
Jesús fue exigente con aquel que le dijo que lo seguiría, pero que primero lo
dejara despedirse de sus familiares. Dado que los predicadores oramos
constantemente por la humanidad, el hecho de que se nos pida que no nos
despidamos de nuestros familiares, no debe ser visto como una exigencia, porque,
aunque no los tengamos cerca, siempre pensamos en ellos. Obviamente, no han de
ser interpretadas literalmente las palabras de Jesús indicativas de que el citado
posible seguidor suyo no se despidiera de sus familiares, pues el episodio de su
llamamiento es figurativo, e indica que no podemos seguir al Señor, y, al mismo
tiempo, desear hacer lo que se opone al cumplimiento de la voluntad del Dios Uno y
Trino.
Oremos.
ORACIÓN PARA PEDIR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
¡Oh Espíritu Santo!, humildemente te suplico que enriquezcas mi alma con la
abundancia de tus dones.
Haz que yo sepa, con el Don de la Sabiduría, apreciar en tal grado las cosas
divinas, que con gozo y facilidad sepa frecuentemente prescindir de las terrenas.
Que acierte con el Don de Entendimiento, a ver con fe viva la trascendencia y
belleza de la verdad cristiana.
Que, con el Don de Consejo, ponga los medios más conducentes para santificarme,
perseverar y salvarme.
Que el Don de Fortaleza me haga vencer todos los obstáculos en la confesión de la
fe y en el camino de salvación.
Que sepa con el Don de Ciencia, discernir claramente entre el bien y el mal, entre
lo falso y lo verdadero, descubriendo los engaños del demonio, del mundo
y del pecado.
Que, con el Don de Piedad, os ame como a Padre, os sirva con fervorosa devoción y
sea misericordioso con el prójimo.
Finalmente, que con el Don de Temor de Dios, tenga el mayor respeto y veneración
a los mandamientos divinos, cuidando con creciente delicadez de no quebrantarlos
lo más mínimo.
Llenadme sobre todo, de vuestro santo amor. Que ese amor sea el móvil de toda mi
vida espiritual. Que lleno de unción, sepa enseñar y hacer entender, al
menos con mi ejemplo, la sublimidad de vuestra doctrina, la bondad de vuestros
preceptos, la dulzura de vuestra caridad. Amén.
(Desconozco el autor).
2. Leemos atentamente LC. 9, 51-62, intentando abarcar el mensaje que San
Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adonde vayas
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 51-62
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión
de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.
De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no
lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:
—«Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»
Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
Mientras iban de camino, le dijo uno:
—«Te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió:
—«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no
tiene donde reclinar la cabeza.»
A otro le dijo:
—«Sígueme.»
Él respondió:
—«Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»
Le contestó:
—«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de
Dios.»
Otro le dijo:
—«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó:
— «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de
Dios.»".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 9, 51-62.
3-1. Jesús inició su último viaje a Jerusalén para ser maltratado, ejecutado y
resucitado de entre los muertos.
"Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su
voluntad de ir a Jerusalén" (LC. 9, 51).
Las palabras con que comienza el Evangelio que estamos considerando, nos
estimulan para que intentemos superar las dificultades que nos caracterizan, en
cuanto ello nos sea posible. San Lucas nos dice que Jesús se afirmó en su voluntad
de ir a Jerusalén, cuando se iban cumpliendo los días de su asunción. El citado
Evangelista no nos dice que Jesús fue a Jerusalén a ser ejecutado y a vivir el gran
fracaso de su Ministerio visto desde la óptica de quienes no tienen fe, sino que fue
a la ciudad santa, porque se acercaba el día de su asunción al cielo.
¿Somos capaces de intentar resolver nuestros problemas teniendo en mente la
enseñanza que la vivencia de los mismos nos aportará, o solo pensamos en las
molestias que nos causan nuestras dificultades, y en la incapacidad que tenemos de
resolverlas?
Jesús se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, a pesar de que sabía que, antes
de resucitar de entre los muertos y de ser ascendido al cielo, tenía que sufrir hasta
ser ejecutado, como si hubiera sido malhechor.
¿Nos afirmamos en nuestra voluntad de resolver los problemas que tenemos,
desempeñar nuestro trabajo con la mayor perfección posible, cumplir nuestras
obligaciones personales, familiares y sociales, y colaborar en la realización de la
obra de Nuestro Salvador?
3-2. Jesús quiere misioneros que conviertan los corazones de quienes acepten su
predicación en moradas divinas.
"Y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de
samaritanos para prepararle posada" (LC. 9, 52).
Jesús envió mensajeros que lo precedieran, a fin de que le prepararan
alojamiento en un pueblo de Samaria. Dado que los judíos y samaritanos
mantenían malas relaciones, los viajeros que conocían este hecho, hacían lo posible
por no pasar por Samaria, pero Jesús, como buen predicador del Evangelio, no
quiso evitar las tierras en que podía sufrir mucho, porque siempre que tuvo la
oportunidad de lograr algunas conversiones, no le importó exponerse al
sufrimiento, con tal de lograr su objetivo.
De la misma manera que Jesús envió mensajeros a un pueblo de Samaria para
que le prepararan alojamiento, nos envía a nosotros a evangelizar a nuestros
prójimos los hombres, antes de que acontezca su Parusía -o segunda venida-.
¿Aceptamos cumplir el mandamiento de Jesús de evangelizar a quienes quieran
formar parte del Reino de Dios?
3-3. ¿Por qué no quisieron los samaritanos hospedar a Jesús?
"Pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén" (LC. 9, 53).
Quizás los samaritanos no recibieron a Jesús, por culpa de los mensajeros que el
Señor les envió, para que le prepararan posada. Si Jesús hubiera tenido la intención
de ir a Jerusalén a enfrentarse a las autoridades judías, los samaritanos lo hubieran
hospedado, porque, dado que tenían una imitación del Templo de Jerusalén,
despreciaban a los adoradores de la ciudad santa. Quizás los citados mensajeros,
en vez de decirles a los samaritanos que Jesús iba a Jerusalén a llevar a cabo la
redención de sus fieles seguidores, les dijeron que iba a ser constituido como Rey
sucesor de David, lo cual significaba, que las disputas entre judíos y samaritanos no
se iban a acabar, sino que, al contrario, se iban a intensificar sus problemas.
Los predicadores del Evangelio, tenemos el deber de conocer al Dios Uno y Trino,
y de no predicar un Evangelio relacionado con el cumplimiento de nuestros deseos,
sino con el cumplimiento de la voluntad divina. No seamos como los seguidores de
Jesús que seguían al Señor esperando la llegada del día en que el Mesías fuera
coronado como Rey victorioso y se enfrentara a sus autoridades y el poder romano,
para ocupar un alto cargo.
Evitemos también no imitar la conducta de los samaritanos, que no hospedaron al
Señor, porque el Mesías no se amoldó, al cumplimiento de su voluntad. Muchos
sacerdotes conocen infinidad de casos de feligreses que se ofrecen a celebrar la
Misa dominical, con la condición de que Dios cumpla sus deseos. Si el Señor no
cumple los deseos de tales creyentes o tarda en concederles lo que desean, dejan
de celebrar la Eucaristía. No confundamos el hecho de creer en Jesús con el hecho
de comprar un billete de lotería, para ver si obtenemos un gran premio.
Recordemos que Dios nos ama incondicionalmente, y no nos pide nada a cambio de
ello, así pues, no lo sobornemos cumpliendo su voluntad ni prometiéndole nada, a
cambio de que nos conceda ver realizados nuestros deseos.
3-4. Santiago y Juan quisieron quemar a los samaritanos que se negaron a
hospedar a Jesús.
"Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos
que baje fuego del cielo y los consuma?»" (LC. 9, 54).
Dado que Santiago y Juan eran testigos de cómo los romanos mantenían su
poder sometiendo a los rebeldes por medio de la aplicación de torturas y
crucificciones masivas, quisieron que fueran castigados los samaritanos que se
negaron a hospedar a Jesús, para que se extendiera la idea generalizada de lo que
podría sucederles a quienes se atrevieran a despreciar al Mesías, y, por tanto, a sus
seguidores. ¿Cómo pudieron tener los citados discípulos de Jesús una idea que en
nuestro tiempo resulta disparatada?
Cuando el Profeta Elías retó a 450 profetas baalitas para demostrarles que solo
Yahveh puede hacer milagros, porque es el único Dios verdadero existente, después
de que el fuego quemara el altar, mandó asesinar a dichos profetas. Con tal gesto,
quedó demostrada la grandeza de Dios, y el pueblo temió, tanto a Yahveh, como a
su Profeta (Leer 1 RE. 18, 20-40).
Cuando el rey Ocozías tuvo un accidente por causa del que quedó maltrecho, en
vez de acudir a Yahveh, consultó al falso dios Baal Zebub (2 RE. 1, 2). Elías, para
demostrar el poder de Yahveh, vaticinó la muerte del rey (2 RE. 1, 4 y 16), hizo
descender fuego del cielo sobre dos jefes de cincuenta soldados con sus hombres (2
RE. 1, 10-12), e hizo que se cumpliera su profecía de la muerte de Ocozías (2 RE.
1, 17).
Santiago y Juan se aprovecharon de los citados actos de Elías, para justificar su
deseo de que los samaritanos fueran castigados, pues pensaron que, dado que Elías
había ejecutado crueles castigos para que Yahveh fuera respetado, porque era un
personaje respetable, podía ser imitado por el Señor, sin que el Hijo de Dios y
María, rechazara la ejecución de actos violentos, tal como acostumbraba a hacerlo.
Oremos y esforcémonos para no desear hacer sufrir a quienes no comparten
nuestra manera de pensar plenamente. Ante la diversidad de ideologías existentes,
el reto de crear un mundo en que podamos convivir pacíficamente, resulta
apasionante, a pesar de las dificultades que presenta, las cuales son demostrativas,
de todo lo que nos falta hacer, para ser mejores personas.
3-5. Jesús reprendió a Santiago y a Juan.
"Pero volviéndose, les reprendió" (LC. 9, 55).
A pesar de que Jesús fue educado en un ambiente en que los hombres ejercían
poder absoluto sobre sus mujeres e hijos, y en que las autoridades romanas y los
líderes religiosos judíos mantenían su poder castigando y asesinando a quienes se
oponían al cumplimiento de sus deseos, llegó a creer que, si el Dios de la Biblia se
hacía respetar actuando como los poderosos carentes de escrúpulos, no se
diferenciaba de los hombres, a quienes les exigía que fueran santos, tal como lo es
Él. Jesús quiso que sus creyentes aceptaran su mensaje, pero que no lo hicieran
por miedo, sino, por convicción.
No olvidemos que el Evangelio no se impone, sino que se propone, y colaboremos
en la creación de un mundo en que podamos convivir quienes tenemos diferentes
creencias, mientras trabajamos y esperamos la ayuda divina que necesitamos, para
que Dios se les manifieste, a quienes no podemos evangelizar, porque no creen
razonables nuestras creencias.
3-6. Jesús y sus seguidores se fueron a otro pueblo.
"Y se fueron a otro pueblo" (LC. 9, 56).
Dado que Jesús no quiso imponerse a los samaritanos utilizando su poder divino,
se fue con sus seguidores a otro pueblo. el Señor no solo fue incomprendido por los
samaritanos que lo despreciaron por considerarlo partidario de los líderes religiosos
de Jerusalén, pues también fue comprendido incorrectamente por quienes lo
seguían, no porque lo aceptaban como era, sino porque querían que fuera
constituido Rey sucesor de David, y les concediera una alta posición en su Reino,
por haber sido sus seguidores.
Contemplemos a Jesús incomprendido por los samaritanos y sus seguidores, y
caminando de un pueblo a otro, como un pobre, enfermo y desamparado,
rechazado por un mundo egoísta, incapaz de inspirar su manera de vivir, en el
amor con que Dios ama a sus hijos.
3-7. Los seguidores de Jesús debemos evitar tener ataduras que nos impidan
servir a Dios en sus fieles hijos.
"Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas."
Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del
hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»" (LC. 9, 57-58).
Quizás, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido la ilusión de aquel que
le dijo a Jesús que lo seguiría adonde fuera, porque sabía que el Señor era
predicador itinerante. Jesús no es como quienes captan vocaciones sin decirles a
sus seguidores los riesgos que comporta la profesión de nuestra fe. Jesús sabía que
el hecho de sentirnos amados por Dios nos llena de alegría, pero no ignoraba lo
difícil que es para nosotros seguirlo, cuando nuestra familia se opone a ello, cuando
la sociedad nos presiona porque considera que la fe que profesamos es perjudicial,
y en el caso de que vivamos en países en que se persiga a los seguidores del
Mesías.
Quizás aquel que le dijo a Jesús que lo seguiría adondequiera que fuera tenía
todas sus necesidades cubiertas, y por eso podía caminar en pos del Señor, pero el
Mesías le dijo que, para ser su seguidor, tenía que desprenderse de las relaciones y
posesiones que le impidieran llevar a cabo su labor. Si Jesús no tenía donde reclinar
su cabeza, sus seguidores no deben acumular riquezas que les impidan vivir
dispuestos a realizarse como auténticos cristianos.
Jesús acepta entre sus seguidores tanto a los ricos como a los pobres, pero nos
recuerda que no pueden seguirlo fielmente los ricos que viven obsesionados con la
acumulación de posesiones, ni los pobres que tienen mentalidad de ricos avaros. El
dinero es muy útil cuando se dedica a la realización de la obra del Señor, y, la
experiencia de pobreza resulta muy edificante, para recordarles a quienes nada
tienen, que Dios es su mayor posesión, la única por la que merece la pena llevar a
cabo los mayores sacrificios, no porque Él es buen pagador de sus siervos, sino
porque nos ama admirablemente.
3-8. Superemos los acontecimientos que vivimos hace tiempo que nos impiden
ser buenos seguidores de Jesús.
"A otro dijo: «Sígueme.» El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi
padre.»" (LC. 9, 59).
Cuando aquel a quien Jesús invitó a que lo siguiera le dijo al Señor que le
permitiera enterrar a su padre, quiso decir que aún no había llegado el momento de
seguirlo, porque no superaba su vinculación a su tribu, a la Ley de Israel, y a las
instituciones religiosas judías.
Quizás el Señor nos ha pedido muchas veces que lo sigamos, pero tenemos
relaciones, costumbres y obligaciones, que nos impiden ser discípulos del Hijo de
Dios y María. Existen situaciones en que, independientemente de que creamos en
Dios, sentimos que debemos hacer algo, que nuestros familiares no aprueban.
Quizás vivimos sumidos en una rutina marcada por lecturas, oraciones y
celebraciones religiosas que, ni comprendemos, ni mostramos interés por entender.
En el campo de las obligaciones, están los estudios, criar a los hijos, cuidar a los
padres enfermos, la dedicación al trabajo... Tal como muchas veces tenemos
tiempo para hacer lo que más nos gusta, si somos cristianos, también tendremos
tiempo, para estudiar la Palabra de Dios, para aplicarla a nuestra vida, y para orar
fervientemente.
3-9. Dejemos que los muertos entierren a sus muertos, y anunciemos el Reino de
Dios.
"Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar
el Reino de Dios.»" (LC. 9, 60).
Jesús le dijo a Marta de Betania, antes de resucitar a su hermano Lázaro:
"Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá" (JN. 11, 25).
Parece ser que Jesús llamó "muertos" a quienes se negaron a aceptar su
mensaje. Mientras que los muertos a la gracia divina entierran a sus muertos, los
cristianos tenemos el deber de anunciar el Evangelio, desprendiéndonos de las
ataduras que nos impiden seguir a Jesús fielmente.
3-10. No nos distraigamos evitando cumplir nuestros deberes de cristianos.
"También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los
de mi casa.» Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás
es apto para el Reino de Dios»" (LC. 9, 61-62).
En los versículos evangélicos que estamos considerando, la despedida de los
familiares, se equipara a todo lo que podemos hacer, que nos impide realizarnos
como seguidores de Jesús. Insisto nuevamente en el hecho de que, si tenemos
algún tiempo para hacer lo que más nos gusta, también tenemos que encontrar
tiempo para seguir a Jesús, si nos consideramos cristianos.
Tal como el agricultor que pone la mano en el arado no puede mirar atrás, para
evitar hacer surcos demasiado profundos, tenemos que cumplir nuestros deberes
personales, familiares y sociales a la manera que lo haría Jesús, sin por ello dejar
de ser seguidores del Mesías. Que nuestras ocupaciones no sean oportunidades
para dejar de ser cristianos, sino para demostrar que somos hijos de Dios.
Jesús quiere que no sirvamos a Dios a medias, sino que nos le entreguemos
plenamente. Quizás tenemos la tentación de servir a Dios haciendo aquello que
más nos gusta, nos relaja o nos aporta alguna satisfacción. Quizás creemos que
debemos hacer el bien, pero nos negamos a conocer a Dios y a orar. Quizás oramos
porque nos relaja o porque así manifestamos nuestra fe, pero no servimos a
nuestros prójimos los hombres, porque no hemos aprendido a amarlos.
No es conveniente que únicamente aceptemos las sentencias de Jesús que más
convengan a nuestros intereses. Si queremos ser buenos imitadores de Jesús,
tenemos que conocer su Palabra, y cumplir la voluntad divina, independientemente
de que seamos religiosos, o laicos.
Aceptemos el dolor y la gloria característicos de nuestra profesión de fe. Si los
padres sufren gustosamente para criar y educar a sus hijos, los cristianos haremos
lo propio, para dar a conocer el Evangelio.
Si somos cristianos, aceptemos el reto de creer que nadie ni nada nos aporta más
seguridad, que el amor que el Dios Uno y Trino siente por nosotros.
3-11. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-12. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto
evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el
fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en LC. 9, 51-62 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿A qué hecho se refiere San Lucas cuando menciona la asunción de Jesús? (LC. 9,
51).
¿Por qué resulta estimulante para nosotros el hecho de que Jesús fue a Jerusalén
a llevar a cabo nuestra redención y a ser glorificado después de que aconteciera su
Resurrección de entre los muertos?
¿Somos capaces de intentar resolver nuestros problemas teniendo en mente la
enseñanza que la vivencia de los mismos nos aportará, o solo pensamos en las
molestias que nos causan nuestras dificultades, y en la incapacidad que tenemos de
resolverlas?
¿Por qué se afirmó Jesús en su voluntad de ir a Jerusalén, si era consciente del
sufrimiento que lo aguardaba?
¿Por qué optó Jesús por no evitar el sufrimiento, tal como lo haríamos nosotros,
siempre que nos fuera posible?
¿Nos afirmamos en nuestra voluntad de resolver los problemas que tenemos,
desempeñar nuestro trabajo con la mayor perfección posible, cumplir nuestras
obligaciones personales, familiares y sociales, y colaborar en la realización de la
obra de Nuestro Salvador?
3-2.
¿Para qué envió Jesús mensajeros a un pueblo de Samaria?
¿Por qué no quiso evitar Jesús el hecho de pasar por Samaria para ir a Jerusalén?
¿Evitamos relacionarnos con quienes marginamos por cualquier causa pensando
que tales personas nos pueden atraer complicaciones?
¿Qué acontecimiento esperamos que suceda mientras contribuimos a la
evangelización de nuestros prójimos los hombres?
¿Aceptamos el mandamiento de Jesús de evangelizar a quienes quieran formar
parte del Reino de Dios?
3-3.
¿Por qué no quisieron los samaritanos hospedar a Jesús?
¿Qué tendría que haber hecho Jesús para que los samaritanos se hubieran
ofrecido a hospedarlo?
¿En qué sentido pudo influir la posible deformación de la predicación del
Evangelio hecha por los mensajeros de Jesús en que los samaritanos se negaran a
hospedar al Señor?
¿Cómo debe ser el Evangelio que debemos predicar los cristianos?
¿Por qué no debemos confundir los predicadores nuestros deseos personales con
la realidad de Dios?
¿Servimos a Dios porque lo amamos, o porque esperamos comprar la salvación
de nuestra alma?
3-4.
¿Por qué quisieron Santiago y Juan hacer descender fuego del cielo que devorara
a los samaritanos que no quisieron hospedar a Jesús?
¿Por qué recurrieron los citados discípulos de Jesús a ciertos hechos llevados a
cabo por el Profeta Elías para justificar su ansia de poder y su deseo de venganza?
¿Por qué mandó asesinar Elías a los profetas del dios Baal, vaticinó la muerte de
Ocozías, e hizo descender fuego celestial sobre dos jefes de cincuenta soldados con
sus respectivos hombres?
¿Despreciamos a quienes no comparten nuestra manera de pensar?
¿Por qué es apasionante el hecho de que podamos crear un mundo en que nos
sea posible convivir quienes tenemos creencias diferentes?
¿Qué indican las dificultades que tenemos para lograr el citado propósito?
3-5.
¿Cómo pudo querer Jesús que el Evangelio fuera aceptado por sus creyentes por
convicción, si fue educado en un ambiente en que los más ricos y poderosos eran
vistos como bendecidos por Dios, y por ello hacían lo que deseaban?
¿Creemos que el Evangelio se propone, y no se impone?
3-6.
¿Por qué despreciaron los samaritanos a Jesús?
¿Por qué no fue comprendido el Señor por muchos de sus seguidores?
3-7.
¿Por qué quiere Jesús que sus seguidores sean conscientes de los riesgos que
puede suponerles el hecho de seguirlo?
¿Qué satisfacciones y contradicciones puede aportarnos nuestra profesión de fe?
¿Por qué necesitamos los cristianos romper las ataduras que nos impiden seguir a
Jesús?
¿Qué tipo de ricos y pobres no pueden seguir a Jesús? ¿Por qué?
¿En qué sentido es útil el dinero para llevar a cabo la obra del Señor?
¿Cómo puede ayudar la experiencia de la pobreza a la difusión del Evangelio?
¿Por qué debemos servir a Dios?
3-8.
¿Qué significan las palabras de aquel a quien Jesús le pidió que lo siguiera
referentes a que le permitiera enterrar a su padre antes de seguirlo?
¿Mantenemos relaciones, costumbres u obligaciones, que nos impiden ser fieles
seguidores de Jesús?
¿Son nuestras ocupaciones y preocupaciones causas que nos impiden seguir a
Jesús, o razones que hacen de nosotros buenos cristianos?
3-9.
¿A qué muertos hizo referencia Jesús en LC. 9, 60?
¿Por qué no podemos ser excelentes seguidores de Jesús si no rompemos las
ataduras que nos impiden ser buenos cristianos?
3-10.
¿Qué significa la despedida de los familiares de que se nos habla en los últimos
versículos del Evangelio que estamos considerando?
¿Por qué no puede mirar atrás el campesino que pone la mano en el arado?
¿Por qué no podemos ser fieles servidores del Señor si extrañamos
constantemente las ataduras a que renunciamos para poder ser buenos cristianos?
¿Es razonable servir a Dios sin entregárnosle plenamente? ¿Por qué?
¿Por qué tenemos que aceptar todas las enseñanzas de Jesús para poder seguirlo
fielmente, y no rechazar las sentencias del Señor que no convengan a nuestros
intereses personales?
¿Por qué nos es necesario aceptar el dolor y la glorificación?
¿Se excluyen la dicha y el dolor? ¿Por qué?
¿Consideras que sufrir por la difusión de la Palabra de Dios es una cuestión de
fanatismo religioso? ¿Por qué?
5. Lectura relacionada.
Dependiendo del tiempo de que dispongas, lee LC. 9, 1-6 y 10, 1-12, o MT. 10,
para saber cómo deben evangelizar por medio de sus palabras y obras, los
misioneros del Señor.
6. Contemplación.
Conforme se acercaban los días de su Pasión, muerte, Resurrección y
glorificación, Jesús emprendió su último viaje a Jerusalén, para llevar a cabo, la
redención de los hijos de Dios. Jesús sabía que iba a sufrir mucho, pero no ignoraba
que triunfaría sobre el mal.
Visualicémonos preocupados pensando en nuestros problemas, y, en muchas
ocasiones, sin saber qué hacer, ora para resolverlos, ora para sobrevivir a los
mismos, porque no podemos -o no sabemos- resolverlos adecuadamente.
Jesús envió mensajeros delante de sí a que le prepararan alojamiento en un
pueblo de Samaria, y nos envía a nosotros a evangelizar a nuestros prójimos los
hombres, antes que acontezca su Parusía o segunda venida. Jesús puede
evangelizar a la humanidad por Sí mismo, pero quiere contar con nuestra
colaboración, para demostrarnos que, partiendo de nuestras dificultades, podemos
alcanzar la glorificación divina.
Los samaritanos no recibieron a Jesús porque el Señor iba a Jerusalén. Dejemos
que Dios sea Dios, y amoldémonos al cumplimiento de su voluntad, porque nadie
nos ama, como Nuestro Padre celestial.
Cuidémonos los predicadores de anunciar el Evangelio de Jesús, y no un
evangelio relacionado con deseos personales, tales como la acumulación de
riquezas, ganadas mediante el abuso de la confianza de los incautos.
Tal como Santiago y Juan quisieron hacer descender fuego del cielo para castigar
a los samaritanos que se negaron a hospedar a Jesús, estamos expuestos a
rechazar a quienes no comparten nuestra manera de pensar. Jesús vivió en un
ambiente en que los poderosos hacían lo que deseaban y abusaban de los más
débiles, y eran considerados benditos por Dios, y los pobres y débiles eran
considerados pecadores merecedores de ser castigados por medio de sus
dificultades. A pesar de ello, el Señor quiso que sus seguidores caminaran en pos
de Él por convicción, y no por miedo a ser maltratados.
Quizás, con el pretexto de que nuestra denominación religiosa es la verdadera,
rechazamos a nuestros hermanos cristianos de otras denominaciones. El contacto
con nuestros hermanos separados nos exige tener conocimientos bíblicos, y nos
enseña que, entre las diversas congregaciones cristianas existentes, tenemos
hermanos que tienen más convicción religiosa que nosotros, aunque su
pensamiento no sea exactamente como el nuestro.
Jesús reprendió a Santiago y a Juan, porque, sus deseos de poder y venganza, no
son compatibles con el Evangelio predicado por Nuestro Salvador. Recordemos que
el Evangelio siempre se propone, y jamás se impone. Quienes predicamos el
Evangelio no debemos olvidar que quienes acepten nuestra predicación tienen un
proceso de crecimiento espiritual conducido por el Espíritu Santo que no podemos
acelerar, porque el Paráclito se adapta a la capacidad de aprender y crecer de cada
creyente, y nosotros debemos hacer lo propio, en la medida que nos sea posible.
Contemplemos a Jesús recorriendo Israel, siendo víctima del rechazo de mucha
gente, y de la incomprensión de muchos de sus seguidores, que no sabían lo que
hacer, para amoldarlo al cumplimiento de sus deseos triunfalistas.
¿Servimos a Dios porque lo amamos, o porque queremos que Nuestro Santo
Padre nos conceda lo que le pidamos?
¿Cómo es nuestro seguimiento de Jesús? ¿Nos hemos dispuesto a seguir al Señor
después de asegurarnos de tener cubiertas nuestras necesidades? Si este es
nuestro caso, debemos ser conscientes de que no nos es posible ser fieles
seguidores de Jesús, por causa de nuestra incapacidad de arriesgarnos a confiarnos
a la Providencia divina, ya que Dios se encargará de satisfacer nuestras
necesidades, según nos vayan surgiendo.
¿Nos negamos a seguir a Jesús porque nos atan ciertas relaciones, costumbres y
obligaciones, que nos impiden ser buenos cristianos?
¿Nos sentimos incapaces de superar las vivencias pasadas para abrirnos a la
acción del Espíritu Santo en nuestra vida?
¿Dejamos que los demás hagan lo que quieran mientras anunciamos el Reino de
Dios, o nos empeñamos en forzarlos para que se adapten a nuestras creencias?
El seguimiento de Jesús es radical. Si esperamos el tiempo idóneo para servir al
Señor, nos percataremos de que nunca lo encontraremos, porque siempre
tendremos cosas más urgentes que hacer. No utilicemos nuestras ocupaciones y
preocupaciones para pensar que no tenemos tiempo para servir al Señor. Que
nuestras actividades familiares, sociales, laborales y eclesiásticas, hagan que el
mundo vea en nosotros, excelentes siervos del Señor.
Jesús nos ha dicho que, si después de empezar a seguirlo, dejamos de crecer
espiritualmente, y añoramos nuestras costumbres anticristianas, no somos aptos
para ser miembros, del Reino de Dios.
Mantengamos nuestra fe, y sirvamos a Dios en sus hijos, mientras que Jesús
concluye la instauración de su Reino de amor y paz, entre nosotros.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 9, 51-62.
Comprometámonos a hacer un examen de conciencia, para ver qué tipo de
seguidores de Jesús somos, y qué podemos hacer, para mejorar las relaciones que
mantenemos, con Dios, y los hombres.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús: Ayúdame a lograr que mis relaciones, costumbres y obligaciones,
sean excusas perfectas, para que pueda conseguir, ser un buen seguidor tuyo.
9. Oración final.
Leamos y meditemos el Salmo 15, pensando cómo podemos proceder, para ser
buenos seguidores de Jesús.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
joseportilloperez@gmail.com