Encuentros con la Palabra
Domingo Ordinario XIV – Ciclo C (Lucas 10, 1-12.17-20)
El reino de Dios ya está cerca de ustedes”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Una vez llegó un turista a visitar a un sabio maestro que vivía en una cabaña en medio de
una montaña. Al entrar en su casa, se dio cuenta que la morada del viejo consistía de un
colchón en el piso y unos pocos libros amontonados en desorden. El visitante, extrañado,
preguntó: «–Disculpe, ¿dónde están sus muebles?» El anciano miró con calma al visitante
y respondió: «–¿En dónde están los suyos?» «–Pero si yo sólo estoy aquí de paso»
Replicó el turista. El maestro sonrió levemente y continúo: «–Yo también estoy de paso en
esta vida, y mal haría en cargar mi existencia con todos los armarios de mi pasado».
Cuando Jesús envió a los setenta y dos discípulos delante de él, a todos los pueblos y
lugares a donde tenía que ir, les dio estas instrucciones: “Ciertamente, la cosecha es
mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha
que mande trabajadores a recogerla. Vayan ustedes; miren que los envío como corderos
en medio de lobos. No lleven dinero ni provisiones ni sandalias (...); coman y beban de lo
que ellos tengan, pues el trabajador tiene derecho a su paga”. Jesús quería que sus
discípulos fueran sin tantas seguridades para que pusieran su confianza sólo en él y no
en los medios que tendrían para realizar su misión.
Parece haber una relación inversamente proporcional entre la cantidad de medios que
tenemos para realizar nuestra misión, y la confianza que depositamos en Dios. Cuanto
más medios, menos confianza en Dios. Cuantos menos medios, más confianza. No es
que los medios sean malos. Seguramente son necesarios para realizar muchas cosas que
consideramos necesarias y buenas para nosotros y para los que nos rodean. Pero no
debemos olvidar el peligro que tiene andar tan preocupados por el dinero, las provisiones
y las sandalias. La misión es del Señor. El es el Dueño de la cosecha y por eso no sólo
tenemos que pedirle que mande trabajadores a recogerla, sino también que mande los
medios necesarios para construir el reino en nuestro mundo.
Esto no significa que no tengamos que trabajar, y mucho menos que no tengamos que
pedir a Dios por lo que nos pre-ocupa y ocupa. A Dios rogando y con el mazo dando, reza
el adagio popular. En este sentido, tendríamos que vivir aquello que san Ignacio de Loyola
tenía presente en todas las tareas que se proponía, según nos cuenta el P. Pedro de
Ribadeneira, uno de sus primeros biógrafos: "En las cosas del servicio de Nuestro Señor
que emprendía, usaba de todos los medios humanos para salir con ellas con tanto cuidado y
eficacia, como si de ellos dependiera el buen suceso; y del tal manera confiaba en Dios y
estaba pendiente de su Divina Providencia, como si todos los otros medios humanos que
tomaba no fueran de algún efecto". Como quien dice: “Hay que hacer las cosas como si
todo dependiera de nosotros y nada de Dios. Pero hay que confiar en Dios como si todo
dependiera de Él y nada de nosotros”.
El mensaje central que debían llevar los setenta y dos discípulos era la inminencia del reino:
“El reino de Dios ya está cerca de ustedes”. Lo mismo debemos anunciar hoy a nuestros
contemporáneos. Por eso, como el sabio maestro, deberíamos ir ligeros de equipaje, sin
cargar nuestras existencias con todos los armarios de nuestro pasado.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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