XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
+ Evangelio de hoy: “¿ Quién es mi prójimo?” La respuesta es clave para
saber como vivir el mandamiento que sintetiza las enseñanzas de Cristo: “Amar a
Dios con todo el corazón, con toda al alma...” y “ al prójimo como a uno mismo”.
Estas cosas nos transforman en herederos de la Vida eterna...
+ “Prójimo”: etim. “el que está cerca, próximo, al lado”. Y cualquiera puede
preguntarse hasta dónde llega la proximidad, a qué distancia debe estar ubicado
alguien para seguir considerándose prójimo: ¿cercano en el orden familiar ? ¿por
cuestión de nacionalidad ? ¿por la amistad ? ¿porque tiene la misma religión... ?
+ En la época de Jesús, el cumplimiento de toda la ley implicaba 613
mandamientos. Pero: ¿Cómo sintetizarlos?
Jesús enseña: amor a Dios
al prójimo
¿Y cómo saber quién es el prójimo?
Jesús contesta con una parábola: la parábola del “buen samaritano”
Esta parábola habla por sí misma. Pero conviene tener en cuenta y resaltar
algunos aspectos:
* Pasan junto al hombre malherido en el camino (“medio muerto”) por un
lado, un sacerdote judío y un levita (es decir, los que más obligados se hallaban en
Israel a observar la ley de la caridad; y por otro lado, un samaritano, o sea, un
extranjero... y encima considerado hereje , de quien normalmente no se podría
esperar más que odio.
El sacerdote y el levita no obran de mala voluntad: ellos saben que el
contacto con un muerto producía impureza, es decir, les impedía participar después
de la liturgia. Y como el hombre en cuestión tenía el aspecto de estar muerto, optan
por alejarse rápidamente.
No hay mala voluntad... pero tampoco caridad evangélica.
Estos hombres no se juegan por el otro, no se arriesgan por el otro, como
hizo Cristo con todos los hombres.
Contrasta, en cambio, la actitud del samaritano, sobre todo considerando lo
ya dicho: miembro de un pueblo enemigo , con el cual había un odio a muerte.. . Sin
embargo, este enemigo se conmueve al ver abandonado en el camino al hombre
asaltado y herido. Y no se queda sólo en “buenos sentimientos”, sino que ayuda
efectivamente , mucho más allá de lo que se pueda exigir, o esperar. La parábola
señala con detalles los pasos dados por el samaritano en su preocupación por el
herido.
+ Cuando termina el relato, Jesús hace una pregunta en la que invierte los
papeles. No pregunta: “¿Quién es el prójimo del samaritano”, sino “¿Quién es el
prójimo del hombre herido ?” Y es aquí que está la clave del Evangelio de hoy.
Cuando nos preguntamos por el prójimo, la mayoría de las veces lo
hacemos desde nuestra propia persona (nosotros en el centro). Desde nosotros
medimos la distancia para saber quien es y quien no es prójimo.
Pero Jesús mira las cosas desde otro ángulo: “¿Quién es el prójimo del
hombre asaltado y herido?” Es decir, la medida se toma desde el que está
necesitado, pasando por encima de las diferencias y distancias que puede haber (en
la parábola, el prójimo resulta ser el que era enemigo, de otro pueblo y de otra
religión) . Y el “prójimo”, el samaritano, no le da al herido “lo que le sobra”, sino
que comparte con él lo que tiene: “lo vendó” ... Difícilmente tendría vendas
consigo: lo más probable es que haya desgarrado algo de su ropa para fabricarlas;
además, curó las heridas con “aceite y vino” (dos cosas caras): el aceite para
calmar , y el vino para desinfectar ; “lo montó sobre su propio asno”...
+ Los dos primeros personajes, que por razón de la pureza cultural
quisieron considerarse exceptuados de intervenir, quedan mal parados en el relato.
Jesús también nos está recordando que el culto de quien se desentiende de su
prójimo es vacío, no sirve para nada. El amor a Dios y al prójimo vale más que
todos los holocaustos y sacrificios.
Aprendamos, entonces, del Evangelio de hoy, a no sentirnos exceptuados
de intervenir cuando alguien tiene necesidad de nosotros. Ante cualquier persona
que sufre, todos somos prójimos. Ningún hombre está tan lejos de nosotros que no
debamos estar preparados en todo tiempo a arriesgar la vida por él, cuando esté en
necesidad, porque es nuestro prójimo.
+ Así, la ley o norma fundamental que debe regular nuestra vida no es algo
lejano y exterior a nosotros. Es más bien algo que nos empuja desde dentro a
desprendernos de nuestros intereses y a amar, con toda el alma, a Dios y a los
demás. Ni compromisos legales ni obligaciones que creamos sagradas, nos
disculparán de este empeño de amor y desinterés total, que constituye la esencia
del mensaje evangélico.
No se trata de distinguir entre próximos o lejanos, sino de comportarse
como próximo, como prójimo: saberse y sentirse cercano de todo el que se cruza
en nuestro camino.
Jesús es el “Buen samaritano”... ; que nuestro Maestro y Modelo, nos de
la fuerza para seguirlo por este Camino.
Amén.