Domingo XIV del tiempo Ordinario del ciclo C.
Señor Jesús: ¿Por qué me has elegido para trabajar en tu viña predicando el
Evangelio y haciendo el bien, si sabes que en el mundo hay gente más apta que
yo para hacer tu voluntad?
"Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él" (MC. 3, 13).
Ejercicio de lectio divina de LC. 10, 1-12. 17-20.
1. Oración inicial.
Iniciemos este tiempo de meditación y oración, en el Nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo.
R. Amén.
Jesús eligió a setenta y dos discípulos para que dispusieran a la gente de los
lugares por los que iba a pasar a acogerlo cuando llegara y a aceptar la
predicación del Señor. Al igual que los citados discípulos de Jesús, hemos
recibido del Señor la misión de disponer a nuestros prójimos a recibir al Hijo de
Dios y María, cuando acontezca su Parusía -o segunda venida-. Esta es la causa
por la que no debemos interrumpir nuestro tiempo de instrucción, acción y
oración, pues, para agradecerle a Nuestro Salvador la confianza que ha
depositado en nosotros, debemos proponernos ser buenos cristianos, así pues,
para no defraudar al Dios Uno y Trino, más que con nuestros medios, contamos
con la asistencia del Espíritu Santo.
Quienes aún no servís al Señor, planteaos la posibilidad de hacerlo. Si cuando
llevéis tiempo sirviendo al Señor descubrís que la vida, más que en buscar la
felicidad pasajera, consiste en servir desinteresadamente a quienes nos
necesitan, encontraréis una felicidad que nadie podrá quitaros, y que ninguna
circunstancia podrá evitaros.
Quienes servimos al Señor, debemos plantearnos si trabajamos
adecuadamente en la viña del Señor, o si podemos hacer algo para ser mejores
discípulos de Jesús. Después de empezar a servir al Señor, necesitamos
estimular nuestra fe constantemente, para no perder la constancia que
necesitamos, tanto para ser buenos discípulos de Jesús, como para encontrar la
plenitud de la dicha a que aspiramos.
En el mundo hay muchas carencias que cubrir, y muy pocos cristianos
dispuestos y formados convenientemente para lograrlo. El servicio cristiano es
más que un servicio social. Necesitamos orar para que Dios haga lo que no nos
es posible a nosotros, ora por falta de sabiduría, ora por falta de medios
adecuados a paliar los padecimientos de nuestros hermanos los hombres.
Oremos para que cada día seamos más los braceros que servimos al Señor, y
para que no carezcamos de los medios que necesitamos, para cumplir su
voluntad, sirviendo a nuestros prójimos los hombres.
La realización de nuestra actividad cristiana no es fácil. Jesús nos envía como
corderos en medio de lobos. Oremos para no ser los lobos que ataquen a los
siervos de Dios, y para no ser víctimas de quienes son agresivos, porque no
comprenden el valor de la misión que nos ha encomendado el Señor.
Dado que existen muchos problemas que solventar en el mundo, es importante
que quienes trabajamos en la viña del Señor no perdamos tiempo acumulando
riquezas ni realizando actividades que nos impidan cumplir la misión que nos ha
sido encomendada por Nuestro Salvador. Además de evitar dichas distracciones,
necesitamos elaborar un minucioso plan de trabajo, para atender las necesidades
de nuestros prójimos los hombres, según la urgencia característica de las
mismas.
Al trabajar para el Señor, debemos desearles la paz a quienes encontremos en
nuestro camino. En el lenguaje bíblico, la paz no es la ausencia de conflictos, sino
sobrellevar los mismos tal como lo haría Jesús, y el deseo de que quienes la
reciben, tengan los dones con que Dios premia la fidelidad de quienes lo sirven.
Si les deseamos la paz a quienes encontremos en nuestro camino, puede
sucedernos que algunos de ellos se interesen por conocer al Señor, y, por ello, la
citada paz sea con ellos, y no vuelva a nosotros, por no ser rechazada.
Aunque no debemos predicar pensando en las ganancias que obtendremos por
ello, aquello que se nos dé, es lo que merecemos. A modo de ejemplo, hace años
pedí donativos para crear una página web. Aunque no recibí dinero, me dieron el
espacio que necesito en Internet, para colgar tanto mis meditaciones, como los
demás materiales que publico. Mi experiencia fue algo desagradable porque no
faltaron quienes me acusaron de querer enriquecerme con la predicación del
Evangelio, pero lo importante es que conseguí lo que necesitaba, y, gracias a
ello, he llegado a varios cientos de miles de nuevos lectores.
Dado que la misión que desempeñaron los setenta -o setenta y dos- discípulos
fue corta, los tales no tenían que preocuparse de cubrir sus necesidades básicas,
pues serían atendidos por algunos de sus oyentes. Al consagrarse al Señor de
por vida, los predicadores religiosos y laicos, necesitan medios para vivir
dignamente, y para llevar a cabo su vocación. A pesar de ello, nadie debería
predicar el Evangelio pensando en el sueldo que va a ganar, sino en qué dirá y
qué hará, para convencer a sus oyentes, de la necesidad que tienen, de creer en
el Dios Uno y Trino. Nadie debe trabajar para el Señor pensando en
enriquecerse, pero se hace necesario que los cristianos sostengan a sus
predicadores, de manera que no les falten los bienes indispensables para vivir, ni
los medios necesarios para desempeñar su misión.
Las actividades que llevamos a cabo los cristianos en el mundo, deben ser
indicativas, de que, el Reino de Dios, está cerca de nosotros. La Iglesia terrena
es parte del Reino de Dios porque está compuesta de gente que opta por ser
purificada y santificada, y, al mismo tiempo, es el pueblo que busca formar parte
del Reinado divino, y por ello se esfuerza en ser perfeccionada.
A quienes no deseen aceptar nuestra predicación, les demostraremos que no
estamos de acuerdo con su conducta, sin ser violentos con ellos, sino,
respetuosos con su forma de pensar y proceder, y les diremos que el Reino de
Dios está cerca de nosotros, dejándoles abierta la posibilidad de creer, en un
futuro cercano o lejano, si Dios los llama a servirlo, porque sabe que aceptarán
ser purificados y santificados, por medio de la superación de sus dificultades, y
del servicio a Él, en sus prójimos los hombres.
Jesús nos hace una seria advertencia: Es necesario que nos cuidemos de que
nuestra conducta no sea más reprobable que la de quienes pecan por ignorancia.
Conocer a Dios, además de significar un gozo inmenso, significa que adoptamos
una gran responsabilidad. Al conocer a Dios y saber lo importante que es la
pureza para Nuestro Santo Padre, aunque toda la humanidad cometiera los
mismos pecados, la culpabilidad de los creyentes sería juzgada con más
severidad, que la de quienes ignoran los Mandamientos de Nuestro Padre
celestial.
Si trabajamos en la viña del Señor, alegrémonos del bien que hacemos, a
pesar de nuestros errores, y de la falta de voluntad que tenemos, para dedicarle
más tiempo, al servicio de dios, en sus hijos los hombres. En este mundo, la
alegría es la única recompensa que podemos obtener los cristianos, si
predicamos el Evangelio, y hacemos el bien, demostrando con ello, que somos
seguidores de Jesús.
Mientras que los Doce tuvieron muchas dificultades que no pudieron superar
cuando fueron enviados por Jesús a predicar, y sobrevivieron a muchos fracasos,
el mal y la increencia, fueron vencidos, por los setenta y dos discípulos del
Señor. El hecho de que en un texto lucano (LC. 10, 23-24) que no consideramos
hoy Jesús les puso a los Doce como ejemplos a imitar a los setenta y dos, nos
recuerda la humildad que debe caracterizarnos a la ora de servir al Señor, y
cómo debemos fortalecer nuestra fe constantemente, para ser buenos cristianos.
Mientras los setenta y dos le predisponían a Jesús a aquellos de sus oyentes
que asistirían a sus sermones poco tiempo después de que pasaran predicando el
Evangelio por sus pueblos y ciudades, Jesús veía cómo producían frutos
salvíficos. Aunque por nuestra carencia de fe nos sintamos desamparados por
Dios en ciertas circunstancias, no olvidemos que el Señor vela por la realización
de nuestras actividades cristianas, y el Espíritu Santo nos asiste, para que
podamos llevar a cabo, la misión que nos ha sido encomendada.
No nos enorgullezcamos de trabajar en la viña del Señor, sino de ser el objeto
del amor del Dios Uno y Trino. El servicio cristiano debe prestarse por amor, y
nunca para manifestar el deseo de alcanzar el reconocimiento de los hombres.
No creamos jamás que el Evangelio se predica y se hace el bien gracias a
nosotros, porque, si no trabajáramos en la viña del Señor, otros ocuparían
nuestro lugar, y Dios llevaría a cabo su obra redentora, por medio de tales
discípulos. A la hora de actualizar los blogs y listas de correo de Trigo de Dios, ni
siquiera yo, -el moderador de las mismas-, soy indispensable, a pesar de que soy
el único que llevo a cabo las actualizaciones, porque tal trabajo no es mío, sino,
de Dios.
Oremos:
ORACIÓN PARA PEDIR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
¡Oh Espíritu Santo!, humildemente te suplico que enriquezcas mi alma con la
abundancia de tus dones.
Haz que yo sepa, con el Don de la Sabiduría, apreciar en tal grado las cosas
divinas, que con gozo y facilidad sepa frecuentemente prescindir de las terrenas.
Que acierte con el Don de Entendimiento, a ver con fe viva la trascendencia y
belleza de la verdad cristiana.
Que, con el Don de Consejo, ponga los medios más conducentes para
santificarme, perseverar y salvarme.
Que el Don de Fortaleza me haga vencer todos los obstáculos en la confesión de
la fe y en el camino de salvación.
Que sepa con el Don de Ciencia, discernir claramente entre el bien y el mal,
entre lo falso y lo verdadero, descubriendo los engaños del demonio, del mundo
y del pecado.
Que, con el Don de Piedad, os ame como a Padre, os sirva con fervorosa
devoción y sea misericordioso con el prójimo.
Finalmente, que con el Don de Temor de Dios, tenga el mayor respeto y
veneración a los mandamientos divinos, cuidando con creciente delicadez de no
quebrantarlos
lo más mínimo.
Llenadme sobre todo, de vuestro santo amor. Que ese amor sea el móvil de toda
mi vida espiritual. Que lleno de unción, sepa enseñar y hacer entender, al
menos con mi ejemplo, la sublimidad de vuestra doctrina, la bondad de vuestros
preceptos, la dulzura de vuestra caridad. Amén.
(Desconozco el autor).
2. Leemos atentamente LC. 10, 1-12. 17-20, intentando abarcar el mensaje
que San Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Descansará sobre ellos vuestra paz.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-12. 17-20
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante,
de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
—«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies
que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No
llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el
camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente
de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero
merece su salario.
No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed
lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de
vosotros el reino de Dios."
Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el
polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos
sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios."
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»
Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron:
—«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»
Él les contestó:
—«Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para
pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará
daño alguno.
Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres
porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 10, 1-12. 17-20.
3-1. Todos los cristianos somos necesarios en la viña del Señor.
¿Por qué quiso Jesús rodearse de discípulos para predicar el Evangelio, si, por
ser Dios, se bastaba a Sí mismo para llevar a cabo dicha labor? Jesús quiso
valerse de los medios y situaciones meramente humanos para evangelizar a sus
creyentes. Si un rico le dice a un pobre no creyente que Dios proveerá sus
necesidades, tal necesitado no tendrá tanta facilidad para creer el mensaje que le
ha sido transmitido por alguien que desconoce la pobreza, como si se lo
transmite alguien que está viviendo su situación, aunque se diferencia de él, por
su gran fe en Dios. Para Jesús es importante que nos vaciemos de nuestra nada
para poder llenarnos del todo que es Dios para nosotros.
Cuando el Señor inició su Ministerio, ayudado por pocos discípulos, resolvía las
situaciones difíciles que vivía su pequeña comunidad de seguidores, pero, cuando
el número de creyentes fue muy elevado, el Señor buscó el apoyo de los Doce
que lo siguieron incondicionalmente durante los años que se prolongó su
Ministerio, y el apoyo de otros discípulos que, durante cierto tiempo u
ocasionalmente, prestaban sus servicios desinteresadamente, a la comunidad de
sus seguidores.
Todos los cristianos somos necesarios en la viña del Señor. El servicio a Dios
en nuestros prójimos los hombres nos aumenta la estima personal, nos hace
percatarnos de la necesidad que tenemos de valorar nuestras comunidades de fe,
y, en el caso de que prediquemos el Evangelio, nos aporta un gran conocimiento
de Dios, al mismo tiempo que solventamos las dudas de fe, de nuestros oyentes
o lectores. Además, el servicio a los carentes de dádivas materiales, nos
recuerda que en el mundo hay quienes sufren más que nosotros, se quejan
menos, y sobrellevan sus dificultades con una alegría que quizás desconocemos,
y deseamos tener. El servicio cristiano es muy satisfactorio, cuando descubrimos
que recibimos mucho más de lo que damos, cuando no pretendemos ser
recompensados.
3-2. La misión de los Doce.
"Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y
para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y
les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni
tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta
que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella
ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.»" (LC. 9, 1-
5).
Los Doce recibieron la misma misión que caracterizó a los setenta y dos. Las
recomendaciones que recibieron unos y otros no fueron exactamente las mismas,
pero el significado del mensaje que recibieron del Señor, fue idéntico, pues
fueron comisionados para predicar la Palabra de Dios, y ganar nuevos seguidores
de Jesús, que quisieran formar parte, de su comunidad creyente.
Los Doce sobrevivieron a algunos fracasos cuando empezaron a llevar a cabo la
misión que Jesús les encomendó. Ello se debió a su falta de fe en el Señor, y al
deseo que existía entre ellos de constituir un Reino mesiánico que, en vez de
estar basado en el servicio desinteresado, estuviera basado en el poder, como lo
están los reinados humanos. Ello nos recuerda lo importantes que son para
nosotros la fe, y el hecho de tener, según palabras de San Pablo, "los mismos
sentimientos que Cristo" (CF. FLP. 2, 5).
Veamos cómo les faltó la fe a los Doce, cuando Jesús multiplicó panes y peces,
para saciar a la multitud de sus oyentes.
"Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron:
«Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y
busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado»"
(LC. 9, 12).
Dado que los Doce no disponían de la comida necesaria para alimentar a la
multitud, quisieron que Jesús le pidiera a la gente que buscara su propio
sustento. El Señor conocía una manera de alimentar a sus seguidores que quizás
no se le pasó por la mente a ninguno de quienes llegaron a ser sus Apóstoles.
Ninguno de sus oyentes pasaría hambre, si se repartían los alimentos que tenían.
Fue así como con pocos alimentos, se alimentó una gran multitud, y aún sobró
bastante comida. A pesar de ello, a los Doce les faltó fe en Dios y quizás también
un deseo más fuerte que su carencia de medios, de alimentar a los oyentes del
Mesías.
"En esto, un hombre de entre la gente empezó a gritar: «Maestro, te suplico
que mires a mi hijo, porque es el único que tengo, y he aquí que un espíritu se
apodera de él y de pronto empieza a dar gritos, le hace retorcerse echando
espuma, y difícilmente se aparta de él, dejándole quebrantado. He pedido a tus
discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.» Respondió Jesús: «¡Oh
generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros y habré de
soportaros? ¡Trae acá a tu hijo!» Cuando se acercaba, el demonio le arrojó por
tierra y le agitó violentamente; pero Jesús increpó al espíritu inmundo, curó al
niño y lo devolvió a su padre" (LC. 9, 38-42).
La misión de los cristianos solo alcanza la perfección absoluta cuando se
identifica plenamente con la misión de Jesús. Mientras que el Señor se
transfiguró en el monte Tabor ante sus discípulos Pedro, Juan y Santiago, los
nueve discípulos que también llegaron a ser sus Apóstoles, no pudieron curar a
un epiléptico, pero el Señor sí pudo sanar al enfermo. El hecho de que nuestras
actividades no sean tan perfectas como las de Jesús, significa que aún nos queda
mucho que superarnos para ser como el Mesías, y que, por ello, nuestra fe es
inestable. Como veremos seguidamente, entre los Doce existía el deseo de
formar parte de un reino mesiánico basado en el poder, y no en el servicio
recíproco.
"Se suscitó una discusión entre ellos sobre quién de ellos sería el mayor.
Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su
lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el
que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de
entre vosotros, ése es mayor.»
Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba
demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con
nosotros.» Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra
vosotros, está por vosotros."
Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en
su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y
entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le
recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos
Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo
y los consuma?" Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo" (LC.
9, 46-56).
¿Por qué fallaron los Doce estrepitosamente en el cumplimiento de su misión, y
los setenta y dos cosecharon muchos éxitos en el cumplimiento de la labor que
Jesús les encomendó? ¿Sería creíble que un evangélico bautizado fuera mejor
predicador que el pastor de su iglesia, que un ministro testigo de Jehová fuera
más eficiente que un anciano de su congregación, o que un laico católico
realizara un trabajo en la viña del Señor con mayor perfección de lo que lo haría
el sacerdote de la iglesia en que celebra la Eucaristía semanal o diariamente?
San Lucas nos narra en su Evangelio algunos pecados de los Doce que les
impedía ser perfectos seguidores de Jesús, pero no narra los pecados de los
setenta y dos, aunque se deduce que los tales eran samaritanos, -es decir, eran
de esa gente sobre la que los Hijos del Trueno quisieron hacer descender fuego
celestial, por no haber querido hospedar al Señor. Ello nos enseña a no sentir
envidia si, en nuestras comunidades cristianas, hay gente más eficiente que
nosotros, para cumplir la voluntad de Dios. Tal como los hijos de Zebedeo no
podrían suponer que entre los samaritanos surgirían predicadores que
demostrarían ser más aptos que ellos para anunciar el Evangelio, no supongamos
que hay pecadores que jamás se corregirán, porque, como todos sabemos,
grandes Santos se han visto en el mundo, partiendo de la mentalidad de quienes,
lo que menos querían ser, era cristianos.
3-3. Los nuevos discípulos de Jesús.
"Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos
delante de sí, a todas las ciudades y sitios donde él había de ir" (LC. 10, 1).
¿Cuántos discípulos designó el Señor para que predicaran el Evangelio? En
unos códices se nos informa de que Jesús designó a setenta discípulos, y, en
otros, setenta y dos. Aunque no es posible saber exactamente cuántos discípulos
fueron elegidos por Jesús para que lo precedieran por los lugares por donde tenía
que pasar para ir a Jerusalén, lo importante es el simbolismo representado por el
número setenta en la Biblia, ya que hace referencia a las setenta naciones que,
según los judíos, había en el mundo (GN. 10, 1-32). Tales discípulos del Señor
representan al común de los creyentes, judíos y gentiles, ya que, cuando San
Lucas escribió su Evangelio, los cristianos se debatían entre la posibilidad de
encomendarles la predicación a los judíos tal como la mayoría de los católicos se
la encomiendan al clero, y entre incluir en tal actividad al común de los
creyentes, aunque no fueran hermanos de raza de Jesús. San Lucas intentó
resolver esa cuestión, escribiendo en su Evangelio el envío de los setenta y dos
por parte del Mesías, e indicando que estos tuvieron un gran éxito en su
actividad evangelizadora, cosa que no les sucedió a los Doce. Esta es la causa
por la que existe un gran parecido entre el envío de los Doce y el envío de los
setenta y dos, y por la que San Lucas es el único Evangelista que narra el envío
de estos últimos.
¿Eran los setenta y dos laicos, o religiosos? Al considerar a los Apóstoles como
Obispos, muchos católicos a quienes no les gusta que los laicos nos
inmiscuyamos en la predicación del Evangelio, ven en los setenta y dos a
sacerdotes, que habían de estarles sujetos a los Doce. Si tenemos en cuenta que
la jerarquía eclesiástica tal como la conocemos en la actualidad surgió mucho
tiempo después de que Jesús predicara el Evangelio, y que el mismo Señor, aun
siendo Sumo Sacerdote por excelencia, actuó como un laico común, no erramos
al pensar que, los setenta y dos, eran laicos que sirvieron al Señor, el tiempo que
consideraron oportuno.
Es comprensible el hecho de que Jesús enviara a predicar a los Doce porque los
instruyó perfectamente para llevar a cabo tal misión, pero, ¿qué formación
religiosa recibieron los setenta y dos por parte del Mesías, antes de iniciar su
predicación? San Lucas no responde esta pregunta en su Evangelio, pero
demuestra que, por causa de su fe, su conocimiento de Jesús, y su capacidad de
comprender las circunstancias en que vivía sumida la gente, los setenta y dos
realizaron su misión, mejor que los Doce. Los setenta y dos no eran los creyentes
en Jesús más ricos, ni los más capacitados para anunciar el Evangelio, ni los más
cultos.
Si queremos ser fieles seguidores de Jesús, nos conviene seguir el ejemplo de
los setenta y dos. De nada nos sirve dedicar nuestras cualidades a la difusión del
Reino de Dios, si no hemos experimentado su presencia en nuestra vida, ni
conocemos su voluntad, o, si la conocemos, queremos ignorarla, para adaptar la
predicación del Evangelio, a la consecución de nuestros intereses personales.
Tal como sucede con el Judaísmo y el Islam, las denominaciones cristianas
suelen caracterizarse por montones de normas que deben cumplir sus
componentes, para poder considerarse miembros de las mismas. El peligro de
aferrarnos al cumplimiento de los deberes religiosos, estriba en que podemos
llevarlos a cabo para sentirnos merecedores de la salvación y buscar la
aprobación de los hombres, y no por amor a Dios, ni a sus hijos que sufren por
cualquier causa. Los preceptos religiosos tienen el fin de hacernos desear ser
purificados y santificados, pero, al cumplirlos, podemos adoptar la mentalidad de
los fariseos, quienes estaban tan orgullosos del rigor con que cumplían la Ley,
que, aun conociendo las antiguas Escrituras, rechazaron a Jesús como Mesías, y
llegaron a asesinar al Señor.
Cuidémonos de no impedir que crezcan espiritualmente quienes creen en
nuestro Dios, pero no comparten plenamente nuestras creencias. La obra de la
Evangelización pertenece a Dios, y no a los hombres. Esta es la razón por la que
Jesús nos dice:
"«Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le
pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le
echen al mar" (MC. 9, 42).
No sembremos dudas de fe en los creyentes poco formados y en quienes
carecen de nuestra fe con nuestro mal comportamiento.
3-4. Jesús envió a los setenta y dos dividiéndolos en treinta y seis parejas.
Era necesario que en los juicios testificaran un mínimo de dos o tres testigos a
fin de que los jueces pudieran dictar sentencia.
"Un solo testigo no es suficiente para convencer a un hombre de cualquier
culpa o delito; sea cual fuere el delito que haya cometido, solo por declaración de
dos o tres testigos será firme la causa" (DT. 19, 15).
Un solo predicador enviado, no tendría ante la sociedad, la credibilidad que
tendrían dos discípulos del Señor. Además, teniendo en cuenta el riesgo de sufrir
atracos existente en tiempos en que existe una gran pobreza, porque mucha
gente se ve obligada a hacer cualquier cosa para poder sobrevivir, y las
dificultades características de la predicación del Evangelio, sobre todo en
entornos marcados por el fanatismo religioso, como eran los casos de los
saduceos y los fariseos, era conveniente que los predicadores fueran
acompañados, para brindarse el apoyo que necesitaran, cuando se vieran en
dificultades. Esta es la causa por la que leemos en la Biblia, las siguientes
palabras:
"Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia de su esfuerzo.
Pues si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo que cae!,
que no tiene quien lo levante" (ECL. 4, 9-10).
¿Somos conscientes de la necesidad que tenemos de evangelizar a nuestros
prójimos los hombres y de hacer el bien trabajando, no individualmente, sino
como miembros de nuestras comunidades de fe? Además de que no es fácil
mantener la fe cuando se anuncia el Evangelio en ambientes hostiles a nuestras
creencias, el anuncio de la Palabra de Dios, sigue presentando dificultades, que
no podemos resolver individualmente, sin contar con el apoyo, de nuestros
líderes religiosos, y de nuestros hermanos en la fe.
3-5. Se necesitan obreros que trabajen en la plena instauración del Reino de
Dios en la tierra.
"Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de
la mies que envíe obreros a su mies" (LC. 10, 2).
El Cristianismo es una de las religiones que cuenta con más seguidores en el
mundo, pero, a pesar de ello, no todos los que hemos sido invitados por Jesús a
ser sus seguidores, nos hemos comprometido a servirlo, cubriendo las
necesidades espirituales y materiales, de nuestros prójimos los hombres. Se
necesitan muchos predicadores y mucha gente dispuesta a hacer el bien en el
mundo, con tal de hacer lo humanamente posible, para exterminar la miseria
existente.
Jesús envió a los setenta y dos de dos en dos, a que lo ayudaran a llevar a
cabo, su misión evangelizadora. Los citados discípulos de Jesús, no llevaron a
cabo su actividad de predicación en solitario, ni se bastaron con la ayuda que
debieron prestarse unos a otros, para solventar las dificultades que se les
presentaron. Los setenta y dos, al percatarse de que carecían del tiempo
necesario para evangelizar al común de sus oyentes, y de que les era imposible
exterminar el sufrimiento de los tales, debieron orar fervientemente, para que
Dios les concediera colaboradores, que les ayudaran a llevar a cabo, la misión
que Jesús les encomendó.
En ciertas situaciones, los cristianos podemos desear negarnos a trabajar en
equipo. Ello suele suceder, cuando desconfiamos de nuestros hermanos de fe, o
cuando queremos que se haga nuestra voluntad, aunque ello signifique, que
ignoremos el cumplimiento, de la voluntad divina. La Evangelización es una
misión demasiado grande y a veces penosa para que la llevemos a cabo
individualmente, sin tener en quienes apoyarnos, para sobrevivir a las
dificultades que se nos presenten. Es por eso que, antes de orar por la
conversión de los no creyentes, necesitamos orar para que sea aumentado el
número de los colaboradores de Jesús que, por medio de sus palabras y obras, le
demuestren a la humanidad, que, la utopía de la plena instauración del Reino de
Dios entre nosotros, es una realidad que, lentamente, se está consumando.
No olvidemos que el desempleo no existe entre los cristianos, cuando nos
referimos a colaborar en la realización de la obra de Jesús. No nos quedemos
sentados mirando cómo evangelizan y hacen el bien muchos de nuestros
hermanos de fe, y unámonos a ellos, para acelerar la Parusía -o segunda venida
de Jesús al mundo-. Es muy fácil mirar cómo laboran los demás y criticar
aquellas de sus actuaciones con que no concordamos, pero no es tan fácil acatar
parte de las responsabilidades de dichos hermanos. Tal como hombres y mujeres
debieran compartir las labores domésticas y el trabajo para comprender los
esfuerzos que hacen sus cónyuges, en la mayoría de los casos, las mujeres como
amas de casa, y los hombres trabajando fuera, deberíamos trabajar algunos
años en la viña del Señor, antes de juzgar precipitadamente, a quienes sirven a
Dios, en sus prójimos los hombres.
3-6. ¿Actuamos como corderos, o como lobos?
"Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos" (LC. 10, 3).
Cuando Jesús predicó el Evangelio, sus creyentes eran representados por
corderos, y, sus opositores, por lobos. San Lucas cuenta en los Hechos de los
Apóstoles que, cuando aconteció el martirio de San Esteban, se desató en
Jerusalén una persecución contra los cristianos, de la que los tales se valieron,
para iniciar la evangelización, de los diversos territorios, en que fueron
dispersados.
Si en nuestro tiempo muchos cristianos vivimos en países en que profesamos
nuestra fe sin que nadie nos lo impida, muchos de nuestros hermanos de fe, de
diferentes denominaciones cristianas, siguen siendo maltratados y asesinados,
tal como Roma asesinó a muchos cristianos, durante los primeros siglos de
existencia de la Iglesia.
En ciertas situaciones se han declarado guerras y han surgido conflictos
importantes entre los cristianos. Lamentablemente los seguidores de Jesús,
argumentando que somos defensores de la verdad, podemos actuar como lobos,
atacando a nuestros hermanos de fe, para hacerles adaptarse a nuestras
creencias, con tal de tener razón, aunque tengamos que manipular y forzar la
misma, para que esté de nuestra parte.
Es un deber de los cristianos, enfrentar a nuestros opositores, no con
agresiones, sino amándolos y comprendiéndolos, en la medida que sea posible.
No nos escudemos en la posesión de la verdad para actuar con los no creyentes,
tal como lo hicieron los fariseos con Jesús.
3-7. ¿Qué necesitamos para cumplir la voluntad de Dios?
"No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis nadie en el camino" (LC.
10, 4).
Los judíos llevaban el dinero en bolsas que se ataban al cinto. Cuando Jesús les
dijo a los setenta y dos que no llevaran bolsa, les dio a entender, que iniciaran la
realización de su misión, sin llevar dinero encima. ¿Cómo pudo querer Jesús que
sus seguidores, además de enfrentar los problemas que convierten la
Evangelización en un desafío, partieran con las manos vacías? La respuesta a
esta pregunta, la encontramos en el siguiente extracto, del libro de los Salmos:
"Yahveh, la parte de mi herencia y de mi copa,
tú mi suerte aseguras" (SAL. 16, 5).
Dios es la riqueza de los predicadores, pero, especialmente, en el caso de los
siervos del Señor que viven consagrados a la realización de su servicio, ¿cómo
deben conseguir los tales los bienes necesarios para cubrir sus necesidades
básicas? San Pablo responde esta pregunta, en los siguientes términos:
"Que el discípulo haga partícipe en toda suerte de bienes al que le instruye en
la Palabra" (GÁL. 6, 6).
Si los siervos de Dios que viven consagrados a la predicación del Evangelio
trabajan en beneficio de los cristianos, es justo que el pueblo de Dios los
sostenga con sus bienes. Es preciso tener en cuenta que Jesús comisionó a los
setenta y dos para que realizaran su misión durante un corto espacio de tiempo,
y que los consagrados a la difusión de la Palabra de Dios, le dedican a tal
actividad muchos años, y por ello necesitan ser sostenidos por los creyentes, ya
que no laboran para obtener los bienes que necesitan, y, en muchos casos, ni
siquiera se constituyen en familias, para poder consagrar todo su tiempo, a la
realización de su misión.
Los predicadores consagrados al cumplimiento de la voluntad de Dios,
necesitan un salario adecuado a la satisfacción de sus necesidades, apoyo
emocional, reconocimiento de su labor, y colaboración, en el caso de que acepten
la ayuda de los fieles.
Las alforjas son especies de talegas abiertas por el centro y cerradas por los
extremos, las cuales forman dos bolsas grandes y normalmente cuadradas,
donde, repartiendo el peso entre ambas bolsass para mayor comodidad, se
portan cosas para llevar, o alimentos. Jesús no solo les dijo a los setenta y dos
que realizaran su misión sin dinero, pues, también les dijo, que no llevaran
equipaje ni comida. ¿Qué ropa debían ponerse tales predicadores cuando se les
ensuciara la que tenían? San Pablo responde esta pregunta, en los siguientes
términos:
"A despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se
corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, a renovar el espíritu de
vuestra mente, y a revestiros del hombre nuevo, creado según Dios, en la
justicia y santidad de la verdad" (EF. 4, 22-24).
Los setenta y dos debían tener a Dios como única riqueza, y vestirse con las
virtudes y la gracia del Señor. ¿Cuáles debían ser los alimentos de tales
predicadores? Cuando los Doce le insistían a Jesús que comiera, y el Señor no
tenía hambre, porque se sentía feliz por haber convertido a la samaritana de
Sicar, les dijo a sus amigos unas palabras, con que respondió la pregunta, que
nos hemos planteado.
"«Mi alimento
es hacer la voluntad del que me ha enviado
y llevar a cabo su obra" (CF. JN. 4, 34).
Los judíos utilizaban sandalias de cuero que se ataban mediante correas. Jesús
no quería que sus predicadores llevaran sandalias para que recordaran la
costumbre hebrea de descalzarse en los lugares sacros, pues ello debía hacerles
pensar que la Evangelización es tarea de Santos. La privación de sandalias y de
vestimentas superfluas marcaba la condición de los esclavos en el tiempo de la
deportación babilónica, y los setenta y dos debían dedicarse a la Evangelización
asumiendo libremente la actitud de esclavos. Habían de servir al Señor con la
prontitud con que los esclavos servían a sus amos, pero no debían hacerlo
obligados, sino haciendo uso de su libertad. La carencia de sandalias también era
señal de aflicción. Si los setenta y dos renunciaron a sus comodidades para
dedicarse a la Evangelización de quienes escucharan su mensaje, debieron
hacerlo, por causa de la aflicción que les causaba, la situación miserable de
muchos de sus hermanos de raza, y los pecados que los mismos cometían.
Para los hebreos, echar la sandalia sobre algún lugar, simbolizaba la toma de
posesión del mismo, o, echarles las sandalias a los esclavos para que las
limpiaran o las llevaran, indicaba su poder sobre los tales. Jesús quería que los
setenta y dos predicaran el Evangelio, sintiendo que Yahveh era su única
posesión.
¿Cómo deben calzarse los predicadores de Jesús?
"Calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz" (EF. 6, 15).
La Evangelización es una tarea que ha de llevarse a cabo evitando
distracciones. Es por ello que Jesús quería que los setenta y dos evitaran la
pérdida de tiempo que podían producirles los largos y ceremoniosos saludos
orientales, y las conversaciones largas que sucedían a los mismos.
¿En qué sentido viven los predicadores religiosos y laicos de nuestro tiempo las
exigencias que Jesús les impuso a los Doce y a los setenta y dos para que
pudieran ser evangelizadores?
¿Son nuestros lugares de culto aptos para que ricos y pobres, esclavos y libres,
y sanos y enfermos, encuentren la asistencia que necesitan, y se sientan
impulsados a creer en Dios, y a formar parte de nuestras comunidades?
¿Están los predicadores de nuestro tiempo desprovistos de dinero, ropa,
comida y calzado, con tal de no tener ataduras, que les impidan cumplir con su
deber?
3-8. Lo más importante para los cristianos, es la vivencia de su fe, y el
cumplimiento de sus deberes.
"En la casa en que entréis, decid primero: “Paz a esta casa"" (LC. 10, 5).
Supongamos que nos vamos durante un mes a un territorio de misión. Al llegar
al mismo con las manos vacías, siguiendo las recomendaciones de Jesús, nos
percatamos de que tenemos que buscar alojamiento y comida. A pesar de
nuestras necesidades materiales ineludibles, Jesús nos dice que, cuando
entremos en una casa, les deseemos a sus dueños esa paz que no es ausencia
de conflictos, sino fortaleza para soportar el sufrimiento, y las bendiciones
divinas, con que dios premia a sus fieles hijos. No tendríamos problema alguno al
desearles la paz a los dueños de las casas, pero, ¿qué sería de la resolución de
nuestros problemas de alojamiento y comida? ¿No mereceríamos un trato
especial de huéspedes honoríficos por dedicarnos a evangelizar a quienes
desconocen al Señor, sin tener necesidad de hacer tal trabajo? Veamos lo que el
Señor nos dice, para responder la pregunta que nos hemos planteado, en el
apartado 3-10 de este trabajo.
3-9. Deseémosles las bendiciones divinas a los creyentes y a los no creyentes.
"Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se
volverá a vosotros" (LC. 10, 6).
Si quienes conocemos se niegan a creer en Dios, que no lo hagan porque no
les hemos anunciado el Evangelio, sino porque han optado por no tener fe, en
Nuestro Padre celestial. A fuerza de predicar, encontraremos a quienes Jesús
denominó merecedores de su paz, y descubriremos que nos merecieron la pena
nuestros éxitos y fracasos, porque hicimos un buen trabajo, en la viña del Señor.
3-10. Las recompensas que los hombres deben darles a los predicadores del
Evangelio.
"Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el
obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis
y os reciban, comed lo que os pongan" (LC. 10, 7-8).
Si los predicadores itinerantes cuyas iglesias -o congregaciones- no cuentan
con casas en las que puedan hospedarse, cada día se alojan en las casas de
creyentes diferentes, pueden crear malestar entre los tales. Los ricos pueden
sentirse ofendidos pensando que los misioneros quieren más atenciones a pesar
de que se les trata bien, y los pobres pueden sentirse ofendidos, pensando que
los predicadores no los consideraron dignos de recibirlos, por causa de su
carencia de dinero y de bienes.
¿Os imagináis lo que sucedería si un grupo de misioneros llegara a un pueblo
cuyos habitantes iniciaran una especie de competición entre ellos para ver
quiénes los hospedan, y quiénes les dispensan un mejor trato? En tal caso, las
recomendaciones de Jesús referentes a la humildad característica de los
predicadores, quedarían ignoradas, y los predicadores, probablemente,
ignorarían a los más necesitados de escuchar la Palabra de Dios, para complacer
a quienes los hospeden.
El hecho de que los predicadores se nieguen a aceptar la hospitalidad que se
les ofrece, puede hacer que se entorpezca su predicación del Evangelio. A modo
de ejemplo, no sirve de nada predicar las bondades del desprendimiento de los
bienes materiales, cuando se vive en la opulencia.
Al hospedarse en una sola casa durante el tiempo que se prolongue su estancia
en un territorio de misión, los predicadores pueden consagrarse a la
Evangelización siguiendo las recomendaciones de Jesús referentes al
desprendimiento de los bienes materiales, sin tener que preocuparse de cubrir
sus necesidades básicas. Es importante que los misioneros hospedados acepten
la hospitalidad que se les ofrece sin críticas ni exigencias que dificulten su
predicación del Evangelio. A modo de ejemplo, mi experiencia me dice que, si
chateo con un enfermo y lo trato bien, el mismo, si desea ser creyente, es más
receptivo al mensaje que le anuncio, que si soy descortés con él.
3-11. La curación de los enfermos y el anuncio de la plena instauración del
Reino de Dios entre nosotros.
"Curad los enfermos que haya en ella, y decidles: “El Reino de Dios está cerca
de vosotros" (LC. 10, 9).
No podemos restablecerles la salud a los enfermos, pero podemos intentar
animar a quienes han perdido la esperanza de superarse a sí mismos. El hecho
de saber que el Reino de Dios será plenamente instaurado entre nosotros cuando
menos pensemos en ello, es indicativo de que el padecimiento humano no será
eterno. Necesitamos encontrar palabras y llevar a cabo obras benéficas que les
devuelvan la salud anímica a quienes perdieron la fe en Dios, en los hombres, e
incluso, en sí mismos. Quienes vean resueltos sus problemas, si son humildes, al
no sentir que el mundo actúa en contra de ellos, no verán a Dios como enemigo,
e incluso, sentirán que les sonríe. No nos desanimemos si hacemos una obra de
caridad y quien beneficiamos nos trata mal, porque piensa que podíamos haberle
hecho un bien mayor que el que le hicimos.
Si somos capaces de devolverles la alegría a los tristes y la fe y la esperanza a
los desalentados, mucha gente comprenderá que el Evangelio es un mensaje
capaz de dar vida, y terminará creyendo en Dios. A veces la gente se niega a
creer en Dios, porque los cristianos no marcamos la diferencia como deben
hacerlo los hijos de Dios, en el ambiente en que nos desenvolvemos.
3-12. ¿Cómo trataremos a quienes rechacen el Evangelio?
"En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: “Hasta
el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos.
Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca"" (LC. 10, 10-11).
El hecho de sacudirse el polvo de los pies, era un gesto de desaprobación de la
conducta de los no creyentes. El polvo es un signo de debilidad, y, el hecho de
que los setenta y dos se lo sacudieran de los pies, significaba que habían
intentado cumplir con su deber, y que, al no haber sido aceptado el Evangelio,
sus oyentes quedaban expuestos a la sentencia que Dios dictara sobre ellos, por
haber rechazado a su Hijo.
Si nuestros oyentes o lectores no aceptan nuestra predicación del Evangelio,
seamos amables y respetuosos con ellos, comprendamos su pensamiento, y
sigamos realizando nuestra actividad evangelizadora. A base de predicar mucho,
encontraremos a quienes quieran conocer al Señor, y por ello merecerán la pena
todos los fracasos que cosechemos, antes de encontrar a dichos futuros
creyentes.
3-13. El juicio de Dios sobre los malos creyentes y los incrédulos.
"Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella
ciudad" (LC. 10, 12).
En GN. 19 se narra la destrucción de la mayoría de las ciudades de la
Pentápolis, que fue la consecuencia directa, de los pecados que cometieron, los
habitantes de las mismas. El nombre de Sodoma se ha convertido en símbolo de
perversidad e inmoralidad. Los habitantes de Sodoma y Gomorra tendrán que
recibir el pago merecido por sus obras cuando acontezca el Juicio Universal, pero,
quienes hayan conocido a Dios, y lo hayan rechazado, serán más merecedores de
ser excluidos de su Reino, que los habitantes de Sodoma.
Los habitantes de Sodoma incumplieron la voluntad de Dios, sin conocerla
como la conocen los cristianos que se niegan a aceptarla, y no dejan de pecar.
Cuanto más conscientes seamos de la gravedad de nuestros malos actos, más
merecedores seremos de asumir las consecuencias directas de los mismos.
3-14. Los setenta y dos cumplieron su misión satisfactoriamente.
"Regresaron los 72 alegres, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos
someten en tu nombre»" (LC. 10, 17).
Los setenta y dos buscaron a Jesús cuando cumplieron la misión que el Señor
les encomendó con mucha alegría, porque, la colaboración en la realización de la
obra del Señor, a pesar de las dificultades que puede presentar en ciertas
situaciones, es muy satisfactoria.
Los setenta y dos le dijeron a Jesús que, los demonios, -los poderes malignos
que eran ejercidos desde las alturas (CF. EF. 2, 2)-, se les sometieron, no por su
poder, sino, por causa del poder que tenía, el hecho de pronunciar sobre los
tales, el Nombre del Señor.
Si servimos a Dios sin la intención de buscar la aprobación de los hombres,
somos conscientes de que no predicamos el Evangelio ni hacemos el bien en
nuestro nombre, pues actuamos en el Nombre del Señor Jesús, de quien somos
testigos, para anunciar su Palabra en todo el mundo (CF. HCH. 1, 8). Dado que
los miembros de las diversas denominaciones cristianas existentes creemos que
nuestras iglesias -o congregaciones- fueron fundadas por Jesús, el hecho de ser
enviados a predicar en nombre y representación de las mismas, implica el hecho
de anunciar el Evangelio, en nombre y representación de Nuestro Salvador,
exceptuando el caso de quienes creen que Jesús no es Dios, y por ello, en vez de
actuar en nombre del Señor, lo hacen en nombre de Nuestro Padre común, a
quien llaman Jehová.
3-15. Jesús vio caer al demonio del cielo como un rayo.
"El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo" (LC. 10, 18).
Jesús no quiso que los hijos de Zebedeo hicieran caer fuego del cielo que
consumiera a los samaritanos que se negaron a hospedarlo (LC. 9, 54), pero no
impidió que, el poder maligno que era ejercido desde el aire (EF. 2, 2), cayera
como un rayo, lo cual indica, la derrota del demonio, y sus secuaces. Mientras
que los Doce fracasaron a veces en el cumplimiento de su misión por su carencia
de fe y por querer adaptar el Reino de Dios a sus pretensiones personales, los
setenta y dos lograron trocar el mal en bien, y la increencia en derroche de fe.
3-16. ¿Cuál debe ser el único motivo de orgullo de quienes trabajan en la viña
del Señor?
"Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre
todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que
los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en
los cielos»" (LC. 10, 19-20).
Jesús ha facultado a sus predicadores para que no se dejen arrastrar por el
orgullo y la presunción, y los ha dispuesto para vencer las fuerzas del mal, y
convertir la increencia de sus prójimos los hombres, en derroche de fe.
Los discípulos de Jesús no deben gloriarse de los éxitos que cosechan en la
realización de su labor cristiana, sino de formar parte del Reino de Dios. Dado
que los cristianos somos instrumentos en las manos de Dios, es Él quien predica
el Evangelio y hace el bien. Jesús quiere que tengamos esto en cuenta para que
trabajemos por la extensión del Reino de Dios, y no por la consecución de bienes
materiales o de crédito personal, que dificulten o imposibiliten, nuestra labor
evangelizadora.
3-17. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los
grupos, individualmente.
3-18. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto
evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el
fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en LC. 10, 1-12. 17-20 a nuestra
vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿En qué sentido somos necesarios todos los cristianos en la viña del Señor?
¿Por qué quiso Jesús rodearse de discípulos para predicar el Evangelio, si, por
ser Dios, se bastaba a Sí mismo para llevar a cabo dicha labor?
¿En qué sentido utiliza el Señor los medios y situaciones humanos para
evangelizarnos?
¿Por qué se suelen sentir más confortados quienes tienen que superar
determinadas situaciones si son aconsejados por quienes las han superado
anteriormente?
¿Qué significa vaciarnos de nuestra nada para poder llenarnos del todo que es
Dios para nosotros?
¿Qué beneficios nos aporta la colaboración en la realización de la obra del
Señor?
¿Qué nos recuerda el servicio a los carentes de bienes materiales?
¿Qué necesitamos pensar para que la realización de nuestras actividades
cristianas sea satisfactoria?
3-2.
¿Existe alguna diferencia entre la misión de los Doce y la misión de los Setenta
y dos?
¿Qué defectos de los Doce contribuyeron a hacerles vivir varios fracasos en la
realización de su misión?
¿Por qué necesitamos tener fe en el Señor y tener los sentimientos de Cristo,
para no fracasar en el cumplimiento de nuestra misión, por no creer en el Hijo de
Dios y María, y por querer satisfacer nuestras ambiciones personales?
¿Por qué quisieron los Doce que la multitud mencionada en LC. 9, 12, se
sustentara por sí misma?
¿Qué idea tuvo Jesús para conseguir que sus oyentes no pasaran hambre, e
incluso quedaran saciados?
¿Qué dos cosas les faltaron a los Doce para llevar a cabo la idea que tuvo Jesús
para conseguir que todos sus oyentes fueran alimentados?
¿Cuándo alcanza la perfección absoluta la realización de la misión de los
cristianos?
¿Por qué los nueve no pudieron sanar al epiléptico, mientras que a Jesús no le
fue difícil conseguirlo?
¿Qué significa el hecho de que nuestras actividades no sean tan perfectas
como las que llevó a cabo Jesús?
¿Por qué fallaron los Doce estrepitosamente en el cumplimiento de su misión, y
los setenta y dos cosecharon muchos éxitos en el cumplimiento de la labor que
Jesús les encomendó?
¿Sería creíble que un evangélico bautizado fuera mejor predicador que el
pastor de su iglesia, que un ministro testigo de Jehová fuera más eficiente que
un anciano de su congregación, o que un laico católico realizara un trabajo en la
viña del Señor con mayor perfección de lo que lo haría el sacerdote de la iglesia
en que celebra la Eucaristía semanal o diariamente?
¿Cuál es nuestra actitud ideal ante los cristianos que están formados
convenientemente y tienen una gran fe, y por ello obtienen mejores resultados
que nosotros en la realización de sus actividades cristianas?
¿Por qué debemos darles oportunidades de ser cristianos a los pecadores que
parecen incorregibles?
3-3.
¿Cuántos discípulos designó el Señor para que predicaran el Evangelio, según
LC. 10, 1?
¿Por qué es posible que el número de elegidos por Jesús fuera setenta, según
GN. 10, 1-32?
¿A quiénes representan los setenta y dos?
¿Por qué escribió San Lucas en su Evangelio el envío de los setenta y dos, y el
éxito que los mismos obtuvieron, en la realización de su misión?
¿Eran los setenta y dos laicos, o religiosos?
¿Por qué no erramos al considerar que los setenta y dos eran laicos
comprometidos con la realización de la obra de Jesús?
¿Qué formación religiosa recibieron los setenta y dos por parte del Mesías,
antes de iniciar su predicación?
¿Qué cualidades tuvieron los setenta y dos que les faltaron a los Doce, gracias
a las cuales tuvieron un gran éxito en la realización de su misión?
¿Por qué no nos sirve de nada dedicar nuestras cualidades a la difusión del
Reino de dios, si no creemos en Nuestro Padre común, y queremos adaptar el
Reino de Dios a la consecución de nuestros intereses personales?
¿En qué consiste el peligro que corremos si cumplimos puntualmente las
prescripciones de la religión a que pertenecemos?
¿Cuál es el fin de los preceptos religiosos?
3-4.
¿Por qué envió Jesús a los setenta y dos de dos en dos?
¿Somos conscientes de la necesidad que tenemos de evangelizar a nuestros
prójimos los hombres y de hacer el bien trabajando, no individualmente, sino
como miembros de nuestras comunidades de fe?
3-5.
¿Cómo quiere Jesús que lo sirvamos?
¿Por qué, además de ayudarse unos a otros cuando tuvieron dificultades, los
setenta y dos recurrieron a la oración?
¿Qué razones justifican el hecho de que algunos cristianos quieran trabajar en
la viña del Señor solitariamente?
¿Por qué nos conviene orar para que cada día surjan nuevos colaboradores de
Jesús en el mundo?
¿Cómo explicas el hecho de que, la plena instauración del Reino de Dios entre
nosotros, es una realidad que, lentamente, se está consumando?
¿Por qué es recomendable el hecho de que trabajemos en la viña del Señor
para poder juzgar correctamente a quienes ya están realizando sus actividades
en la misma?
3-6.
¿Por qué eran representados los discípulos directos del Señor y los primeros
cristianos por corderos, y sus opositores por lobos?
¿Consideras cobarde la actitud de los cristianos que huyeron de Jerusalén
cuando murió San Esteban para salvar sus vidas?
¿En qué situaciones actuamos los cristianos como lobos contra nuestros
hermanos de fe de la iglesia a que pertenecemos y de otras denominaciones?
¿Cómo conviene que los cristianos nos manifestemos ante nuestros opositores?
3-7.
¿Cómo pudo querer Jesús que sus seguidores, además de enfrentar los
problemas que convierten la Evangelización en un desafío, partieran con las
manos vacías?
¿Consideramos que dios es una de nuestras riquezas, nuestra mayor riqueza, o
nuestra única riqueza?
¿Cómo deben conseguir los religiosos los bienes necesarios para cubrir sus
necesidades básicas?
¿Por qué es justo que los cristianos sostengan a sus predicadores con el
patrimonio de que disponen?
¿Qué necesidades tienen los predicadores que dedican muchos años
exclusivamente a la Evangelización?
Los rabinos judíos dedicados a la predicación, portaban alforjas con su equipaje
y su comida, ya que no querían mezclarse con los pobres y enfermos, porque los
consideraban pecadores. La multitud de pecadores públicos, pobres y enfermos
rechazados por dichos predicadores, se convirtieron en seguidores de Jesús.
Teniendo este hecho en cuenta, ¿comprendemos por qué los setenta y dos no
debían llevar alforjas?
¿Cuál es la vestidura cristiana descrita en EF. 4, 22-24?
¿Cuál es el alimento de los predicadores según JN. 4, 34?
¿Por qué debían caminar los setenta y dos desprovistos de sandalias?
¿Cómo pueden asumir los predicadores la actitud de los esclavos para con sus
dueños, y sentirse libres?
¿Cuál es el calzado de los discípulos de Jesús, según EF. 6, 15?
¿Por qué es la Evangelización una tarea que ha de llevarse a cabo evitando
distracciones?
¿En qué sentido viven los predicadores religiosos y laicos de nuestro tiempo las
exigencias que Jesús les impuso a los Doce y a los setenta y dos para que
pudieran ser evangelizadores?
¿Son nuestros lugares de culto aptos para que ricos y pobres, esclavos y libres,
y sanos y enfermos, encuentren la asistencia que necesitan, y se sientan
impulsados a creer en Dios, y a formar parte de nuestras comunidades?
¿Están los predicadores de nuestro tiempo desprovistos de dinero, ropa,
comida y calzado, con tal de no tener ataduras, que les impidan cumplir con su
deber?
3-8.
¿Consideran nuestros predicadores la vivencia de su fe y el cumplimiento de
sus deberes más importante que la satisfacción de sus necesidades básicas?
¿En qué consiste la paz del Señor según el lenguaje bíblico?
¿Merecen los predicadores alojados por sus oyentes un trato especial de
huéspedes honoríficos por dedicarse a evangelizar a quienes desconocen al
Señor, sin tener necesidad de hacer tal trabajo?
3-9.
¿Les deseamos las bendiciones divinas a los creyentes y a los no creyentes?
¿Por qué es necesario que prediquemos el Evangelio aunque se dé el caso de
que nos cueste grandes esfuerzos descubrir a los cristianos del futuro que se
encuentren entre nuestros oyentes y/o lectores?
3-10.
¿Por qué quería Jesús que los setenta y dos no se cambiaran de casa
constantemente?
¿Se dedican los misioneros hospedados por sus oyentes a la predicación del
Evangelio de quienes más los necesitan, o gastan su tiempo con quienes los
hospedan, para conseguir ser mejor atendidos?
3-11.
¿En qué sentido podemos curar a los enfermos?
¿Qué necesitamos hacer para que la gente crea que el Evangelio es un
mensaje capaz de darle vida?
¿Por qué influyen nuestros pecados y nuestra falta de dedicación a la
realización de la obra de Jesús en el hecho de que la gente crea en Dios?
3-12.
¿Por qué se sacudían el polvo de los pies los setenta y dos cuando
abandonaban las ciudades en que el Evangelio no era aceptado por sus
habitantes?
¿Cómo actuaremos con quienes le anunciemos el Evangelio y no se amolden al
cumplimiento de la voluntad de Dios?
3-13.
¿Por qué serán más responsables de sus malas acciones quienes pecaron
conociendo la voluntad de Dios que quienes hicieron el mal sin conocerla?
3-14.
¿Por qué es satisfactoria nuestra colaboración en la realización de la obra del
Señor?
¿Por qué causa se les sometieron los demonios a los citados discípulos de
Jesús?
¿Trabajamos en la viña del Señor en nuestro nombre, o en el Nombre de
Jesús?
¿Por qué creemos los cristianos que los predicadores de las denominaciones a
que pertenecemos anuncian el Evangelio en el Nombre de Jesús o en el Nombre
de Nuestro Padre celestial?
3-15.
¿Qué indica el hecho de que Jesús vio caer al demonio del cielo como un rayo?
¿Qué lograron los setenta y dos al cumplir la misión que Jesús les encomendó?
3-16.
¿Para qué ha facultado Jesús a sus predicadores?
¿Por qué no deben gloriarse los evangelizadores cristianos por causa de los
éxitos que cosechan en la realización de su labor?
¿Por qué deben gloriarse los predicadores por ser hijos de Dios, y no por causa
de sus bellos discursos y de sus buenas obras?
5. Lectura relacionada.
Lee la vocación del Profeta Jeremías, que está narrada en JER. 1, 1-19,
pensando en las dificultades características de la realización de la obra del Señor,
y en cómo Nuestro Dios ayuda a sus predicadores, a realizar la misión que les
encomienda.
6. Contemplación.
Contemplemos a Jesús explicándoles a los setenta y dos la misión que se
comprometieron a llevar a cabo. Al igual que tales discípulos de Jesús fueron
enviados a anunciar el Evangelio, nosotros hemos sido elegidos para predicar la
Palabra de Dios, y hacer el bien, en nuestro entorno, o en el lugar en que
hayamos sido enviados, para dar testimonio, de la fe que profesamos.
En el mundo existen muchas necesidades espirituales y materiales, y hay poca
gente capacitada y con los medios necesarios para satisfacerlas. Además de
rezar para que el Señor envíe braceros a su viña, adoptemos el compromiso de
ser parte de la comunidad de viñadores, que trabajan desinteresadamente,
cumpliendo la voluntad, de Nuestro Padre común.
En el caso de que nos surjan disputas con nuestros hermanos de fe, antes de
enfrentarnos a los tales, recordemos que hemos sido enviados al mundo a actuar
como corderos, no como lobos. Defendamos las verdades que caracterizan
nuestra fe respetando las posiciones de quienes no comparten nuestra manera
de pensar, y sin ser violentos.
Que el deseo de riquezas, la acumulación de bienes, y la tentación de sentirnos
poderosos, no nos impulsen a querer adaptar el Reino de Dios, a la consecución
de nuestros intereses personales.
La realización de la obra del Señor es urgente, por causa de las necesidades
espirituales y materiales que existen en el mundo, y porque no sabemos cuándo
concluirá Jesús la plena instauración de su Reino entre nosotros. No nos
distraigamos para no retardar el cumplimiento de la voluntad de Dios, en el
campo pastoral en que lo servimos.
Los predicadores que son ayudados por sus oyentes o lectores a realizar su
obra de predicación y a satisfacer sus necesidades, no deben quejarse de las
atenciones que reciben, ni ser exigentes con quienes comparten sus bienes con
ellos, dado que, tal actitud, puede perjudicar seriamente, la realización de su
actividad, y puede impedir que, quienes les ayudan, lleguen a tener fe en Dios.
En la medida que les sea posible, los predicadores deben esforzarse más en
evangelizar a sus oyentes y lectores, que en satisfacer sus necesidades básicas.
Curemos a los enfermos que encontremos en nuestro camino, demostrándoles
que nuestra esperanza se cifra, en la plena instauración del Reino de Dios, entre
nosotros. Esforcémonos en conseguir que nuestro ejemplo de fe sea imitado por
quienes carecen de la fe y el ánimo necesario para superar sus dificultades.
No nos desanimemos cuando nos sea difícil conseguir que sea aumentado el
número de los hijos de Dios. Si nuestros esfuerzos para aumentar el número de
los hijos de Dios fracasan, planteémonos la posibilidad de llevarlos a cabo de otra
manera, y pensemos si conocemos las necesidades y los deseos de aquellos a
quienes les predicamos la Palabra de Dios.
Seguir a Jesús es un gran motivo de gozo, y una gran responsabilidad. No
seamos incoherentes con la fe que profesamos, y aprovechemos el conocimiento
que hemos recibido de Dios, para alcanzar la vida eterna, seguidos de una
multitud de nuevos cristianos.
No presumamos porque la obra de dios se lleva a cabo por nuestro medio,
porque, si nos negamos a realizarla, Dios encontrará a quienes nos sustituyan,
porque la obra es suya, y no se suspenderá eternamente. Gloriémonos de ser
hijos de Nuestro Padre celestial, pues ello no nos hará buscar razones para
modificar el Evangelio, con tal de conseguir ver realizados nuestros deseos que
son contrarios, al cumplimiento de la voluntad divina.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 10, 1-12. 17-20.
Comprometámonos a pasar un día imitando la conducta de los predicadores
itinerantes. En la medida que nos sea posible, consagremos nuestras cualidades
y los bienes de que disponemos, al cumplimiento de la voluntad divina. Si la
experiencia nos resulta satisfactoria, podemos prolongarla, o llevarla a cabo,
cada cierto tiempo.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión
del mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús: Hoy quiero que seas mi riqueza y mi poder, y que, el
cumplimiento de la voluntad de Nuestro Padre común, sea mi alimento.
9. Oración final.
Lee el Salmo 86, pensando cómo Dios te ayuda a superar tus dificultades
personales, y los problemas relacionados con el campo pastoral en que profesas
tu fe, si trabajas en la viña del Señor.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
joseportilloperez@gmail.com