XIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Lunes
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Gn. 28, 10-12: El sueño de Jacob.
b.- Mt. 9, 18-26: La niña está dormida. Jesús Señor de la vida.
Este evangelio recoge dos milagros que se intercalan en la narración, el de la
hemorroísa y la resurrección de una niña. El alto funcionario de la sinagoga se
acerca a Jesús, su hija acaba de fallecer, y postrado le ruega confiadamente que la
reviva, con sólo imponer las manos sobre ella (v. 18; cfr. Mc.5, 21-43; Lc. 8,40-
56). Jesús lo sigue para ir prontos a su casa, da la impresión que con esa fe, no
todo está perdido en Israel. Mientras tanto, una mujer hemorroísa desde hacía doce
años le tocó el manto a Jesús, pues creía que con sólo esa acción, quedaría sana
(v.21); Jesús se dio cuenta y acepta el homenaje de fe sencilla, silenciosa, confiada
de esta mujer que manifiesta con su gesto. “¡Ánimo hija! Tu fe te ha salvado. Y se
salvó la mujer desde aquel momento” (v. 22). Mateo hace de la curación, una obra
de Jesús, que por medio de su voluntad y palabra sana a la mujer. En ese sentido,
la acción de Jesús la hace más espiritual y no sólo la efusión casi con ribetes
mágicos de una fuerza, que salió de su cuerpo en beneficio de la mujer,
considerado como un taumaturgo con poderes sobrenaturales (cfr. Mc. 5,31). Jesús
resalta que la mujer ha sido sanada por su fe. La fe es el fundamento y la condición
para la acción salvífica de Dios en el hombre. La fe, es un proceso que evoluciona:
que parte de la fe existente, bien arraigada, hasta la fe profunda, porque vivida con
radicalidad. Llegado a la casa de la niña, los llantos y el alboroto de los familiares,
disgustan a Jesús, y los invita a salir, porque la niña no ha muerto, está dormida
(v.24). Quiere decir que para Jesús y el poder de Dios, esta muerte es un ligero
sueño, lo mismo dirá de su amigo Lázaro (cfr. Jn.11, 11). La intención de Mateo, es
dejar claro, que Jesús es el Señor de la vida y de la muerte (cfr. Mt. 8, 18-22);
Jesús es la vida, la resurrección, vencedor de la muerte. Mateo, nos muestra a
Jesús como portador del Reino de Dios, donde la muerte no tiene la última palabra,
no es el último estadio de la vida del hombre, ya que el Reino es vida. Desde esta
visión, Jesús camina hacia la muerte, pero para vencerla con su resurrección. Sólo
desde ella, adquieren mayor significado estos acontecimientos, y sus palabras,
como en este caso de la niña, cuando afirma que está dormida. Su sentido bíblico
es que los muertos duermen, esperando la resurrección, ser despertados,
resucitados (cfr. Is. 57, 2; Dn. 12, 2; 1Tes. 4, 13-14). Si Jesús es vencedor de la
muerte, es también vencedor de la enfermedad, la salvación de Dios afecta al
hombre en su totalidad, no sólo lo interior. Una es la experiencia de la muerte que
tiene el hombre y otra la de Dios, sólo si nos quedamos con el dato de la fe, la
muerte pierde todo su poder. La fe, es otro dato común en ambos acontecimientos:
fe del padre en el poder de Jesús y la intuición de fe de la mujer hemorroísa.
Donde hay auténtica fe, hay milagro, en el sentido que el poder sanador de Jesús
se siente interpelado por ese creer, en que puede hacer algo por quien lo necesita.
La Santa Madre Teresa hace su propia lectura de este pasaje bíblico: “Pues si,
cuando andaba en el mundo, de solo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué
hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos
dará lo que le pidiéramos, pues está en nuestra casa?” (CV 34,8).