XIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Gn. 32, 22-32: La lucha de Jacob.
b.- Mt. 9, 32-38: El sordo mudo y las ovejas sin pastor.
Estos dos breves pasajes nos presentan a Jesús, como vencedor del mal, en la vida
de un hombre sordo y mudo (vv.32-34), y su compasión por las gentes que
andaban, como ovejas sin pastor (vv. 35-38). Estaba anunciado que el Mesías
haría estos milagros, hacer oír a los sordos y hablar a los mudos (cfr. Is. 29,18;
35,5). Estas obras las abría de realizar el Mesías, signos de la presencia del Reino
de Dios, liberación de la enfermedad, del pecado y la muerte. En esa mentalidad, la
sordera como la mudez, se atribuía al demonio, poder que lo limita y esclaviza.
Jesús sana y libera. Se trae a Jesús a un endemoniado, que además es mudo,
expulsado el demonio, el mudo comenzó a hablar (v. 33). La gente reacciona
se￱alando: “Jamás se vio cosa igual en Israel” (v.33); muchas cosas maravillosas
habían ocurrido, Dios se había revelado, como en tiempos de Elías y Eliseo, pero
nunca como ahora, con tantas señales y pruebas, considerando a Jesús como más
grande que los profetas (cfr. Mt.16, 14-16; 12,6). Sin embargo, los fariseos no
piensan igual, hacen el reproche que Jesús hace sus milagros con el poder del
Príncipe de los demonios (v.34). Se abre así el abismo entre Jesús y sus
adversarios, ya no se trata de una discusión sobre la Escritura o costumbres
religiosas, estas posturas se hace irreconciliables. Jesús y Satanás se encontraron
en el desierto, venciendo las tentaciones el primero, mientras que los fariseos están
de parte del segundo (cfr. Lc.4,-11; 12, 22-37). Disonancia total, hasta los milagros
de Jesús, pueden ser mal interpretados; se necesita buena voluntad, disposición
para abrirse a la fe, pero señales a las que se puede contradecir. Dios no hace
fuerza a creer ni siquiera con milagros, espera la respuesta del hombre en libertad
y amor, pero sobre desde la fe. En un segundo momento el evangelista nos da dos
datos: recorre las ciudades y enseña en las sinagogas (v.35). Mateo quiere dejar en
claro, que Jesús se sirve de la manera oficial de enseñar, es decir, de la exposición
en la asamblea litúrgica. El Mesías ha sido enviado a las ovejas perdidas de Israel
(cfr. Mt.10,6). Proclama el Evangelio y sana a los enfermos, palabra que instruye a
sus oyentes, pero acciones concretas, que van en su beneficio (cfr. Mt. 4,23; 5-7;
8,1-9,34). Jesús ve a la muchedumbre, cansados y abatidos, como ovejas sin
pastor (v. 36), no tienen guía ni amparo. No hay quien les conduzca a los pastos
abundantes. Yahvé se había quejado por medio de Ezequiel de los pastores de
Israel, reyes y sacerdotes que no apacentaban al rebaño, sino a sí mismos (cfr.
Ez.34,2). Dios mismo asumirá esa función de pastor de su pueblo (cfr. Ez.
34,11ss); lo está haciendo ahora en la persona de Jesús, de los apóstoles en el
nuevo pueblo que está naciendo (cfr. 1P 5,4). “Entonces dice a sus discípulos: La
mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe
obreros a su mies.” (vv. 37-38). Jesús habla de la mies, imagen escatológica, ve
los campos maduros para la siega; ÉL había sido anunciado como el que tiene el
bieldo en la mano y recogerá su trigo, lo limpiará y la paja la quemará (cfr. Mt.
3,12; Is. 9, 2-3; Os. 6,11). La llegada del Reino supone la separación, el Juicio,
todo está en la respuesta que cada uno tiene frente a Jesús: hay pocos obreros.
Exhorta a orar para que el Dueño de la mies envíe operarios a su mies, dejando en
claro que en definitiva, es Dios quien llama y envía hombres para el servicio, como
ÉL que es el Enviado por el Padre (cfr. Mt. 10,40; Is.6,8; Gál.1,15-16). Oración
permanente, mientras dure el tiempo de la Iglesia, el tiempo escatológico de la
cosecha, como la comunidad de Mateo, se ha de hacer hasta el final de los tiempos.
Teresa de Jesús, nos cuenta la llamada que recibió del Señor, y ella respondió con
un Sí, como María Virgen. “Pensaba qué podría hacer por Dios, y que pensé que lo
primero era seguir el llamamiento que su Majestad me había hecho a religión,
guardando mi Regla con la mayor perfecci￳n que pudiese” (V 32, 9).