XIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Lunes
“¡Ánimo hija!, tu fe te ha salvado”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Génesis 28, 12- 22
En aquellos días, Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán. Casualmente llegó
a un lugar y se quedó allí a pernoctar, porque ya se había puesto el sol. Cogió de
allí mismo una piedra, se la colocó a guisa de almohada y se echó a dormir en
aquel lugar. Y tuvo un sueño: Una escalinata apoyada en la tierra con la cima
tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella.
El Señor estaba en pie sobre ella y dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre
Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra sobre la que estás acostado, te la daré a ti
y a tu descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la tierra,
y ocuparás el oriente y el occidente, el norte y el sur; y todas las naciones del
mundo se llamarán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy
contigo; yo te guardaré dondequiera que vayas, y te volveré a esta tierra y no te
abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido.»
Cuando Jacob despertó, dijo: «Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo
sabía.»
Y, sobrecogido, añadió: «Qué terrible es este lugar; no es sino la casa de Dios y
la puerta del cielo.»
Jacob se levantó de madrugada, tomó la piedra que le había servido de
almohada, la levantó como estela y derramó aceite por encima. Y llamó a aquel
lugar «Casa de Dios»; antes la ciudad se llamaba Luz.
Jacob hizo un voto, diciendo: «Si Dios está conmigo y me guarda en el camino
que estoy haciendo, si me da pan para comer y vestidos para cubrirme, si
vuelvo sano y salvo a casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios, y esta
piedra que he levantado como estela será una casa de Dios.»
Sal 90,1-2.3-4.14-15ab R/. Dios mío, confío en ti
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti.» R/.
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás. R/.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se
arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en
la cabeza, y vivirá.»
Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de
sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del
manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y, al verla, le dijo: «¡Animo, hija! Tu fe te ha curado.»
Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la
gente, dijo: «¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano,
y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
II. Compartimos la Palabra
“Mira que yo estoy contigo, te guardaré por donde quiera que
vayas”
Esta Palabra que Dios da a Jacob, podemos aplicarla a todos nosotros: Él está
con cada uno, nos ama y acompaña siempre.
A lo largo de la Sagrada Escritura, vemos cómo Dios, en diversas ocasiones, se
comunica por medio de sueños. Jacob también tiene un sueño: Ve una escalera
y en lo alto de la misma, está Yahveh el cual dirigiéndose a él, le habla,
recordándole que es el Dios de sus padres Abraham e Isaac, reiterándole la
promesa que les hizo a ellos; también a él le dará en posesión la tierra y una
gran descendencia, es el modo de decir que Dios le bendecirá a lo largo de su
vida, Dios estará siempre con él. Jacob da crédito a esta visión, responde
erigiendo una estela y dando a aquel lugar el nombre de Betel “Casa de Dios”.
Yahveh está allí, si Jacob vuelve con salud ,Yhaveh será su Dios.
También a nosotros se nos hace presente Dios a lo largo de la vida, son
múltiples las señales de su presencia. Lo importante es saber, como Jacob,
hacer una lectura de fe de los acontecimientos de cada día, reconociendo en
ellos la mano bondadosa de Dios.
“¡Ánimo hija!, tu fe te ha salvado”
Quien acude a Jesús con fe nunca se siente defraudado. En el evangelio de hoy
contemplamos dos milagros, ambos se producen por contacto con Jesús. La
mujer cree que si logra tocar el manto de Jesús se curará, y se realizó tal como
ella crey￳, Jesús se lo dijo: “Hija, tu fe te ha salvado”. En el caso de la ni￱a,
Jesús, accediendo a la petición del padre, va con él, se acerca, toma la mano de
la niña y levantándola, le vuelve a la vida. Dominio de Jesús sobre la
enfermedad y la muerte, de este modo Jesús está demostrando que es el Mesías
prometido (sólo Dios puede devolver la vida). Así leemos en el segundo libro de
los Reyes, en boca del rey de Israel ¿Acaso soy yo Dios para dar la vida o la
muerte? (2 Re 5 ,7b).
Siempre que acudimos a Dios con verdadera fe, Él nos escucha; los santos
hacen milagros porque creen firmemente en Dios, en su poder, en su amor, los
realizan en nombre de Cristo, que vino a salvar al mundo, a darnos vida.
Cuando vayamos a la oración, pidamos con fe, esperando y confiando en que
Dios nos escucha. Supliquemos: “Se￱or yo creo, pero aumenta mi fe”.
Hna. María Pilar Garrúes El Cid
Misionera Dominica del Rosario
Con permiso de dominicos.org