“Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre
esta casa!"
Lc 10, 1-12. 17-20
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
SER MISIONERO, MUCHO MÁS QUE HACER ALGO POR EL SEÑOR, ES
SEGUIRLE EN SU PASIÓN POR LA MIES.\
A la manera de las inclusiones bíblicas, en las que una palabra o una expresión
repetidas indican el perímetro y el objeto de una pericopa, la liturgia de hoy se
presenta incluida toda ella dentro de un verbo, conjugado en imperativo:
“Alegraos, Alegraos con Jerusalén”, empezaba diciendo Isaías. Alegraos más
bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo’, concluye Jesús. La
Palabra de Dios de este domingo nos revela, pues, el contenido de la alegría:
lo que está dentro o en el origen, y también el modo en que esta alegría
puede discurrir hacia la Iglesia y fluir por el mundo. En el corazón figura la
afirmación de Pablo: En cuanto a mí, jamás presumo de algo que no sea la cruz
de nuestro Señor Jesucristo (Gal 6,4). La clave es ésta: la cruz es el criterio de la
existencia cristiana, la cruz es el metro para medir las opciones, las acciones, los
gestos cotidianos. De la adhesión a este Evangelio, de la conversión al modo
de vivir y de amar de Cristo crucificado depende la posibilidad de llegar a ser una
nueva criatura, que es lo que cuenta e importa de verdad (Gal 6,15). Esta es la
fuente de la que brota la alegría de la vida, éste es el don que recibimos en el
bautismo y que debe informar toda nuestra existencia para que sea una
existencia bautismal, o sea, para que esté sumergida en el dinamismo de la vida
que brota de la muerte, del amor dispuesto a dar la vida.
Este itinerario, que Pablo describe en términos de adhesión a la cruz de Cristo y
de nueva creación, Lucas lo narra ambientándolo a lo largo de un camino, el
camino que recorren los discípulos con Jesús hacia Jerusalén. Aquí todo el
contenido de Ia vida bautismal está expresado en el seguimiento de Jesús
por su camino, en la aceptación de sus exigencias de radicalismo y totalidad
que en él están implicadas, en la participación cada vez más profunda en su
pasión, a fin de participar de un modo cada vez más Intimo en su vida. Y
no solo esto; también a lo largo de este camino introduce Lucas el gran tema de
la misión. Jesús envía a los que le siguen —los setenta y dos discípulos, que
representan a todos los bautizados— y, en consecuencia, la misión forma parte
intrínseca del seguimiento. De aquí surge la imagen o, mejor aún, la vocación de
una Iglesia que es absolutamente misionera, y lo es por el hecho de que sigue
a Jesús y con el hecho mismo de seguir a Jesús. Ser misionero, mucho más que
hacer algo por el Señor, es seguirle en su pasión por la mies. Es pedir
asemejarse a EI e ir asemejando a El
ORACION
A causa de tu amor infinito, Señor, me has llamado a seguirte, a ser tu hijo y
tu discípulo. Después me confiaste una misión que no se parece a ninguna otra,
aunque con el mismo objetivo que los otros: ser tu apóstol y testigo.
Sin embargo, la experiencia me ha enseñado que sigo confundiendo las dos
realidades: Dios y su obra. Dios me ha dado la tarea de sus obras. Algunas
sublimes, otras más modestas; algunas nobles, otras más ordinarias.
Comprometido en la pastoral parroquial, entre los jóvenes, en las escuelas, entre
los artistas y los obreros, en el mundo de la prensa, de la televisión y de la radio,
he puesto todo mi ardor implicando en ello todas mis capacidades. No he
ahorrado nada, ni siquiera la vida.
Mientras estuve inmerso en la acción con tanta pasión encontré la derrota de la
ingratitud, de la negativa a la colaboración, de la incomprensión de los amigos, de
la falta de apoyo de mis superiores, de la enfermedad y la debilidad, de la falta de
medios... Me ha ocurrido también, en pleno éxito, mientras era objeto de
aprobación, de elogios y de afecto por todos, ser trasladado de improviso y
cambiado de función. Heme aquí, ahora, presa del aturdimiento; voy a tientas,
como en la noche oscura.
Por qué me abandonas, Señor? No quiero desertar de tu obra. Debo llevar a
término tu tarea, ultimar la construcción de la Iglesia...Por qué atacan los
hombres tu obra? Por qué la privan de su apoyo?
Ante tu altar, junto a la eucaristía, he oído tu respuesta, Señor: “Me sigues a
mí y no a mi obra.
Si quiero me entregarás la tarea confiada. Poco importa quién ocupe tu puesto;
es asunto mío. Debes optar por mí.
(Cardenal Fco. Xavier. Nguyen Van Thuan, Caminos de Esperanzas).