Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Visión eucarística de la creación
Los años acrisolan las pasiones, aterrizan los sueños juveniles y confieren un
inestimable sentido de lo esencial. “La experiencia es aquello que adquieres cuando ya
no la necesitas” y sobre todo ahora cuando el diálogo entre generaciones se pierde como
satélite en el espacio.
Me gusta la forma en que el doctor de la ley se acerca a Cristo para preguntarle sobre
cuál de todos los preceptos es el más importante. Se había devanado los sesos buscando
el meollo, la quintaesencia, el corazón de los 613 preceptos de la Torah. Jesús le ofrece
la oportunidad de postular la síntesis a la que había llegado: “Amarás a Dios sobre todas
las cosas y al prójimo como a ti mismo” (Lc. 10,27). Jesús asiente y le cuenta la
parábola del buen samaritano que es bien conocida y concluye invitándolo a hacer vida
lo que tan claro tenía en la mente.
Pocas cosas son esenciales en la vida y una de ellas es aprender a amar, correr el riesgo
de entregar la vida por el prójimo aún sabiendo que el hombre es ingrato y frágil en su
fidelidad. Amar es despojarse de sí mismo a favor del otro, es exponerte a entregar el
corazón, lo cual te hace vulnerable; es morir por una causa que parece justificar la
entrega de tu propia existencia. Pero ¿qué le vamos a hacer? Hay que hacerlo porque
quien no ama, no sirve para nada, no sabe para qué es la vida.
Si contemplamos la naturaleza nos daremos cuenta de que toda ella es una ofrenda
permanente, una eucaristía expresada de distintas formas. Veamos por un momento los
animales que pueblan la tierra, cada uno de ellos se ofrece en alimento para que otros
vivan, el pelícano que se abre el pecho para alimentar a sus crías, el salmón que remonta
el río para desovar y morir. Las plantas dan su fruto para que los animales se alimenten
y éstos a su vez son comidos por otros. El único que permanece amo y señor del
universo es el hombre, porque a él le fue confiado el gobierno de la creación. No
obstante, él también, como parte de la creación, está llamado a donarse.
Dios no sólo nos creó por amor, sino que nos redimió para hacernos uno con Él por la
gracia. ¿Qué es la Eucaristía? Es el sacramento de amor inefable a través del cual Dios
se dona a sí mismo en alimento para dar la vida eterna a los que aceptan las condiciones
de su amistad, es decir, a los que viven en vida de gracia.
El hombre está también llamado a entregar su vida por amor. Lo vemos los padres que
se entregan por amor a sus hijos, en los hijos que saben cuidar de sus padres hasta que
mueren, en el servicio que estamos llamados todos a dar a los pobres, ¡de verdad! no en
teoría. Al atardecer de la vida, me examinarán del amor.
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